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Las llamas que apagaron la sonrisa de Evangeline y Ángela en Soacha

Un voraz incendio, que consumió cinco viviendas en el municipio vecino de Bogotá, no solo llenó de luto a la comunidad, sino que generó millonarias pérdidas a quienes, con esfuerzo, lograron madera a madera construir un techo. Desolados y en medio de un invasivo olor a ceniza, señalaron que lo material se recupera, pero la vida de las dos pequeñas no.

María Angélica García Puerto

30 de enero de 2025 - 07:30 p. m.
Aunque intentaron romper la puerta y entrar por el tejado, el fuego no les permitió salvar a las niñas. / Gustavo Torrijos
Foto: GUSTAVO TORRIJOS
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La comunidad del barrio Villa Carola, sector Ducales, en el municipio de Soacha (Cundinamarca), está consternada. No tanto por las pérdidas materiales, producto del gran incendio que se registró en la tarde del miércoles, sino por la muerte de las pequeñas hermanas Lina Evangeline y Luz Ángela Barbosa Martínez, de cuatro y siete años, que fueron las principales víctimas de la conflagración. El día del incendio, dicen los vecinos, parecía un día normal en la comuna Uno hasta que, al mediodía, iniciaron las llamas y en cuestión de minutos tomaron tal fuerza, que se propagaron por cuatro viviendas y un parqueadero, que quedaron en cenizas.

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La magnitud de la emergencia quedó registrada en varios videos, donde se aprecia el fuego y una columna de humo negro que llegaba al cielo. Aunque ese día los vecinos, en medio del desespero y la angustia, empezaron a llenar de agua algunos baldes y todo lo que tuvieran a la mano para controlar las llamas, nada pudo evitar la tragedia. Casi 24 horas después, lo único que se ve en el barrio son caras largas.

Como la de José Gabriel Vanegas, quien muestra en su celular la foto de una pequeña camioneta blanca, con la que se ganaba la vida haciendo acarreos. La tenía desde hace cinco años y de ella no quedó nada. “Estaba haciendo una vuelta y me llamó un vecino a decir que me devolviera, porque se estaban quemando los carros. Perdí como $50 millones”. La misma sorpresa vivió Geraldine Vanegas, quien vivía en una casa de paredes azules junto a su papá, sus hijos, su esposo, su suegra y su hijastra.

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Como era costumbre, esa tarde llamó a la casa y aunque respondieron nadie habló. Solo oía la ambulancia. “Presentí que algo grave estaba pasando. Llamé a mi hermana, quien llorando me mandó un video donde la casa se estaba incendiando. Cuando llegué, encontré todo quemado”, relató. Esa casa se la había arrendado su papá Jorge Eduardo Rojas, quien recuerda que la compró gracias a la herencia de su mamá y era su única entrada económica.

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En la mañana del jueves dos casas aún tenían cintas de “no pase”, porque aún había algunos puntos calientes. En cambio, las otras dos casas afectadas sí se podían recorrer. Por ahí nos guió don Jorge hacia lo que era una puerta que conducía a un lote. Había unas gallinas que se salvaron, las cuales merodeaban entre arrumes de cartón, papel y demás material reciclable que había sobre una pequeña carretilla. “Ahora toca empezar de cero. A construir sobre los escombros. Y no trabajar con madera, sino cemento y bloque que es lo que está de moda”.

Una cinta morada

Pedro Julio Maldonado llevaba más de un año viviendo junto a su pequeño hijo en una de las casas incineradas. Pagaba el arriendo y la comida gracias a su oficio de reciclador. En la parte de adelante tenía todo lo del trasteo y separado por una columna, su estufa, televisor, lavadora, cama, ropa, “todo bien aseado”. Su hogar fue el último en quemarse. Aunque se lamenta, está confiado en que “Diosito le dará la voluntad para volverse a parar”. La muerte de las niñas Barbosa Martínez es el principal dolor.

Cuenta que, junto a otras personas, intentaron romper la puerta y otros quitar las tejas para meterse, “pero la candela estaba muy fuerte. Nos botaba. Ellas gritaban. Se derrumbó el segundo piso y ellas cayeron y todo el material las tapó. Eso fue desesperante, porque no pudimos hacer nada. Lo material es lo de menos. Ellas no se pueden volver a recuperar”.

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Gloria Isabel Martínez, mamá de Evangeline y Luz Ángela, llegó al barrio desconsolada. Nadie le daba razón de sus hijas, a quienes había dejado almorzando, mientras llevaba a sus otras hermanas al colegio. Se enteró del incendio por una llamada de una vecina. “Yo tenía la esperanza de que no era mi casa. Cuando salgo, dejo todo apagado. No sé por qué esta vez no me las llevé”, lamentó Gloria para el medio local Periodismo en Acción.

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Con una cinta morada, la comunidad recuerda a las pequeñas
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

Mientras espera en Medicina Legal el cuerpo de sus pequeñas hijas y pide ayuda para el funeral, la comunidad realizó una velatón e izó una cinta morada, en conmemoración de estas pequeñas víctimas, que eran muy queridas en el barrio. Así las recuerda la joven Angie Vanegas.

“Es muy duro. Yo las vi crecer. Eran alegres. Les decíamos ‘yiyin, dame un beso y un abrazo’ y nunca te decían que no. También eran nobles e inteligentes. En la novena de diciembre participaron. Mi hermano era muy apegado a yiyin. Le decía a la señora Gloria que cuando la iba a traer para que jugaran y le daba regalos. Él ha preguntado con ella y no sabemos qué decirle. Me dio mucha impotencia llegar y ya ver todo eso”, dice.

Para colmo, la joven asegura que la tragedia se pudo haber evitado, si en la escuelita del barrio hubiera profesores. “Los niños si van a estudiar una o dos veces a la semana, es mucho. Angelita estaba en tercer grado y ya había entrado a estudiar, pero no había quien le enseñara y estaba en la casa”, reclama, mientras una pequeña de siete años, compañera de clase, escucha.

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La comunidad

Las cinco familias pasaron la noche a la intemperie, para cuidar lo poco que les quedó. Con madera y ladrillos, armaron una estufa para cocinar una sopa que aliviara tanta tragedia. Poco a poco, en el transcurso de la mañana, vecinos se sumaron con escobas, bolsas de basura y mercados. Las manos negras de cada uno son la muestra de la solidaridad de subirse a los techos, advirtiendo a los demás, para poco a poco ir quitando lo que no sirve. “La Alcaldía nos ha traído colchoneta, ropa y mercado, pero hoy no tenemos dónde quedarnos”, resalta Pedro Maldonado.

El alcalde Julián Sánchez Perico, en un video, lamentó la tragedia y aseguró que les están brindando acompañamiento psicosocial y funerario a la familia de las niñas, y restableciendo los derechos de sus otros hermanos. El equipo de Gestión del Riesgo de Cundinamarca entregó las primeras ayudas humanitarias inmediatas a las familias afectadas y, tras la conclusión de un informe técnico, evaluarán las respuestas que se requieren para cada uno.

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Don José Gabriel, Geraldine Vanegas, Jorge Eduardo Rojas, Pedro Julio Maldonado y los demás afectados por el incendio, piden que no los olviden, pues tener un techo es cuestión de dignidad. Su trabajo y las ayudas que esperan recibir de la Alcaldía les permitirán comenzar de cero, mientras llevan en sus corazones la memoria de Lina Evangeline y Luz Ángela.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por María Angélica García Puerto

Cubre temas de seguridad, primera infancia, educación, movilidad, derechos humanos y género.@_amariag
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