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Hace 1.354 días los embalses del sistema Chingaza, Chuza y San Rafael, no registraban un llenado superior al 90 %. Desde la última vez que se reportó esta novedad, el 5 de noviembre de 2021, los dos embalses del sistema fueron secándose y sucumbiendo a sequías prolongadas que llevaron a la ciudad a un racionamiento de agua con el cual tuvo que vivir durante un año.
Hoy la realidad es otra, las lluvias de los últimos dos meses han estado por encima del promedio anual, pero, sobre todo, han caído justo en donde tenían que caer: en los embalses. Chingaza tiene hoy 260 millones de m3 de agua y no tendrá que preocuparse por su abastecimiento un largo tiempo.
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Atrás quedaron los miedos del día cero de una ciudad “muerta” como lo llegaron incluso a vaticinar los más pesimistas, cuando la situación del sistema Chingaza no era la mejor. A pesar de que la ciudad continúa siendo vulnerable al cambio climático, las lluvias regresaron a su cauce y resolvieron el tedio de una ciudadana que no se terminó de acostumbrar a quedarse sin agua una vez, cada ocho días.
Con corte al 21 de julio de 2025, la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) dio a conocer que el Sistema Chingaza se encuentra en 92,05 %. La buena noticia llegó cuatro meses después de la suspensión del racionamiento y aleja cualquier vaticinio de que esta medida, práctica, pero impopular, regrese a la agenda pública.
El alcalde Mayor, Carlos Fernando Galán, resaltó que: “El Sistema Chingaza superó el 90% de su capacidad. Desde el 5 de noviembre de 2021, hace 1354 días, Chingaza no estaba por encima del 90%. Esto significa que hoy, en Chingaza, tenemos cerca de 260 millones de m3 de agua”.
No obstante, lejos de caer en triunfalismos, los bogotanos y sus gobernantes deben tener en cuenta de que las lluvias de mayo, junio y julio solo resolvieron el problema del agua de manera parcial. Las advertencias de los expertos sobre las alteraciones climáticas, la sobre demanda del recurso jalonada por la urbanización desmedida de Bogotá y la sabana, además de la falta de una cultura de ahorro del recurso, continúan siendo problemas por resolver.
No en vano, Natasha Avendaño, gerente de la EAAB le dijo a El Espectador a mediados de abril que, en Bogotá, hay capacidad de abastecimiento de agua hasta 2040. Esta condición comentó la máxima autoridad del Acueducto de Bogotá, se daría si la capital sigue atendiendo la demanda en los municipios de la región, sin nuevas áreas de prestación y continúa con los patrones urbanísticos que la llevaron al gran racionamiento de 2024 y parte de 2025.
De momento, las estrategias a largo plazo que contemplan los tomadores de decisiones apuntan a la modelación de alternativas de abastecimiento, que integre variables como el crecimiento poblacional, el cambio climático y la expansión urbana.
Esto permitiría evaluar opciones de abastecimiento sostenible para los próximos 50 años, así como realizar estudios de aguas subterráneas, contemplar planes para reutilizar aguas residuales tratadas, gestionar las enormes pérdidas de agua, crear un protocolo de sequías y desarrollar la gobernanza del agua, con base en un estudio apoyado por la OEA.
Por el momento, los ciudadanos pueden contribuir con una mejor relación con el agua, optando por artefactos que permitan el ahorro en acciones básicas como tomar una ducha o cocinar. Cualquier cambio de actitud es necesario para que las próximas generaciones no solo deban enfrentar un racionamiento parecido al de 2024, sino, aún peor, la ausencia definitiva de un recurso crucial para el desarrollo de una urbe como Bogotá.
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