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Más allá del racionamiento: restauración para los embalses del agregado norte

Los embalses del agregado norte han sido alternativa para disminuir la presión al sistema Chingaza, ayudar en su recuperación y equilibrar el abastecimiento de agua en Bogotá. Sin embargo, tras un año, sus niveles han caído drásticamente. ¿Qué hacer?

Miguel Ángel Vivas Tróchez

18 de febrero de 2025 - 01:15 p. m.
Embalse del Neusa, Rio Neusa
Foto: GUSTAVO TORRIJOS
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Sin duda, Chingaza es una de las palabras más repetidas del último año en Bogotá. El nombre del sistema de abastecimiento, con sus embalses Chuza y San Rafael, se fue apoderando de titulares y tertulias, a medida que las orillas de las represas iban quedando al desnudo, a causa de una sequía, que obligó a ordenar un racionamiento, al que casi nadie se acostumbra. Por eso, hoy su nombre hace parte de un mantra que se exclama cada vez que se nubla el cielo: “Ojalá llueva en Chingaza”.

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Hoy, tras 10 meses de racionamiento, se empieza a repetir con igual frecuencia otra palabra: Tibitoc. La crisis hídrica obligó al Distrito a buscar opciones y hallaron una en la planta de tratamiento del norte: aprovechar al máximo su capacidad para potabilizar las contaminadas aguas de los ríos Bogotá y Teusacá, y de paso, bajar la presión sobre el sistema Chingaza, mientras se logra su recuperación. No obstante, sin la principal materia prima, era poco lo que se podía hacer. Y fue cuando la mirada también apuntó a los embalses del norte, que en los últimos meses han sido realmente la fuente que ha impedido que Bogotá afronten un racionamiento peor.

La idea surgió en medio del comité hidrológico, que conforman diversas entidades: La CAR, el IDEAM, el Acueducto de Bogotá, delegados de la Gobernación y de la alcaldía de Bogotá. Durante las reuniones llegaron a la conclusión de que la mejor forma de evitar la erosión total del sistema Chingaza era restarle presión. Como el racionamiento no bastaba, era necesario acudir a otras fuentes.

En primer lugar, se contempló el uso de un caudal mayor del río Bogotá, cuyas aguas son más difíciles de potabilizar, pero una vez tratadas son aptas para el consumo. Luego, para terminar de cuadrar las cuentas, se apuntó a los embalses Neusa y Tominé. A partir de entonces se instó a los privados a ceder el agua apresada y a la CAR a hacer otros ajustes, con lo que hoy, gracias a esta maniobra, el líquido que llega a los grifos de la capital proviene 50 % agregado norte y 50 % Chingaza.

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La estrategia permitió que Chingaza comenzara 2025 con más agua en comparación con enero de 2024. El problema ahora es que el déficit parecer trasladarse a Tominé, cuyo nivel completa tres meses con tendencia a la baja. Para el 1 de diciembre el embalse estaba en un nivel del 50 %. Actualmente, de acuerdo con el último reporte de la CAR, está en 41 %.

Descenso de Tominé

La situación podría empeorar, según la reciente advertencia que hizo la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR). Con base en el monitoreo constante que hace a los embalses, el director de la autoridad ambiental, Alfred Ballesteros, declaró que el embalse de Tominé ha experimentado un descenso considerable, respecto al volumen de agua que tenía el año pasado. Según el funcionario, ha perdido 75 millones de metros cúbicos de agua, respecto a enero del año pasado.

Esta situación se agravó, en vista de que los embalses del agregado norte, en particular Tominé, no pudieron recuperarse durante la temporada húmeda del año pasado. Empero, el dato más preocupante radica en las previsiones climáticas del Ideam para 2025. Los pronósticos del periodo húmedo, que comienza a finales de marzo, son neutros. Esto quiere decir, que las precipitaciones estarán en los promedios históricos y no habría la afluencia de lluvias intensa que requieren las represas para recuperar su nivel óptimo.

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De darse estas condiciones, el director de la CAR advierte que “el Acueducto de Bogotá no podría seguir obteniendo el 50 % de este recurso hídrico del agregado norte, sino que tendríamos que volver a tomar más agua del sistema Chingaza”. En diálogo con El Espectador, Balleteros opta por evitar el alarmismo. Sin embargo, es insistente en que, si los municipios no toman medidas contundentes, en especial Bogotá, lo más probable es que la llave aliciente de Tominé se deba cerrar.

Embalse de Tominé, el más afectado del agregado norte.
Foto: Acueducto de Bogotá

Este último escenario no sería el ideal, a pesar de la recuperación que han experimentado los embalses de Chuza y San Rafael respecto a los niveles de enero de 2024. De ahí, que, de acuerdo con las previsiones de la autoridad ambiental, los dos embalses que conforman Chingaza no soportarían la presión de abastecer, nuevamente, el 70 % del agua que requiere Bogotá.

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Asimismo, vale la pena resaltar que la obtención del líquido del agregado norte fue posible gracias a las gestiones de la Alcaldía y la CAR, para expedir los permisos necesarios. De hecho, la Corporación dio luz verde para que Bogotá pudiera desviar y tratar un m3 adicional del río Bogotá en Tibitoc, en vista de la contingencia. En su momento, Ballesteros le dijo a El Espectador que “seguiremos haciendo estas regulaciones, solo que, a partir de ahora, la CAR les va a imponer unas cargas específicas a algunos de estos embalses, que son privados, para que deban separar X cantidad de metros cúbicos en función de las necesidades de Tibitoc y del abastecimiento de agua potable a los habitantes”.

En vista de lo anterior, y a la espera del comportamiento climático en los próximos meses, el llamado de las autoridades a los hogares y empresas es el mismo: cada gota cuenta, y el ahorro del recurso es fundamental para evitar escenarios de racionamiento más drásticos. Esa, no obstante, es la tarea que le compete a la ciudadanía. Los gobiernos municipales y de Bogotá, por su parte, deben optar por una iniciativa más completa para buscar soluciones al mediano y largo plazo.

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Restaurar predios aledaños

Los contrastes meteorológicos entre la zona de los embalses y la ciudad saltan a flor de piel. Mientras en un día cualquiera, sobre todo de las últimas semanas, las calles de pavimento en la gran ciudad se vuelven ríos que invade casas, carros y zapatos, por igual, en los embalses persiste un tiempo más bien diáfano y seco. Salvo por ligeros atisbos de humedad y neblina en las primeras horas del día, el sol es el protagonista. Tanto es así, que los canales de desagüe de los embalses, con los cuales se regula el nivel cuando rebosan su nivel en temporadas de lluvia excesiva, hoy permanecen secos y bien podrían ser una pista de patinaje o de skate.

Embalse del Sisga
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

“No hay nada que regular”, dicen los técnicos, mientras hacen las cuentas sobre cuándo será el día en que por fin llueva. Las estimaciones dicen que probablemente será en marzo, con un volumen de precipitación considerable que le devolverá el furor hídrico a los embalses. El optimismo por parte del alcalde de Bogotá y sus asesores es disiente, y se ha llegado incluso a vislumbrar el fin del racionamiento. Pero en tiempos de cambio climático cualquier estimación climática es una moneda al aire.

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Empero lo anterior, hay una solución mucho más efectiva que ya se está empezando a aplicar. La restauración de especies nativas en predios aledaños a los embalses, es una opción acertada, de acuerdo con los expertos, para fortalecer los cuerpos del agua. Esto se debe a que las hectáreas de estos puntos funcionan como puntos de recarga hídrica que absorben toda la humedad y la desplazan hacia la vegetación y, de ahí, a los embalses. Dicho proceso, que debería funcionar de manera natural, hoy no fluye de la forma adecuada debido a la cantidad de especies invasoras sembradas en estos predios desde décadas atrás.

Pinos, retículos espinosos, y hasta eucalipto son ahora las especias que dominan el entorno, lo cual resulta problemático, ya que impiden el ciclo de recarga hídrica y, además, son potenciales catalizadores de incendios forestales. Por fortuna, hoy en día existen diversos mecanismos de restauración que pueden corregir estos errores provenientes de la huella humana. Sin embargo, salta a la vista otro obstáculo: estos previos son en su mayoría privados, por lo cual hace falta un mecanismo de adquisición para irlos incorporando al inventario de los municipios y de la CAR, para poder adelantar estos procesos.

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Zona de descarga y regulación de Neusa totalmente seca ante la ausencia de lluvias.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

En este sentido, los alcaldes de los municipios de Tausa, Cogua y Nemocón se sumaron a la iniciativa de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca - CAR y la Gobernación departamental, de avanzar en soluciones estructurales para hacer frente a la crisis hídrica. Por consiguiente, anunciaron la creación de una “bolsa común” para la compra de predios en Laguna Verde, una zona protegida indispensable para asegurar la producción de agua en el área de influencia del embalse del Neusa.

Los mandatarios David Ortiz, de Tausa, Cristhian Chávez, de Cogua, y Cristian Carrillo, de Nemocón, celebraron la decisión recientemente anunciada de ampliar el vaso del embalse del Neusa para aumentar su capacidad de almacenamiento en por lo menos 3 millones de metros cúbicos.

Toda vez que esta intervención busca principalmente garantizar el abastecimiento de los acueductos de los municipios aledaños a este sistema de regulación. De la mano de esta iniciativa, y de otras compras que ha efectuado la CAR con sus recursos, se esperan reunir 100 hectáreas para comenzar a realizar trabajos de restauración. De hecho, ya comenzaron labores de restauración en las primeras 30 hectáreas. Gracias a un mecanismo conocido como acuerdos por conservación, a veces es posible no adquirir el predio, pero sí pagar una cantidad menor a los propietarios para que ellos mismos se encarguen de la conservación.

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Allí, un grupo de cerca de 20 personas trabaja todos los días en la restauración de especies nativas. Cerca de 16 ejemplares como arrayanes, manos de oso, y arbolocos están siendo sembrados de manera inteligente en las primeras hectáreas de restauración. De acuerdo a las especificaciones de la CAR, este tipo de labores se deben realizar con un diseño de siembra personalizado que ayude a la próspera arborescencia de estos campos. Para este caso en particular, se eligió un diseño circular que solo puede ser apreciado por el aire.

Vista aérea de restauración de especies nativas en predios aledaños a los embalses.
Foto: CAR

La idea, explican los guardabosques encargados de la restauración, es que en la orilla del círculo se siembren las especies más grandes, frondosas, y que crezcan más rápido; mientras tanto, en el núcleo de la circunferencia, se opta por los especímenes más pequeños y de lento crecimiento. El método, ayuda a que las especies del exterior protejan de cualquier tipo de condición hostil a las más pequeñas para que ninguna se quede atrás y puedan crecer de manera óptima.

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Los técnicos a cargo le explican a este diario que a partir de los primeros dos o tres meses, los especímenes ya cumplen con la función de absorber la humedad y facilitar el ciclo de recarga de los embalses. Sin embargo, para que la capacidad se active totalmente, hacen falta unos cinco años cuando menos. La idea, es realizar este mismo proceso en este y más predios para conformar una especie de cinturón ecológico que le dé una mano a los embalses para evitar situaciones como la de los últimos años. “Nosotros solo estamos dando un empujón, la naturaleza se encargará del resto”, dicen los guardabosques mientras, con guadaña y machete en mano, aran la tierra minuciosamente.

A los municipios y a la mismísima Bogotá les llegó la hora de meterse la mano al dril. Efectuar la compra de predios, y la financiación de acuerdos de conservación, puede ser la decisión más sabia de los habitantes de la sabana de Bogotá en los últimos años. Ya no se trata de buscar nuevas fuentes en las entrañas mismas de la tierra, o de construir nuevos embalses. No es posible depredar cada manantial que podamos para saciar nuestra sed desmedida. En cambio, si se recupera lo perdido, y se regresa al origen mismo del ecosistema sabanero del que tanto hemos vivido, podremos volver a la época en la cual el agua circulaba sin restricciones por nuestros hogares y aquello de la escasez solo sea un anecdotario más en la epopeya milenaria de nuestro territorio.

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Continúe leyendo en la sección: Ruido y peligro: persisten los piques ilegales en las calles de Bogotá.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por Miguel Ángel Vivas Tróchez

Periodista egresado de la Universidad Externado de Colombia interesado en Economía, política y coyuntura internacional.juvenalurbino97 mvivas@elespectador.com
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