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La noche del 9 de agosto de 1819 el entonces virrey Juan de Sámano fue llamado por sus criados. En la puerta de su residencia se encontraba un miembro del ejército español que decía necesitarlo con suma urgencia. De inmediato el virrey recibió al mensajero y con un respiro hondo les informó a los que se encontraban en la casa que era tiempo de partir de la Nueva Granada.
Cogió las pocas pertenencias que pudo y, disfrazado con una ruana verde y un sombrero rojo, partió rumbo a Honda para escapar del ejército criollo, que después de su victoria en Boyacá se dirigía hacia la capital. Para don Juan de Sámano era incomprensible que un ejército conformado por criollos mulatos, mestizos, zambos, indígenas y negros, y comandado por un tal Simón Bolívar, hubiera logrado la libertad de la Nueva Granada. Esa fue la última vez que los bogotanos vieron en las calles coloniales a uno de los dictatoriales virreyes del continente europeo.
La casa en donde don Juan de Sámano vivió en Bogotá desde que fue designado como comandante general de la Nueva Granada (1816), sigue intacta en la esquina de la carrera cuarta con calle 10. Después de la huida, sus pertenencias fueron robadas por los oportunistas y durante siglos el inmueble, ahora considerado de interés patrimonial nacional y que hoy será inaugurado como el nuevo Museo de Bogotá, fue objeto de los guaqueros, que escarbaron en todas las paredes en búsqueda de los tesoros que según la leyenda popular había dejado el virrey con su partida.
La restauración del museo
En 1990 la Corporación La Candelaria, hoy Instituto de Patrimonio, compró la casa del virrey Sámano. Durante algunos años el inmueble permaneció abandonado y en 2006 se comenzaron los estudios técnicos para realizar la restauración. El Instituto de Patrimonio se puso en contacto con el Consorcio Conguadua, los restauradores de madera que se ganaron la bienal de arquitectura con su trabajo en la restauración de la Iglesia de Santo Domingo en Cartagena, y en 2007 comenzaron los trabajos en la casa.
“La restauración duró un año. Comenzamos este proceso porque nos pareció que era la sede perfecta para fortalecer el Museo de Bogotá”, dijo Gabriel Pardo, director del Instituto de Patrimonio.
En la restauración los artesanos encontraron una orden de lavandería escrita a mano por el mismo virrey Sámano en 1798, en la que les solicitaba a sus criadas lavar 12 camisas, 10 chupas, 12 medias y 12 calzones.
La casa ocupa un lote de 545 metros cuadrados. Desde hoy los cuartos, caballerizas, jardines y salas sociales en las que una vez habitó el último de los virreyes españoles que estuvieron en Bogotá, se convertirán en las salas de exposición del nuevo museo de la capital.