Lo que pone al descubierto la elección del presidente del Concejo de Bogotá

Archivo El Espectador

La elección de Nelly Patricia Mosquera (Partido de La U) como presidenta del Concejo de Bogotá —en contravía de los acuerdos políticos de las bancadas mayoritarias, que indicaban que era el turno de la Alianza Verde— no solo rompe una coalición hasta ahora había sido estable. De paso refleja el interés de restarle protagonismo, en un año electoral, a un partido que, por ahora, tiene los precandidatos más mediáticos a la Alcaldía de Bogotá.

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Que 25 de los 45 concejales haya desconocido los acuerdos —entre ellos dos expresidentes del cabildo que se vieron directamente beneficiados por ellos, como Roberto Hinestrosa (Cambio Radical) y Daniel Palacios (Centro Democrático)— da cuenta del poder e influencia que puede tener el cargo, pues desde ese atril se define, entre otras, la agenda de la corporación, el orden del día en los debates, la prioridad con que se tratará una u otra iniciativa y la programación de los temas de control político.

Sin embargo, es sin duda también un escenario de exposición relevante, mucho más en un año electoral y en el que la discusión central girará en torno al nuevo Plan de Ordenamiento Territorial (POT), la hoja de ruta que trazará el crecimiento de la capital durante los próximos 12 años y que definirá la forma en la que dará uso a los suelos.

Por si fuera poco, el presidente de la corporación también tiene entre sus funciones llevar la representación política del Concejo Distrital; firmar los proyectos que se aprueben y cerciorarse de que el secretario General del cabildo los radique en el despacho del alcalde para su sanción; declarar abiertas o cerradas las discusiones en las sesiones; integrar las subcomisiones transitorias o accidentales (ejemplo, la creada para el seguimiento al metro de Bogotá); entre otras.  

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De allí que muchos miraran con recelo y escepticismo la llegada de la Alianza Verde —en cabeza de la concejal María Clara Name— pues temían que con su presidencia adquieran aún más protagonismo los excongresistas Claudia López y Antonio Navarro, que son los nombres que suenan para asumir la candidatura del partido a la Alcaldía de Bogotá. 

Por ello, en medio de divisiones internas en las demás colectividades, comenzó a abrirse paso la opción de hacerle conejo a la Alianza Verde. Si bien los acuerdos políticos no son una camisa de fuerza, tal como quedó al descubierto en la sesión de ayer, para algunos concejales sí se trata de compromisos empeñados que garantizan la sostenibilidad y las buenas relaciones.

Tales acuerdos datan de 2016, cuando asumió el actual Concejo, cuando varios cabildantes de los partidos que obtuvieron mayor número de curules —entre ellos Cambio Radical (nueve), Liberal, Centro Democrático y Alianza Verde (todos con seis escaños)— acordaron cómo se iban a turnar la presidencia año a año, un hecho habitual que hace parte de la dinámica política al interior del cabildo y en el que prima la palabra de cada quien.

No obstante, que no se haya honrado tal palabra no fue bien visto por varios de los cabildantes, que reclamaban de sus colegas coherencia y si se quiere conformidad. En respuesta, quienes votaron a favor del partido de La U argumentaron que los acuerdos se rompieron en 2017 cuando la Alianza Verde se apoderó de una de las secretarías de las tres comisiones del Concejo, pese a que le correspondía a Cambio Radical.

Lo ocurrido muestra también las fricciones y divisiones que, como es natural en época electoral, comienzan a aflorar en las bancadas. El episodio que mejor ilustra lo anterior fue la discusión en la que se entrelazaron los concejales Yéfer Vega y José David Castellanos, ambos de Cambio Radical, en plena votación: mientras el primero defendía su apoyo por Nelly Patricia Mosquera (insistiendo en que ya se habían incumplido los acuerdos), el segundo, que votó por María Clara Name, le dijo mentiroso en referencia a unas supuestas actas del partido en las que por mayoría se había decidido por quién votar. El debate terminó en acusaciones de marrullería e hipocresía.

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De este tipo de disputas tampoco quedaron exentos partidos como el Centro Democrático, reconocido por su comunión y cohesión, pues dos de sus cabildantes votaron por Name y los cuatro restantes le expresaron su apoyo a Mosquera. En la orilla opuesta, colectividades como el Polo Democrático, la Alianza Verde, el Partido Conservador y el mismo Partido de La U terminaron votando en bloque.

No obstante, hubo concejales que se apartaron de la discusión alrededor del cumplimiento o no de los acuerdos y declararon no hacer parte de ellos, sino empeñar su palabra a otro tipo de compromisos. Por ejemplo, Hollman Morris (Progresistas) quien votó en contra de los verdes cobrándoles su respaldo irrestricto al gobierno Peñalosa.

Al margen de las acusaciones de lado y lado, de las grietas que comienzan a acentuarse y de lo reñido que pintarán las siguientes votaciones, la discusión alrededor de la presidencia del Concejo deja claro que al interior de los partidos hay afán por hacerle el quite a dos de las figuras más reconocidas (ambas de la Alianza Verde) para hacerse al segundo cargo administrativo y político más importante del país después de la Presidencia: la Alcaldía de Bogotá. Apenas es febrero y las elecciones serán en octubre, es decir, el debate apenas comienza.

Los concejales opinaron en redes sociales sobre lo sucedido: