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Los bogotanos no somos fanáticos de nuestra propia ciudad. La miramos con Cierto cariño, con respeto y con temor en el fondo, al ver cómo crece y se nos va de entre las manos. Pero no nos lanzamos desaforadamente a defenderla o a exagerar lo que tiene.
Usted nunca escuchara a un bogotano esta frase: ‘‘ ¡Bogotá tiene los cerros más hermosos del mundo!”. Y si un extranjero le dice al bogotano que lo que más le gustó de la ciudad fueron sus cerros, este le responderá con cierta sorna:
“Si lindos, pero un poco fríos y peligrosones ¿No le parece?”
El 9 de Abril Mató los Cerros
El 9 de abril trajo como una de sus peores e inadvertidas consecuencias, la de que Bogotá le diera la espalda a sus cerros. Hasta 1948 había cierto interés por ese sector del Oriente, donde la primera Santa Fe comenzó a crecer y a defenderse de las tempestades y de los peligros de las inundaciones de la Sabana, que tuvo siempre algo de lago de Bochica.
El Paseo Bolívar, la Aguanueva, el Chorro de Padilla, la Cuna de Venus, La Peña, Monserrate, Guadalupe fueron siempre puntos gratos de referencia para los antiguos bogotanos. Jorge Eliecer Gaitán fue vecino en juventud de aquellos contornos y poco antes de su tormentosa muerte, se entusiasmó por la carretera de circunvalación, una de sus principales obras concretas como alcalde.
Es posible que quisiera rendir un homenaje "al suelo que lo vio nacer" y convertir los agrestes escenarios de sus juegos de niñez, en hermosos parques y avenidas que llevaran hasta su humilde casa natal del barrio de Egipto.
Y Laureano Gomez, no el político sino el intelectual fino y sensible, fue un enamorado de los cerros. Entre las obras concretas de la última etapa de su vida, también figura en empeño en construir un lugar destinado a ser la base para una fabulosa fuente de turismo y de adorno para Bogotá: la Hostería del Venado de oro.
De Espaldas a los Cerros
Desde el 9 de abril, los bogotanos comenzaron a mirar con cierto horror hacia los cerros.
Los declararon muertos, como a Gaitán.
Creyeron que la Hostería era un monumento a Gómez y lo derribaron, para convertirlo - a manera de expiación-, en un aislado sanatorio de niños paralíticos.
La carretera de Circunvalación se llenó de huecos los secretarios de Obras Públicas decidieron recortarle las migajas para la conservación.
Los periódicos no volvieron a mencionar a los cerros, a no ser para los crímenes vulgares y las historias de "cafuches".
Y el puntillazo se dio un día. No hace mucho, cuando un corpulento gringo que estaba maravillado tomando fotos de Monserrate, tuvo que batirse a muerte con un atracador. Ese día los cerros cobraron mala fama internacional.
Paulo VI, el Reconquistador
Cuando S. S. Paulo VI llegue a Bogotá, es posible que se diga para sus adentros, o tal vez emocionado y en público: "¡Bogotá tiene los cerros más hermosos del mundo!". Acostumbrado a las inocentes colinas romanas, para el Santo Padre será un espectáculo magnifico el de esas armoniosas y majestuosas montañas que tienen en su cima los símbolos exactos del mensaje de fe que el viene a reforzar en estas tierras.
Un Cristo herido, con su ermita para peregrinarle, y una virgen blanca, con los brazos extendidos sobre una nueva gran ciudad pecadora.
El milagro de Paulo VI para Bogotá sería el de devolverle a la ciudad su fe y su entusiasmo por los cerros.
La Ventana y el Cerro
El único debate a fondo que tuve con el arquitecto, en el momento de definir los planos de mi casa, fue el destinado a satisfacer un hondo anhelo personal; una ventana, lo más ancha posible, que abarcara la mayor cantidad de paisaje de los cerros de Bogotá.
Fue preciso construir unos soportes de hormigón para que la ventana, apenas de unos cincuenta centímetros de altura, tuviera todo el ancho del cuarto. Hubo gran dificultad para conseguir un vidrio de tan extrañas dimensiones. Finalmente, se logró construir el muro y el cuarto para la ventana hacia los cerros.
Es el cuadro más bello -y además cambiante a toda hora del día o de la noche-. Que pueda haber escogido para decorar mi casa y mi vida.
En los amaneceres el cuadro recoge toda la violencia de colores del recién nacido sol tropical, y el cuarto queda inundado de reflejos violetas y de penetrantes destellos rojos y ocres y blancos.
En las mañanas, durante gran parte del año, el cuadro es de un azul purísimo, en contraste con el verde oscuro y un poco sentimental de las montañas.
Al medio día y en las tardes, el verde se ilumina y se alegra. Cuando viene el crepúsculo, toda la policromía sabanera se proyecta como un reflector gigantesco sobre aquellas monumentales ondulaciones de bosques y de rocas.
Hay que estar preparado para el momento de la salida de la luna, porque es difícil resistir ese impacto majestuoso y variante. El monte negro comienza a llenarse de grises. De pronto. Una puntita de luna se cuela por entre los árboles y se inicia una sucesión de paisajes con una claridad serena, opaca, tranquila, ideal para la paz y el sueño.
A la luna bogotana, gorda y clara, tal vez se le alcanzarían a advertir desde aquella ventana las banderitas rojas y de barras y estrellas que se le han clavado para intentar violarla. Al cuadro se le incorporan de pronto, en la noche, detalles artificiales. Los carros que vienen de La Calera o de Choachi son candelitas que avanzan por entre la negrura, desaparecen, regresan, titilan y se lanzan a incorporarse a las luces de la ciudad.
Monserrate iluminado es un diamante de las noches bogotanas que aún no hemos apreciado en lo que vale. Y cuando hay lluvia y tormenta por los cerros, la ventana es un cuadro de Ariza. Nieblas, blancos, todos los tonos del gris con leves toquecitos verdes. Del cuadro se apodera toda esa estimulante melancolía del frio y de la bruma, vistos desde un cuarto tibio.
Esa es mi ventana una ventana que me creo la ilusión de ser el dueño, un poquito exclusivo, de los cerros bogotanos a los que el resto de la ciudad les da la espalda.
A Desempolvar Proyectos
Si se cumple el milagro de Paulo VI, vendrá para Bogotá la reconquista de sus cerros. Será el momento de desempolvar tantos proyectos, antiguos y recientes para que Bogotá se enorgullezca v disfrute de su mayor tesoro natural Hay que poner manos a la obra para reconstruir la carretera de circunvalación y planear en firme la “Avenida de los Cerros”.
Debe convertirse en un grandioso objetivo el plan que han tenido varios alcaldes de transformar las "faldas de Monserrate" en un sector apropiado para suntuosas residencias de embajadas. El sector cultural que ya está conformado en Las aguas, está trepándose a los cerros. Con las Universidades de Los Andes y América. Un desarrollo natural debe ser el de la Concha Acústica ya ofrecida por la colombiana de seguros en un predio situado frente a la estación del Funicular.
La Media torta tendrá que ser algún día, no desvencijado teatrito al aire libre, sino un grandioso coliseo, rodeado de Jardines y de atracciones, con la gradería natural de los cerros, para mantener la costumbre de que las gentes por millares
Aprecien desde allí los más grandes espectáculos que lleguen a Bogotá.
Monserrate se merece que así como se reconstruyó la iglesia- se proceda a convertir el camino de los peregrinos en una vía aseada, con comodidades elementales para que viaje a pie al cerro no sea un sacrificio peligroso sino uno de los más sanos y agradables paseos de Bogotá. Y el Hotel. Mucho se ha hablado del hotel de lujo en cualquiera de los maravillosos sitios entre Monserrate y Guadalupe. Con el milagro papal, muy pronto la ciudad podría mostrar orgullosa su imponente ''Hotel de los Cerros". O, mejor, el ''Hotel Paulo VI''.
Los Cerros Heridos
Los cerros están heridos Por varias generaciones, las gentes extrajeron de ellos piedras y arenas para construir sus viviendas y será necesaria una paciente labor de muchos años para cubrir esas heridas con una reforestación Intensa y una amplia protección forestal. Aunque nos toque apelar a Noeles y Santa Claus, tendremos que privarnos definitivamente de la destructora costumbre santafereña de subir al monte en los diciembres a recoger musgo y árboles para el pesebre.
En esa tarea de recuperación de los cerros lo más importante es que se lleve adelante con seriedad. El plan de ampliación del Parque Nacional ha venido cumpliéndose a cuenta gotas en algo muy parecido a un despilfarro de los dineros públicos pues existen varias obras destruidas antes de su inauguración.
Posiblemente sea necesario crear, para el Parque Nacional o para los cerros en general, un “comisionado especial”, al estilo de los que existen en otros países. Un funcionario dinámico, con autoridad e importancia a quien se den recursos para adelantar la obra en grande, porque si el plan continua marchando por entre gavetas de funcionarios mediocres, nunca lo veremos en la realidad.
Los cerros en el “CEI”
Ya no vale la pena un esfuerzo agotador para hacer algo por los cerros de Bogotá antes del CEI. Terminaríamos con un resello improvisado en la carretera de circunvalación, unos, cuentos remiendos a las obras viejas y vendría la disculpa posterior de que esos gastos demorarían las obras nuevas.
Es mejor que Su Santidad Paulo VI nos haga el milagro completo.
(*) Artículo publicado en el año 1968 en este diario