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El trabajo en las montañas de Bogotá para extinguir el fuego

Mientras la gente en el centro de la ciudad se veía afectada por el humo del incendio, en la montaña casi 400 bomberos, con apoyo de cuatro helicópteros, luchaban contra las llamas.

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Susana Noguera Montoya
03 de febrero de 2016 - 04:22 a. m.
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Fuego y humo. Justo cuando los bomberos, soldados y policías pensaron que habían controlado una buena parte del incendio en la reserva Aguas Claras, al sur de Bogotá, se vieron envueltos en un remolino de fuego y atragantados por una nueva oleada del humo que escupen los resecos pinos de la reserva.

Después de muchos esfuerzos, los organismos de emergencia habían llegado a la cabeza del incendio, es decir, al punto en la montaña por donde avanzan las llamas. Con palas y rastrillos removían la tierra para apagar los focos del subsuelo. De repente, el viento tomó la cabeza del incendio y le dio media vuelta. Las llamas se avivaron y subieron hasta la copa de los árboles alcanzando hasta los 40 metros de altura y empezaron a crear una cerca alrededor de los integrantes de los organismos emergencia. No tuvieron otra opción sino retroceder y esperar a que llegaran los helicópteros para refrigerar las llamas.

La enorme nube gris se ponía cada vez más oscura. La visibilidad para los helicópteros se hacía más difícil. El lugar de la emergencia se hacía inaccesible. El teniente Luis Porras Cortés, de la Fuerza Aérea, miró al cielo y dijo “lo mejor que podría pasar ahora sería que cayera un aguacero de esos bien fuertes”. Pero la lluvia no llegó. Y, según el IDEAM, no llegará hasta el viernes.

No era la primera vez que la conflagración daba un giro inesperado. Desde la noche del lunes, los bomberos lo habían declarado un incendio antrópico, es decir, que va desde el subsuelo hasta las copas de los árboles. Lo tuvieron que categorizar así después de que una llama alcanzara un cable de alta tensión, provocando una explosión y avivando aún más la conflagración.

El viento trabaja en contra de todos los esfuerzos. Jorge Arturo Lemus, director del Cuerpo de Bomberos de Bogotá, explica que dos días después de iniciados, tres de los cuatro focos están controlados en un 80%, pero uno de estos parece tomar fuerza con cada ráfaga de viento que llega a los Cerros Orientales. “La sequía que enfrenta el país hace que el bosque esté más propenso a encenderse”.

Entre los bomberos, la Fuerza Aérea, el Instituo Nacional de Riesgo (Idiger) y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) idearon un plan: atacarían las llamas de la misma forma como ellas los atacaron. Con un torbellino, pero esta vez de agua. Los cuatro helicópteros que hacían parte de la operación entrarían por el Tunal y por detrás de Monserrate. Esquivarían la creciente columna de humo, e iniciarían un circuito dejando caer agua con intervalos cortos.

Complementando esta estrategia con trabajos manuales de remoción de tierra, los organismos de socorro esperan apagar el incendio en el trascurso de los próximos dos o tres días. Esta es una cifra estimada ya que, según Lemus, cuando logren apagar las llamas tendrán que concentrarse en extinguir los núcleos calientes que se esconden bajo la maleza del bosque. Este es uno de los cuatro incendios que sufre Bogotá. Al parecer el cielo bogotano seguirá opaco un par de días más.

Por Susana Noguera Montoya

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