Disfrutar Bogotá como territorio y hogar no es cuestión de paisajes bonitos y atardeceres con majestuosos arreboles enmarcando los cerros orientales. Aunque hace parte de la experiencia, existen otras variables que la pueden modificar.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En medio de su observación del fenómeno de habitabilidad, con tantas definiciones como abordajes, un equipo interdisciplinario, conformado por profesores y estudiantes de las universidades Nacional y de los Andes, trabajó en un proyecto académico que denominaron “CIVICA: Ciudad Viva, Inteligente y Conectada”. En él, el profesor Luis Guzmán y compañía se dieron a la tarea de responder una pregunta que, a simple vista, parecería sencilla: ¿qué tan chévere es vivir en Bogotá?
Más información sobre Bogotá: Transmilenio busca $1,3 billones para electrificar el transporte a Soacha.
Para responderla, el equipo apuntaló su trabajo en el concepto de habitabilidad, el cual analiza cómo se vive un territorio mediante cinco dimensiones: vivienda, ambiente, movilidad, seguridad e infraestructura. Cada una tiene una calificación de 0 a 1, para obtener un dato general, que permite hacerse a una idea de las condiciones de cada barrio.
Definir un concepto tan amplio, puede ser susceptible de chocar con las diferentes opiniones de los andariegos bogotanos, quienes de seguro tendrán sus listas propias de barrios e invasiones en la mejor o peor medida. Pero, en todo caso, las variables utilizadas en el estudio, como se mencionó anteriormente, corresponden a indicadores alojados en las cinco variables, cuya matriz de información radica en las fuentes oficiales.
Caminando entre restos de animales
Dos ciudades a una hora de distancia Las primeras descargas de ruido, hedores y tráfico intenso comienzan a las 2:00 a.m. en el barrio Guadalupe, en Bosa. Filas de camiones, repletos de carne, comienzan a aparcarse en las orillas del barrio, popularmente conocido como El Matadero, adonde acuden familias en busca de una despensa de proteína más económica. Este sector, al borde del río Tunjuelito, se aleja de cualquier lógica residencial, pese a que en su núcleo, rodeado de callejones y carnicerías, hay unas 10 viviendas erigidas por sus dueños, bajo sus reglas arquitectónicas. Un barrio donde el 90 % de su área está compuesto por parqueaderos, carnicerías y callejones que conducen a la ladera del río, difícilmente es disfrutable. Yeisson Alba, de 23 años, nació y creció en este barrio que, según la información de Catastro, tiene vocación residencial, pero las casas habitables son minoría.
Al mediodía, antes de un día festivo, escucha música mientras bebe una cerveza y, al tiempo, cuelga tiras de carne en una de las rejas de su ventanal. “Estamos organizando la carne, para que los del matadero la laven, la empaquen y la vendan en los puestos. A veces resulto vendiendo, pero había camello separando la carne en mal estado de la buena, en toda la tira”, explica.
Dice que con el tiempo se acostumbró al hedor, sobre todo, al del río Tunjuelo, el cual, en estos días lluviosos, tiene un caudal más pronunciado, cuyo miasma se mezcla con el de los mataderos, generando un olor que provoca arcadas a los transeúntes primerizos. El barrio, de apenas unas tres manzanas, no tiene ningún parque y los andenes son líneas de concreto improvisadas. No hay ningún tipo de servicio de salud ni educativo a menos de 20 minutos caminando. La única entretención factible es el centro comercial Paseo del Río, que queda a 15. “Podría decirse que con el centro comercial ha mejorado mucho y se ve más movimiento, pero la gente de aquí, la que vive en el barrio, cuando necesita algo, camina hacia Villa del Río, aquí al lado, o va hasta Boitá”, menciona vagamente Alba, mientras apunta a las lindes más allá del río, hacia el suroccidente.
Los índices de habitabilidad de este barrio, que lo ubican como el de peores condiciones de habitabilidad, fueron, en su orden, vivienda, 0,19; ambiente, 0,27; seguridad, 0,44; infraestructura, 0,46, y movilidad, 0,51. Los indicadores con mejor rendimiento se explican por su cercanía con la autopista Sur y dos estaciones de Transmilenio. En cuanto a la seguridad, los vecinos dicen que hace más de un año no hay homicidios, aunque las extorsiones son una realidad que crece desde el año pasado. Por su parte, los peores indicadores se explican por la nula oferta de vivienda y, lo que es paradójico, su cercanía a la Autosur, uno de los corredores con más contaminación, a costa del elevado volumen de camiones. Eso sin contar los nauseabundos olores derivados de las condiciones intrínsecas del barrio. El listado de los barrios con peores índices en la ciudad lo complementan El Porvenir (Usme), con una calificación general de 0,39; Jardines del Apogeo (Bosa), con 0,4; Juan Rey (San Cristóbal), con 0,4, y San Benito occidental (Tunjuelito), con 0,42.
La otra cara
A poco más de una hora, atravesando de cabo a rabo la ciudad, el panorama desolador de Guadalupe se desvanece para dar paso a los modernos edificios del barrio La Cabrera, que encabeza el escalafón, al tener los mejores indicadores de habitabilidad. Rodeado por una extensa red de árboles, cuyas hojas filtran el preciso y necesario volumen de sol a sus parques, esta zona resulta ser un contraste de zonas verdes y prósperos conjuntos residenciales.
El barrio queda a pocos metros de la zona rosa de Bogotá; con un hospital de primera clase como la Clínica El Country a menos de 15 minutos, y se vive una tranquilidad entre semana que apenas se ve perturbada por el ruido de ocasionales trabajos de mantenimiento y el ladrido de las mascotas. Las tiras de carne y montañas de hueso son reemplazadas por alamedas amplias y ventanales de hasta cuatro metros, como se ve en los apartamentos más grandes.
Todos los indicadores del barrio están por encima del 0,60, excepto el ambiental, que marcó con 0,36, cuyo bajo rendimiento se explica por el elevado número de vehículos que transitan por la carrera séptima y el incremento súbito en los decibeles de la noche bogotana, durante los fines de semana. Porque la contaminación auditiva también es un factor que incide en el bienestar medioambiental, a pesar del aparente blindaje socioeconómico del barrio con mejor habitabilidad de Bogotá. Javier Marías, residente de la zona, comenta que el privilegio de los carros sobre el peatón es un problema latente. “Aunque la mayoría de residentes tiene carro, estaría bien una reducción de los carriles para darle más prioridad al peatón y hacer la zona más caminable e, incluso, colocar más ciclorrutas”, opina mientras pasea a sus perros. El top de los barrios con mejor habitabilidad lo complementan Bosque de Pinos (Usaquén), con una calificación de 0,6; Parque Nacional oriental (Chapinero), con 0,58; Antiguo Country (Chapinero), con 0,57, y Mirandela (Suba), con 0,56.
Ajustes
La relación con el espacio público y la oferta de servicios son aspectos a considerar para mejorar la habitabilidad, sobre todo en las zonas con los peores índices, opinan los expertos del estudio. La habitabilidad no solo reside en lo cómodo que un ciudadano se encuentre en su casa, sino que al salir tenga la posibilidad de encontrarlo todo a la mano, sin necesidad de hacer un viaje que exceda los 30 minutos. De momento, el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) vigente establece nuevos instrumentos para mejorar la distribución de servicios en las zonas consolidadas, ya sea con las denominadas Actuaciones Estratégicas o nuevos planes parciales de renovación urbana. No obstante, ambos instrumentos requieren tiempo y conllevan desafíos de implementación. Mientras tanto, el Distrito promueve acciones complementarias, en cabeza de la Defensoría del Espacio Público (DADEP) y la Secretaría de Ambiente, como conformación de corredores ecológicos, restauración de sistemas hídricos y mejoramiento de los barrios, cuyo eje es la consolidación de mejor y más espacio público.
De los contrastes de los barrios a los extremos de la estadística surge la historia de dos ciudades. Su concomitancia en Bogotá, sin embargo, las convierte en un destino común en donde, aunque el entorno y las comodidades varíen, hay una necesidad implícita de respirar un mejor aire y caminar con más libertad; ambos preceptos son condiciones básicas de una Bogotá más habitable y diáfana para todos.
Continúe leyendo: La letra pequeña del ladrillo: el dilema de comprar vivienda nueva en Bogotá.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.