Los embalses de la región pasan por un buen momento, debido a la temporada de lluvias que la azota. Sin embargo, la experiencia del racionamiento obliga a analizar alternativas para evitar nuevas crisis. Y es en este contexto que el debate por el futuro hídrico de la sabana de Bogotá se reavivó tras la declaración del presidente Gustavo Petro sobre el suministro en Sabana Occidente.
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En la inauguración de las obras del trazado férreo del Regiotram, el primer mandatario habló del aumento poblacional en esta región y de la necesidad de robustecer la oferta de agua, y lanzó una propuesta: usar el embalse del Neusa para cubrir la demanda y aliviar el estrés hídrico en los demás embalses que surten a la capital y a varios municipios aledaños. Pero, ¿es factible?
Sabana Occidente
La región Sabana Occidente la integran ocho municipios, con sus veredas y centros poblados. Se trata de Facatativá (tiene 14 veredas), Bojacá (9), El Rosal (13), Funza (5), Madrid (16), Mosquera (8), Subachoque (17) y Zipacón (6). Actualmente, la mayoría se abastecen de pozos subterráneos y ríos aledaños.
Facatativá, por ejemplo, bebe de los ríos La Tribuna y San Rafael; Bojacá potabiliza agua del río que atraviesa el municipio; Subachoque y El Rosal dependen del río Subachoque, pozos subterráneos y pequeños yacimientos, y Zipacón, de los nacimientos El Manzano y Arrayanes. Mosquera, Funza y Madrid dependen de los embalses que alimentan a Bogotá, que incluso soportaron el racionamiento.
Estos municipios, tal y como sucedió con Bogotá, han enfrentado retos para garantizar el suministro de agua a la totalidad de la población, tanto urbana como rural. Ya sea por contaminación de las fuentes hídricas, por problemas en las tuberías o por circunstancias climáticas, como largas temporadas de sequía, esto hace que el suministro en esta zona siga cubierto por un velo de incertidumbre, de cara a futuras circunstancias climáticas.
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Técnicamente inviable
Para garantizar el suministro en esta zona del departamento, la propuesta del presidente Petro busca usar como fuente hídrica el páramo de Guerrero, en donde nace el río Neusa, que alimenta el embalse que lleva el mismo nombre. De ahí sale el agua para Zipaquirá, Cogua y otros municipios. “No sé si alcance, de eso se trataría el estudio. Pero si alcanza para el occidente de la sabana descansa Bogotá, abrimos otra fuente y aumentamos la oferta. Eso implicaría frenar la minería en los alrededores del embalse”, señaló el presidente, quien aclaró que la propuesta aún no cuenta con números. “Si no dan los números, pues no”, aclaró.
Para la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), autoridad ambiental del departamento, la idea de que el Neusa “abastezca a otros municipios o a Bogotá es técnicamente inviable”. Ubicado a 70 kilómetros de la capital, el Neusa es, con Sisga y Tominé, uno de los tres embalses que conforman el sistema Agregado Norte, que abastece parte de Bogotá y otros municipios de la sabana.
A través del Neusa se sirve el acueducto regional que presta sus servicios a los municipios de Zipaquirá, Nemocón y Cogua, así como a más de 50 acueductos veredales de los municipios de su área de influencia. Respecto a las funciones del embalse, el director de la CAR, Alfred Ballesteros, señaló que el embalse es uno de los sistemas de regulación más pequeños del país, con una capacidad de 102 millones de metros cúbicos.
Sobre el estrés que supondría para el embalse ampliar la demanda de sus aguas, María del Pilar García Pachón, experta en derecho de aguas y profesora de la Universidad Externado de Colombia, advierte que “el embalse, aunque esencial para el abastecimiento de agua de municipios como Cogua y Zipaquirá, y para la regulación de inundaciones en la sabana de Bogotá, cuenta con una capacidad limitada y depende de fuentes hídricas de bajo caudal, lo que lo hace especialmente vulnerable a periodos de sequía y fenómenos climáticos extremos como El Niño”.
Añade que tras la emergencia que suscitó el racionamiento, los esfuerzos están enfocados en mantener la capacidad actual del embalse para garantizar el suministro de usuarios históricos y no para expandir su cobertura, pues ampliar la demanda pondría en riesgo la seguridad hídrica de los municipios que ya dependen de él y comprometería su función reguladora, en un contexto de creciente incertidumbre climática y crisis hídrica regional.
Al límite de la sostenibilidad
Para Camilo Prieto, experto en cambio climático y profesor de la Universidad Javeriana, hay que tomar con pinzas el hecho de que el Neusa sea un sistema hídrico de recarga lenta. “Esto quiere decir que depende de fuentes de agua de páramo, que aportan caudales bajos, lo que significa que su recuperación tras períodos de extracción puede durar varios meses. Teniendo en cuenta esto, además de la carga con la que ya cuenta, podemos decir que el Neusa está en el límite de la sostenibilidad”, advierte.
Es decir, que modificar el equilibrio actual del embalse y los ecosistemas que lo rodean pondría en riesgo el suministro de acceso al agua en las comunidades rurales y, en consecuencia, las tensiones y los conflictos socioambientales podrían sentirse con más vigor, especialmente en estas zonas vulnerables a nivel de suministro.
Por otro lado, advierte que una ampliación tendría efectos significativos en los entornos de páramo que circundan y alimentan la zona del Neusa y los ecosistemas estratégicos que dependen del régimen hídrico actual. “Alterar los usos del agua en una cuenca que se encuentra en estado de presión hídrica puede tener efectos en cadena y generar deterioro de los humedales, hasta desabastecimientos en sistemas comunitarios. Desde luego, el camino de diversificar los agentes de abastecimiento y dependencia de Chingaza es el camino a seguir, pero la vía, en definitiva, no es el Neusa”.
¿Qué alternativas hay para asegurar el abastecimiento en Sabana Occidente?
En esencia, insistir con lo que se ha venido hablando desde hace varios años: apostarles a los estudios de aguas subterráneas y potencializar el reúso y la capacidad de tratamiento de aguas contaminadas. “Es fundamental avanzar en estrategias integrales que contemplen la diversificación de fuentes hídricas, la optimización de la infraestructura -tanto de captación como de tratamiento-, una gestión eficiente y transparente, y la conservación de los ecosistemas estratégicos. Asimismo, es clave implementar soluciones basadas en la naturaleza que fortalezcan la sostenibilidad del recurso.”, sostiene la profesora García.
Los estudios de aguas subterráneas necesitan tecnologías avanzadas de hidrología isotópica y, de esa manera, podemos medir tiempos de recarga, contaminación, demanda, etcétera. “Cualquier propuesta se debe sustentar a partir de un análisis integral de la cuenca, con base en estudios de oferta y demanda, y la incidencia del cambio climático. Me llama la atención que mientras se habla de ordenar el territorio alrededor del agua, se pongan sobre la mesa propuestas que aún no tienen un estudio que las soporte. Viéndolo desde el punto de vista de la conservación del equilibrio hidrológico, es contraintuitivo.
Así las cosas, por el momento, sin muchos números ni soportes técnicos, la propuesta parece poco viable. Sin embargo, la realidad que apunta el presidente no se puede desconocer: el agua de Chingaza, en poco tiempo, no será suficiente por razones climáticas y, sobre todo, por la codicia humana”.
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