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La decisión que tomó Carlos Fernando Galán de aceptar la curul del Concejo de Bogotá, que le pertenece por Estatuto de la Oposición, sirvió para aclarar el panorama sobre la nueva configuración de dicha corporación y, de paso, dio luces sobre el futuro de un proyecto político que obtuvo una votación muy cercana a la de la alcaldesa electa, Claudia López.
Aceptar el escaño era el movimiento previsible si Galán quería poner la primera piedra para consolidar un nuevo movimiento, que obtuvo más de un millón de votos y logró meter a dos concejales (Marisol Gómez y Juan Javier Baena), que si hubieran quedado solos no habrían tenido una representación suficiente para marcar diferencia en el cabildo. En cambio, con Galán a la cabeza, la colectividad Bogotá para la Gente ahora contará con una voz de peso, que podrá darle mayor calidad a los debates.
Esto porque, al no haber contado con el apoyo de ningún partido tradicional (al menos públicamente), la nueva bancada en el Concejo, por ahora, llega sin compromisos y tendrá la posibilidad de acercarse tanto a los viejos concejales como a los que renovarán la corporación, y animará un debate que durante este cuatrienio fue casi inexistente, por cuenta de la “aplanadora” peñalosista.
Eso sin contar que Galán es un viejo conocido del Concejo, donde ya estuvo entre 2008 y 2011, por lo que conoce de sobra cómo es el afán de la corporación y sin duda podría llegar a ser el líder del contrapeso a la administración López. Esto lo dejó claro desde el momento en el que aceptó la curul, adelantando que, si bien no le hará oposición a la nueva alcaldesa, será un apoyo solo en proyectos en los que coincidían.
“Tomaremos distancia en los temas que consideremos y apoyaremos a Claudia López en los proyectos que necesitan los ciudadanos, principalmente la construcción del metro y la política de seguridad”, advirtió Galán.
Incluso, la buena representación con la que queda el movimiento (tendrá más curules que partidos tradicionales como La U y el Conservador) le valdrá para volver a exigir la personería jurídica del Nuevo Liberalismo, que fue negada por el Consejo de Estado y por lo que Galán debió inscribirse en la contienda mediante firmas.
Aunque será su retorno a la política bogotana, su presencia en el Concejo significa un aire para una corporación que en la última administración se había convertido en un comité de aplausos o de triturar proyectos, según el caso, y poco a poco ha disminuido la altura del debate.