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Encubiertos: un habitante de calle y un consumidor infiltrado, detalles de dos operativos

El Espectador habló con los dos investigadores del Grupo de Estupefacientes de la Policía de Bogotá y la Sijin, sobre las operaciones encubiertas que lideraron y permitieron desmantelar dos peligrosas bandas criminales.

Juan Camilo Parra

03 de julio de 2024 - 07:00 p. m.
Las operaciones encubiertas han dado importantes resultados contra el microtráfico en Bogotá.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
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‘El Loco’, así le decían al agente infiltrado que durante meses ejerció el papel de habitante de calle para desmantelar una banda de microtraficantes. Llegó a ser reconocido como consumidor, uno de ellos casi es descubierto, pero lograron destejer la red criminal y enviar a la cárcel a 23 personas. En otra investigación, en Suba, otro policía encubierto, que se ganó la simpatía de una mujer, fue la clave para capturar a un grupo delictivo familiar, conformado por 14 personas. Esta es la historia de cómo lograron desbaratar estas estructuras.

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¿Cómo se gestan los operativos?

Hace 18 meses recibimos una denuncia de venta de estupefacientes y partió una gran investigación contra una red que distribuía marihuana, cocaína y bazuco en Antonio Nariño, Rafael Uribe, Tunjuelito, Los Mártires y Puente Aranda. Identificamos a los expendedores y preparamos a un agente encubierto. Fue caracterizado como habitante de calle, pero tuvimos que sacarlo, porque casi lo descubren.

¿Por qué?

Su tarea era hacer compras controladas, pero desconfiaban y no todos le vendían. Una vez, y como portaba cámaras ocultas y micrófonos, le sonó el celular y casi lo matan, por eso tocó sacarlo. Más adelante, a un agente de la Policía, a quien le mostramos la misión encubierta, se caracterizó y desarrollamos poco a poco la operación aprendiendo de lo que había pasado.

¿Cuánto duró encubierto y cómo consiguió pasar desapercibido?

Más de un año. No fue fácil, porque tenía que entrar en el papel, tenía barba, rastas, olía a bazuco. Si tenía que consumir, debía hacerlo para salvaguardar su vida. Lo requisaban, le quitaban la ropa para asegurarse de que no llevase nada. Tenía que dormir de vez en cuando en la calle para que lo vieran en la zona. Después lo empezaron a conocer como ‘El Loco’. Es un agente de 26 años.

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¿Cómo logró recolectar el material para capturar a la banda?

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Se ganó la confianza de pequeños expendedores. Así identificamos toda la red de mando, desde el líder, alias ‘Camilo’, la administradora y los expendedores. También corroboraramos que, en gran medida, el grupo tenía integrantes barristas y, con la información y los registros de otros agentes, conseguimos las órdenes de captura. Se interceptaron más de 20 líneas telefónicas y otro agente participó caracterizado de fletero.

¿Cómo se estructuraron los allanamientos?

Siendo ya una suerte de amigo o conocido de algunos de los integrantes de la banda, encontró que cada dos meses la banda cambiaba de casas para no levantar sospechas. Así se lograron los allanamientos y posteriormente, soportar lo suficiente para que la Fiscalía pidiera medida de aseguramiento.

En Suba también hubo un oficial infiltrado, ¿cómo fue ese operativo?

En el barrio San Cayetano hay una cuadra que duró rodeada de expendedores de marihuana, afectando al barrio aledaño al Juan Amarillo. Este lugar era allanado regularmente, pero nunca se encontraba nada. En la cuadra vivían cuatro cabecillas y siempre estaba rodeada de personas que se hacían los que jugaban parqués. Entrar era difícil, por lo que asignamos a un agente encubierto que descubrió por qué nunca se hallaba droga en los allanamientos.

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¿Cómo llegó a entrar?

Tras una investigación, teníamos un perfil de consumidores que acudían a esa cuadra. Él se caracterizó como uno y se hizo amigo de una joven. Pudo entrar y recopilar información sobre la estructura e interceptamos varias líneas. Por ejemplo, se encontró que nunca guardaban la marihuana en las casas, en su lugar traían los cigarrillos armados y los ocultaban en las rejas, en los marcos y canales de agua lluvia, e iban recargando cuando se acababan. Vendían, de 7:00 a.m. a 11:00 de la noche, más de 500 dosis.

¿Cómo cuida a los oficiales infiltrados?

Siempre estamos pendientes de ellos, les hacemos control después de largas jornadas y en cada movimiento están acompañados. Sabemos que tenemos que intervenir en situaciones de alto riesgo y lo hacemos con tal de salvar sus vidas primero. Es el compromiso y ellos saben por qué están allí, son clave en investigaciones, esos héroes silenciosos.

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Por Juan Camilo Parra

Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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