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El viaje de la sangre del Papa

Después de estar en México, la sangre de Juan Pablo II llegó ayer a la Catedral Primada de Bogotá. Esta noche será llevada a Cartago.

Viviana Londoño Calle

20 de enero de 2012 - 05:07 p. m.
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Hace más de 25 años la comunidad católica del país recibió conmocionada la visita del papa Juan Pablo II en Bogotá. Era el 1º de julio de 1986 y en la Catedral Primada una multitud de feligreses lo esperaban con ansias para poder verlo tan sólo unos instantes.

Este viernes, los más creyentes aseguraban que la ciudad recibía una vez más al Papa: en esta ocasión a través de una cápsula con su sangre, que llegó a la capital desde Roma el jueves en la noche, después de haber recorrido varias ciudades de México, traída por monseñor Slawomir Oder (el mismo que postuló la beatificación del Sumo Pontífice).

Y pese a la lluvia de críticas que recibió la visita en redes sociales, en las que fue calificada de un show meramente mediático, al mediodía la fila de curiosos que querían acercarse a la muestra, insertada en un relicario, y dejar sus peticiones en una urna con la imagen del Papa le daba la vuelta a la Plaza de Bolívar. Adentro los feligreses apenas podían caminar.

Durante toda la mañana un grupo de cerca de 300 víctimas de la violencia, que viajaron desde distintas partes del país, invitadas por la Fundación Víctimas Visibles, la misma que lideró la visita de las reliquias, contemplaron la cápsula y pidieron públicamente por justicia y reparación.

Del origen de la muestra de sangre, monseñor Slawomir Oder cuenta que se le extrajo al papa Juan Pablo II para usarla en una posible transfusión. Sin embargo, días después, el 2 de abril de 2005, el Sumo Pontífice falleció sin que hubiera sido utilizada.

La sangre habría sido llevada al centro de transfusiones del hospital Bambino Gesú, en Italia, donde fue dividida en cuatro muestras. De éstas, dos fueron recibidas por su secretario privado, el cardenal Stanislav Dziwisz, y las restantes fueron insertadas en dos relicarios que permanecieron en el mismo hospital hasta que uno de ellos fue utilizado por el papa Benedicto XVI durante la beatificación de Juan Pablo II, en mayo de 2011. Esa misma ampolla es la que empezó a recorrer el mundo desde agosto de 2011 por decisión del Vaticano. Según monseñor Oder, la sangre se conserva en estado líquido debido a que tiene una sustancia anticoagulante aplicada a las probetas en el momento de la extracción.

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Lo cierto es que desde que la cápsula empezó a recorrer el mundo miles de feligreses acuden a visitarla para pedirle todo tipo de milagros. Antes de llegar a Colombia estuvo en 90 ciudades de México y después viajará a Nigeria y Estados Unidos.

Para Iván Mejía, teólogo de la Universidad Javeriana, aunque la ampolla es un recuerdo valioso del Papa, por ser la primera vez en la que una muestra de sangre de un Sumo Pontífice es conservada, es una más de las reliquias que durante siglos se han conservado en las iglesias católicas. Más allá de esto, “no se le pueden otorgar poderes mágicos ni pensar que es una especie de talismán”.

Otra cosa creen las víctimas que ayer participaron en la ceremonia y que no dejaron de recorrer el lugar hasta las 6:00 de la tarde, cuando la catedral cerró el acceso al público: “Vengo a hacerle una súplica a la reliquia de Juan Pablo II para que me ayude a encontrar los restos de mis familiares desaparecidos y poderles dar cristiana sepultura”, fue como explicó María Nelly Toro, una de las víctimas y miembro de la organización Madres de la Candelaria de Medellín, la razón por la que viajó hasta Bogotá.

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En su discurso, monseñor Oder explicó la importancia que tiene para él: “La sangre nos recuerda evidentemente la vida y, sobre todo, la generosidad de la respuesta que Karol Wojtyla dio a la llamada que Cristo le dirigió en su juventud. Su sangre continúa hablándonos del amor que animó toda su vida y que él nos ha dejado como testamento”.

Hoy, la reliquia estará durante todo el día en la parroquia María Reina, del barrio Santa Fe. En la noche será transportada a Cartago, antes de abandonar el país.

“Los que no tuvimos la oportunidad de ver en persona al papa Juan Pablo II, por lo menos podemos sentir su presencia a través de esta reliquia”, dice convencido Juan Esteban Pérez, una de las víctimas del desplazamiento forzado en el municipio de San Francisco, Antioquia.

Por Viviana Londoño Calle

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