A 10 minutos del centro del poder político colombiano, en la parte alta de la localidad de Santa Fe, se alza una montaña con un mirador al que llaman “La cueva del arco”. Este es un sitio de casi 6.000 metros cuadrados con espacios de entretenimiento, juegos arcade, restaurantes y una vista que exhibe una Bogotá que cae desde el oriente como una cascada de casas de ladrillo y, al fondo, el horizonte capitalino. El sitio está en las entrañas del barrio Los Laches, zona que en el pasado fue epicentro de guerras territoriales y al que hoy llegan como último destino turistas que toman la ruta “La Bogotá oculta’, que creó un líder de la localidad, al que todos conocen como “Morocho”.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Le puede interesar: Lo que cuesta conservar los monumentos y resignificar el patrimonio público
“La cueva del arco”
Su nombre es Misael Vega y tiene 46 años. “A Bogotá nadie la quiere conocer como realmente es”, dice “Morocho” mientras camina por la cuadra destapada, de la calle 1B bis # 5 este-1. A su espalda, en la pared de ladrillo, se lee, sobre una flecha roja, “La cueva del arco” y debajo “El Ñero de la Loma22′, nombre de la fundación que también opera desde este lugar. Al entrar al recinto, un diamante azul al revés, pintado sobre una piedra gris, recibe a los visitantes que, asombrados, empiezan a recorrer el sitio lleno de colores y letreros con mensajes como “Aquí somos reales/ cometemos errores/ decimos lo siento/ damos segundas oportunidades”.
El lugar se ha vuelto símbolo de oportunidades para los jóvenes del barrio y de destino alternativo para los habitantes de la localidad y de toda la capital. “Nos criamos entre los barrios Santa Rosa y Rocío, caracterizados por las problemáticas barriales. Es decir, enfrentamientos entre bandas, que han existido y existen en la parte alta, dividida por fronteras invisibles”, cuenta “Morocho”, quien añade: “Toda mi vida ha sido allá arriba. Hemos visto morir a muchos amigos. Otros están en silla de ruedas, por la misma problemática. Hoy día llevamos esas experiencias para concientizar a las nuevas generaciones que las problemáticas continúan”.
La falta de oportunidades es uno de los hondos orígenes, según “Morocho”, de los conflictos en estos barrios altos de Santa Fe. “Los muchachos no tienen acceso a un trabajo, los juzgan y nadie los apoya. Nosotros tocamos las puertas para que tengan en dónde trabajar y los hacemos sentir útiles para la sociedad”. “Morocho” fue víctima de dos atentados. En el último de ellos, ocurrido en 2016, recibió varios disparos, y uno impactó en su cuello, dejándolo en cuidados intensivos. “La cueva nació después de ese evento. Esta era una zona de microtráfico. Hoy en día la gente sube y disfruta, entiende que se puede vivir la ciudad y mostrarla desde otra perspectiva”.
El predio era de unos abuelos, pasó a su padre y hoy en día es de su generación. “Me tildaban de loco. A nadie le interesa una montaña de esas, pero aun así me lo pedían mucho para hacer asados”. Lo cierto es que el lugar es una “joya” escondida, un diamante “al revés, porque, a simple vista, nadie le encontraba valor a esta zona. Muchos sienten miedo al llegar por la entrada destapada, que demuestra, en gran medida, la desidia de los gobiernos. Hoy estar en este sitio es otra cosa, por eso de aquí nació la idea de reforzar este proyecto y los demás que han ido naciendo en toda la ciudad, con una ruta que muestre otra cara de Bogotá”.
“La Bogotá oculta”
Hace algunos años Jacob Caicedo, de 31 años, grafitero y guía turístico, habitante de los barrios altos de Santa Fe, coincidió con un ciudadano alemán en el hostal en el que trabajaba. “Me dijo que le sobraba un día en Bogotá y ya no había nada que hacer. Lo subí al barrio y le pareció una de sus mejores experiencias”. Este fue el punto de partida para que armara el proyecto “Párchese a los populares”, que es parte de “La Bogotá oculta”, una ruta que integra este y otros proyectos de turismo comunitario.
“El turismo comunitario es un ‘boom’ en el mundo”, dice Jacob. Realiza los recorridos con hasta 15 turistas, entre ellos extranjeros o incluso nacionales, “atravesando siete barreras, o fronteras invisibles, con iPhone en mano, cámaras fotográficas, y no pasa nada peligroso”, dijo a este diario. Añade que estas dinámicas han cambiado el rostro del barrio: “Todos los días se echaban bala, no se podía pasar de la novena a la décima. Ahora los “cansones” se están dando cuenta de que las cosas se pueden hacer de otra manera”.
La ruta sale de la agencia, ubicada en la Calle de las Sombrillas, en el Chorro de Quevedo. Allí se les hace un recibimiento, con un coctel y un refrigerio, y luego pasan, en esa misma calle, a Martes 13, el único sitio alusivo al terror de la zona. El siguiente destino es la Calle del Grafiti, donde reciben una pequeña enseñanza de cómo hacerlos y así dejan su huella en la ciudad. De allí la tercera parada es a la plaza Egipto, barrio que también le apuesta al turismo, siguiendo el legado que les dejó “Calabazo”, líder que lo impulsó con “Breaking Borders”.
“‘Calabazo’ fue uno de los líderes que generaron turismo comunitario. En Egipto también hay barreras invisibles. Su muerte no la satanizamos, aunque hubo temor, lo mejor que pudimos hacer fue hacerle honor a su memoria y seguir cambiando esta situación de conflicto. En el barrio hay mesas de negociaciones para que el proyecto fluya. Queremos que todos se beneficien de esto. Que los locales seamos un multiplicador, como ya ha pasado con nuevas terrazas, que han ido surgiendo en el barrio, para que la gente almuerce”, anota.
La cuarta parada del tour oculto es la plaza de Rumichaca, donde se puede apreciar del mirador de la Peña: “Recorren el barrio El Dorado, el cual está en labores de participación ciudadana y recuperación del sector, trabajando socialmente en incorporación de los habitantes del sector; está el Museo del Vidrio, el primer alcantarillado de Bogotá y llegan finalmente al mirador la Cueva del arco a disfrutar de una rumba sana y segura. Todo este recorrido se hace en la limobus, y terminada la jornada, a las 11:30 p.m. los regresan a sus hostales u hoteles”, añade “Morocho”.
Según la experiencia de Jacob, los turistas en Bogotá no permanecen más de tres días. “Nosotros hemos logrado que se queden cinco, con la idea de nuestro turismo oculto. Nosotros los invitamos a vivir una experiencia que retrate la vida en el barrio, eso que ningún tour muestra”. A futuro, añade el grafitero, “pensamos en la gentrificación. Destacamos labores como los procesos comunitarios y turísticos en la Comuna 13 de Medellín, pero nosotros no queremos ser eso, ni buscamos serlo. Queremos que el trabajo sea social, incluir a las familias, muchas de ellas compuestas por una madre a quien le asesinaron al esposo, y que se vean beneficiadas con un trabajo honesto sin perder la identidad del barrio, dejando atrás la problemática excluyente”.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.
Por Juan Camilo Parra
