El río Bogotá, que nace en el municipio de Villapinzón, en Cundinamarca, cuyo cauce atraviesa 46 municipios, y la capital, sigue siendo uno de los cuerpos de uno más contaminados del país.
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Las condiciones que impone esa triste realidad –que ya se volvió paisaje- afecta, aproximadamente, a 12 millones de personas que residen en los municipios por donde fluyen las aguas del río, y debido a que los procesos de descontaminación siguen en veremos, el río Magdalena también está sufriendo las consecuencias y sus aguas están recibiendo toda la contaminación con que carga el río Bogotá, pues este último desemboca en su cauce.
Según el Boletín Nacional de Calidad del Agua 2024 del IDEAM, el Índice de Calidad del Agua (ICA) del río Bogotá se mantiene entre las categorías de “regular” y “mala”. Aunque presenta condiciones aceptables en su nacimiento, su calidad se degrada a pocos kilómetros de su nacimiento: es regular entre Villapinzón y Chía, y mala desde Cota hasta su desembocadura en el Magdalena, entre los municipios de Girardot y Nariño, en Cundinamarca.
Las trabas del Gobierno Nacional
Tras denunciar el panorama, el concejal Julián Uscátegui (Centro Democrático), resaltó que la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) Canoas, que busca revertir la situación al tratar el 70% de las aguas residuales de la ciudad y evitar que cientos, se encuentra estancada por una exigencia del Gobierno Nacional.
“Se busca que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) aporte una contragarantía del 130 % del valor del crédito solicitado, en recursos líquidos y realizables asegurados para cada año posterior al desembolso. El Gobierno Nacional le exige a Bogotá tener en caja mucho más dinero del que pretende prestar. Es absurdo. Si la ciudad tuviera esa plata, no necesitaría pedir prestado”, advierte el cabildante.
La obra, dice, requiere un crédito cercano a los 2,8 billones de pesos, lo que implicaría contar con más de 4,5 billones de pesos anuales disponibles solo para cumplir la exigencia del Ministerio. “Una condición inviable que ha detenido el inicio de la construcción”.
La situación, de acuerdo con las cifras entregadas por el concejal, contribuye a que, a diario, el río Bogotá reciba 297 toneladas de materia orgánica y 325 toneladas de residuos sólidos, que en un gran porcentaje, también resultan en el río Magdalena, de ahí la urgencia de que se tomen decisiones rápidas.
Actualmente, el 30% de las aguas residuales de Bogotá se tratan en la PTAR Salitre, y se espera que el proyecto de la PTAR Canoas asuma el 70% restante y el 100% de las aguas generadas en el casco urbano del municipio de Soacha.
Entre tanto, mientras se debaten los términos y las exigencias de Minhacienda que señala Uscátegu, las aguas del río Bogotá siguen siendo un referente de lo que no hay que hacer y de cómo, un cúmulo de malas decisiones a nivel político, técnico y de infraestructura, puede desembocar en una catástrofe ambiental como la que vive el río Bogotá desde hace décadas y que pese a la voluntad de intervención y cambio de políticos e instituciones, su cauce sigue siendo sinónimo de suciedad y abandono.
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