Si algo caracteriza a la Biblioteca Carlos Eugenio Restrepo es la forma en que sus programas han acercado a la lectura a personas en condición de vulnerabilidad, quienes reconocen que, además, les ha cambiado la vida. Por ello, fue seleccionada entre 119 bibliotecas públicas como la mejor del país, por lo que recibió el galardón “Daniel Samper Ortega”.
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Encontrarla no es difícil. Está en la localidad Antonio Nariño y se distingue entre las edificaciones del popular barrio Restrepo por sus cuatro pisos y su colorida fachada. Más conocida por los habitantes del sector como la “Carlos E.”, se ha convertido en un símbolo de unión de la comunidad y un espacio de construcción de memoria y paz.
A diario llegan allí alrededor de 1.200 visitantes, que en promedio consultan cerca de 15.000 libros, revistas y periódicos, así como instrumentos musicales que son parte de los 25.000 objetos que se encuentran en la instalación, que acoge a los habitantes de los barrios Restrepo, Quiroga, La Fragua, entre otros.
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Jimmy León es uno de los visitantes del lugar. Tiene 45 años y desde hace ocho perdió la vista. “Llegué por casualidad. Vengo de una familia musical y aprender a tocar guitarra es un sueño que tengo para ir superándome día a día”.
Los martes y sábados en la mañana Jimmy va a sus clases de guitarra. Su proceso ha avanzado a tal punto, que ya lee las partituras en braille gracias a la disposición de su profesor y la calidad humana de los que trabajan en la biblioteca. “Aquí me dedican un tiempo solo a mí y, aunque practico con más compañeros, desde niños hasta abuelos, estos me acogen y me están ayudando a alcanzar mi sueño”.
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Con algo de reproche reconoce que en la ciudad no hay alternativas para la población con discapacidad, pero espacios como la biblioteca Carlos E. les dan nuevas oportunidades de acceder a lugares públicos. “Para mí venir acá es una terapia. Aprendo todo el tiempo. Ocupo mi mente y no pienso en la frustración de no poder salir o no hacer lo que podía hacer antes”.
En los casos de Carolina Ramírez, Norma Castro y Martha Delgado, quienes forman parte de los grupos de teatro conformados en la biblioteca, este lugar les ha permitido superar sus dificultades. “Estar acá me mostró que existo y que aún tengo metas por cumplir”, dice Castro.
Asimismo, Delgado resalta que la biblioteca es un escenario en el que todos son iguales: “La gente nos acogió, nos motivó y ahora el lugar es muy especial, porque acá puedo aprender, compartir y quitarme de encima miedos que antes tenía”. Con esto se refiere a la obra que montaron y han presentando en los últimos seis meses, en la que tanto Castro como Delgado reflejan la lucha que han dado contra la obesidad.
Carolina Ramírez habla de su pasado como habitante de calle. Era gimnasta olímpica, pero la muerte de su mamá y el declive de su carrera deportiva la sumieron en el alcohol y la dejaron sin hogar. Hoy reside en un hogar del Distrito y se prepara para integrar el nuevo grupo de teatro de exhabitantes de calle de la biblioteca. “Queremos hacer una obra y lograr que las personas se paren de sus sillas a aplaudirnos, como lo hacen con Norma y Martha”.
Los rostros que le dan vida a la Carlos E. reflejan gratitud y esperanza. La biblioteca es el segundo hogar de muchos ciudadanos que buscan en el arte y la literatura una catarsis y un camino para superar las adversidades en sus vidas.
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