La historia de los Avellaneda está permeada por el dolor y el arraigo a una tierra de la cual depende gran parte del suministro hídrico de Bogotá. Cuatro generaciones atrás, esta familia habitó un predio conocido como El Palmar, zona rural del municipio de La Calera y hoy parte del parque natural Chingaza.
Sin embargo, durante la construcción del embalse de San Rafael, la familia fue víctima de desplazamiento forzoso por parte de El Acueducto y los demás encargados de construir el embalse y el túnel que lo alimenta de agua.
Por fortuna, después de un largo suplicio, lograron recuperar parte de sus tierras y convertirlo en una reserva forestal y santuario de preservación animal. Con la ayuda del fondo del agua, en el que participan varias empresas del sector privado y entidades públicas, han logrado adecuar el terreno y convertirlo en una zona de interés visitada por locales y extranjeros con curiosidad sobre el recurso hídrico y natural de la región.
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