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Gastrobares, bares y discotecas: ¿por qué unos funcionan y otros no?

La delgada línea que permite que los primeros funcionen y los otros no radica, más allá de la categoría, en cómo se comportan quienes interactúan allí. Prevenir el contagio, a la larga, termina siendo una responsabilidad individual.

Nicolás Díaz Roldán
19 de junio de 2021 - 02:00 a. m.
Para denunciar un establecimiento que incumpla las medidas de bioseguridad, puede llamar a la línea 123.
Para denunciar un establecimiento que incumpla las medidas de bioseguridad, puede llamar a la línea 123.
Foto: El Espectador - Óscar Pérez

El dilema de la reactivación en pleno pico de la pandemia sigue siendo un aspecto controversial. Desde el 8 de junio, Bogotá reabrió la mayoría del comercio, pese a la difícil situación del sistema de salud, que está al borde del colapso. Pero el COVID-19 no es el único lío. La grave crisis económica que deja la pandemia evidencia la necesidad de trabajar y, por tanto, la reactivación terminó siendo inminente. No obstante, algunos negocios siguen con restricciones, como discotecas y grandes eventos. ¿Tiene sentido?

La duda surge partiendo del comportamiento de algunos establecimientos que, a pesar de las restricciones, han aprovechado su fachada para suplir los espacios vetados de baile, rumba y licor. Al menos, es lo que se evidencia en Chapinero y Usaquén que, de hecho, fueron las zonas donde más quejas se recibieron por alteración del orden público o ruido, pues, según la Secretaría de Seguridad, ambas sumaron 45.631 denuncias en los primeros cinco meses del año. A lo que se suman las constantes invitaciones por redes sociales a fiestas clandestinas.

Entonces, si esto ocurre, ¿en qué radica la diferencia para que un restaurante, un bar o un gastrobar opere y una discoteca no? La respuesta es simple. Según el Distrito, las actividades que incluyen contacto cercano (como bailar) y generan aglomeraciones en un solo punto son foco de contagio, por lo que, hasta el momento, la apertura —legal— de una discoteca en pandemia parece lejana.

Por su parte, los bares y gastrobares han venido trabajando en pilotos desde el año pasado, con implementación de protocolos y adaptación de sus instalaciones, lo cual permitió que cerca de 60.000 empleos —que según la Secretaría de Desarrollo Económico ofrecen estos establecimientos— se reactivaran. Por su registro mercantil, los gastrobares (cuya principal actividad es la venta de comida) pudieron abrir con mayor antelación, pero solo ofreciendo licor exclusivamente como acompañamiento, mientras que los bares, tras diálogos con el Distrito, pudieron, hasta la reapertura más reciente, abrir y vender sin inconvenientes licor, ya que es la clave de su ingreso.

Así las cosas, para que un bar pueda funcionar debe tener el aval de la Secretaría de Salud y de Desarrollo Económico. Para lograrlo, debe estar inscrito ante el Distrito, comprometerse y demostrar que puede cumplir los protocolos. Deben funcionar hasta la 1:00 a.m., con aforos limitados, distanciamiento entre mesas, garantizando el uso correcto de la mascarilla y sin actividades de baile o rumba.

No obstante, este último aspecto termina siendo el más complicado, donde tal parece que escuchar salsa con alto volumen y tragos encima termina siendo irresistible. Tanto así, que lo que se ha venido viendo es cómo cada vez es menos la comida y más el licor y la fiesta, lo que ha cambiado el panorama, dando pie al incumplimiento de las restricciones en los establecimientos o a fiestas clandestinas, que han sido un dolor de cabeza para las autoridades.

Esta situación pone en duda la efectividad de las restricciones y la responsabilidad de los bares y gastrobares ante la pandemia. Por tanto, el gremio de los bares y la realización de eventos enfatiza en que no se generalice ni se estigmatice, sino que, por el contrario, se sancione a quienes incumplen con la normatividad. “Estamos comprometidos con una reactivación segura y solicitamos a las autoridades verificarlo, se individualice a quienes no lo estén haciendo y se evite la generalización”, manifestó Adriana Plata, directora ejecutiva de Asobares.

Por su parte, Sandra Toro, vicepresidenta de la Asociación Colombiana de Organizadores de Eventos (ACOE), pidió que no los juzguen por la irresponsabilidad de otros y que, de hecho, como organizadores de eventos, tienen más control de las medidas de bioseguridad, pues saben cuántas personas asisten y sus cuidados. Admite, eso sí, que lograr que la gente se abstenga de bailar y cumplir con el uso del tapabocas en estas reuniones —que suelen ser de carácter familiar— es un reto, pero que siempre insisten en respetar las medidas, por lo que, al final, todo es cuestión de autocuidado.

A esta idea se suma Carolina Durán, secretaria de Desarrollo Económico, quien recalcó que la posibilidad de seguir con la apertura de los bares no solo depende de sus dueños, sino también de los comensales. “Los bares han hecho la tarea preparando protocolos de bioseguridad y ahora a la ciudadanía le corresponde seguir cuidándose, haciendo consumo responsable del alcohol mientras disfruta de estos espacios. Está en nuestras manos que estos sectores puedan salir adelante”, dijo Durán.

Por ahora, la Secretaría de Gobierno asegura que continuamente se están haciendo controles para verificar que los establecimientos cumplan las medidas. El que incumpla recibirá una sanción de 32 smdlv o la suspensión de la actividad económica hasta diez días. Si hay reincidencia, se procederá al cierre definitivo. Así las cosas, más allá de la diferencia entre un establecimiento y otro, todo radica en el autocuidado. Si bien la reactivación es necesaria, la empatía y responsabilidad también lo son. Bogotá está en riesgo de un colapso hospitalario. Ser consciente de que la pandemia no se ha ido puede salvar no solo su vida, sino la de su familia.

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