
Foto: Viviana Velásquez
Tatiana tenía 16 años cuando llegó al Santa Fe, una de las principales zonas de delito y explotación en la ciudad. Huyó de Manizales, tras los abusos de su tío. Nadie en casa le creyó y como acto de rebeldía se subió a un bus, para dejar su ciudad. Llegó a Bogotá sin un plan y solo con el impulso de ponerse a salvo. Pero no fue así: esa noche, sin un peso y con hambre, aceptó su primer servicio: un taxista le pagó la primera pieza y $20.000 por una hora, que todavía le duele recordar.
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Por Ana María Rodríguez Novoa
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