Publicidad

Las normas que más se desobedecen son las de movilidad

El investigador Víctor Reyes Morris aborda la relación entre anomia y movilidad, es decir, la evasión de la normatividad que debe ser seguida en las vías de Bogotá.

Víctor Reyes Morris, especial para El Espectador*
02 de agosto de 2016 - 04:53 p. m.
Archivo - El Espectador
Archivo - El Espectador

La anomia (como la pérdida de fuerza de las normas y su consecuente desobediencia) se expresa tanto en los aspectos de estructura como de funcionamiento de la movilidad. En este artículo analizamos situaciones anómicas  que tienen que ver especialmente con la ciudad de Bogotá. Quizás es en la movilidad, la faceta en la que se evidencian con mayor fuerza estas situaciones anómicas, por cuanto culturalmente el dispositivo, vehículo automotor, parece dar ventaja y protección al conductor.

Podríamos decir que la movilidad, en condiciones de disputa de vías y ganancia de tiempo, es una lucha que se instaura entre sujetos que poseen una armadura que se llama vehículo automotor (sea carro o moto).

Así los ‘transformers’ no son tan ficcionales, y se llaman conductores empoderados de armaduras móviles.  Por esta razón de lucha de espacio y desplazamiento en menor tiempo posible, requiere más de normas y de obediencia estricta de las mismas. Pero es lo que no se da. 

Es en la movilidad en donde podemos observar más situaciones de desobediencia de las nomas y sus consecuencias no deseables en estadísticas de muertes, lesiones de personas y daños en vehículos y bienes públicos y privados. Las vías entonces, serían campos de batalla en donde imperaría la ley del más fuerte, del más veloz y del más osado. Sabemos que así no podemos convivir. No hay otra posibilidad que tener normas fuertes y obedecidas para evitar el caos (podría usar la figura de ley de la selva, pero por el contrario  la selva tiene sus normas muy rígidas).

Al principio habíamos enunciado problemas estructurales como formas anómicas. Estas tienen que ver con la ilegalidad en el transporte público como la piratería usando vehículos inadecuados, en el transporte privado con los certificados de revisión falsos o adulterados, Soat falsificados, etc.

Un vehículo de transporte informal (para usar una suave expresión) está exponiendo a riesgos a unos pasajeros, que en caso de accidente no tendrían protección alguna. Estos además se dan en los  sectores más vulnerables de una ciudad, que no tienen más opción que ese transporte informal.  Ahí es donde el Estado debe ser más interventor y entrar a jugar un papel más activo y si no es conveniente (pudiendo serlo) entrar a converger con los privados. La simple sanción a los piratas no arregla el problema y lo deja sin resolver. El modelo represivo siempre es insuficiente. El caso de la tragedia de los niños de Fundación Magdalena en el año 2014 es dolorosamente emblemático de la informalidad.

El mototaxismo es una forma también ilegal de transporte de pasajeros, que expone a riesgos mortales o lesivos  a quienes usan este sistema de transporte. La motocicleta es de por si un vehículo muy vulnerable, en Bogotá, por ejemplo los motistas ponen el segundo lugar de muertos después de los peatones, se maneja con el cuerpo y un pasajero no siempre responde a este procedimiento.

El sociólogo alemán Peter Waldmann (1937) nos habla del Estado Anómico para indicarnos que los Estados, especialmente latinoamericanos, no han sido aptos de consolidar un Estado de Derecho con normas claras, estables, sancionables y aceptables; capaces de guiar el comportamiento del conjunto de los miembros de una sociedad.

Es especialmente en la movilidad en donde observamos ese Estado Anómico que alimenta la situación anómica de la sociedad. Normas que no se cumplen, sanciones que no se ejecutan. Personas que llevan más de 15 cursos pedagógicos realizados por infracciones de tránsito.

La autoridad tiene que estar más presente en las vías para garantizar una mejor movilidad y resolver rápidamente los problemas de tránsito in situ. El tránsito o la movilidad (cuya finalidad es disminuir los tiempos de viaje de un sitio a otro) no consiste únicamente en garantizar buena señalización, eficiente semaforización, sino ante todo en la administración vial. Esta última exige la presencia de la autoridad sobre las vías, el empleo de la inteligencia vial y la capacidad de actuación pronta, especialmente en las vías troncales.

Es muy frecuente la congestión en las vías especialmente en las troncales de Bogotá (Av. NQS o carrera 30, Av. 68, Av. Boyacá, Av. Caracas, Calle 13, Autopista Sur, Autopista Norte, etc.) por un choque simple entre dos vehículos o inclusive en el varamiento de uno solo, para producir una enorme congestión vehicular en una avenida. Los otros conductores se ralentizan para mirar lo ocurrido, se suspende un carril y las autoridades se demoran en intervenir. Esto es un paisaje cotidiano. Pero esto se puede resolver con una intervención rápida de autoridades, siempre cuando estén asignadas in situ para tal propósito.

Desde luego, los programas de cultura ciudadana son  indispensables (con varias estrategias pedagógicas),  en el sentido de la insistencia en el cumplimiento de las normas porque definitivamente conviene a todos. Los logros de cultura ciudadana son cuestión de tiempo, persistencia y ejemplo.

 

*Doctor en Sociología Jurídica, profesor Universidad Nacional de Colombia.

 

Por Víctor Reyes Morris, especial para El Espectador*

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar