Sobre la carrera quinta con calle 17, en medio del ruido de las obras, andenes estrechos y el aura grisácea del centro de Bogotá se ve en un muro blanco el símbolo de un compás abierto, una escuadra y una G en el centro. Esta es la sede de la Gran Logia Colombiana Masónica, antigua y discreta hermandad que, dicen, se interesa en el perfeccionamiento de la sociedad, a través del estudio, el debate y la filantropía, y a la cual han pertenecido destacados intelectuales, personajes históricos y políticos del país. Pese a sus rituales, símbolos y a dividirse en lo que llaman logias, aclaran que no son una religión ni un partido político, pero sí creen en una fuerza superior: el gran arquitecto del universo.
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El día que los acompañamos era especial. Tras ingresar a la sede y atravesar un parqueadero, se veía la llegada de un grupo de hombres de traje negro, camisa blanca y corbatín, entre ellos Rubén Bueno, venerable maestro de la logia Constructores de la Armonía n.° 11. Todos estaban allí por dos motivos: el primero, asistir a la “tenida blanca”, una de las pocas ceremonias a la que pueden entrar profanos, en la que celebrarían los 50 años de la logia de Rubén. La segunda, ya reservada para miembros: el debate para elegir al gran maestro que, por dos años (o más si es reelecto), presidirá la Gran Logia.
La entrada de la mansión, color pastel, la custodian dos esculturas, de tres metros, de dos templarios con espadas. El recibimiento lo hace Camilo López, director del Museo Masónico Colombiano, quien resalta que la casa, que construyó el hermano masón Leo Kopp, data de hace 100 años, sobrevivió al Bogotazo y hoy es una pieza importante del museo. Allí no solo se exhiben los secretos de la cofradía, sino que es sitio de encuentro de las logias y donde realizan ceremonias como la de la hermandad de Rubén.
Junto a López está el gran ecónomo, Rafael Enrique Conde Martínez, quien narra cómo, desde sus orígenes, la masonería tuvo una fuerte influencia en las ideas republicanas del país y prueba de ello es que varios protagonistas de la independencia, como Francisco de Paula Santander, Antonio Nariño y Simón Bolívar fueron miembros de la organización.
También hubo masones en el siglo XX entre pensadores liberales, juristas, educadores y científicos, expuestos en fotografías del museo, como la foto inédita del poeta José Asunción Silva, a los que se suman personajes como Tomás Cipriano de Mosquera, José Hilario López, José María Obando, José María Melo, Manuel Murillo Toro, Eduardo Santos, Darío Echandía, Alberto Lleras Camargo y Germán Zea Hernández.
Si bien muchos gobiernos han sido ajenos a esta hermandad, la logia Colombia ha sido reconocida como legal, con personería jurídica y libertad de culto. Pero ¿qué hacen o han hecho los masones en Colombia? “No hemos hecho nada”, dice el gran ecónomo.
“Como personas de la institución sí hemos hecho algo. El sistema jurídico, legislativo, de salud y educativo han sido influenciados por nosotros”. Agrega que 21 presidentes han sido masones, “pero no porque los hayamos puesto, como algunos piensan, sino porque ellos tuvieron el empuje para hacerlo. No podemos señalar masones vivos, pero sí decir que hay muchos en las ramas del poder público. ¿Qué hacen? Tratar de ser justos, éticos y luchar contra la corrupción”.
Las logias en Colombia
Una logia, explican allí, es una agrupación de masones. Rubén Bueno, venerable maestro de su logia, se inició hace siete años. Llegó por un amigo que le compartió textos filosóficos masones y comenzó a asistir a charlas presenciales. “Llené el formulario a conciencia, con raciocinio y responsabilidad de la institución a la que iba a pertenecer. Luego me llamaron y fui iniciado”. Rubén explica que, aunque algunos crean que son ateos, el primer requisito es creer en un ser superior. “Puede ser Alá, Buda, Krishna, Dios... cualquier ser superior al que nos debamos”.
Lo segundo es tener oficio, trabajo o profesión. No tiene que ser titulados. Puede ser un artesano, siempre y cuando sea mayor de edad y demuestre que es independiente económicamente. Y un detalle adicional, no menor: ser hombre. Aunque hay logias femeninas hace 10 años, por siglos su acceso estuvo prohibido y la Gran Logia Colombia conserva la tradición. Sin embargo, esto no quiere decir que no tengan lazos. Por ejemplo, a la conmemoración de la logia de Rubén se invitó un grupo de hermanas masonas.
Los masones no pueden dar detalles de su iniciación. Eso, en parte, ha alimentado teorías e historias a su alrededor. “Detalles no puedo dar, porque hace parte de nuestras costumbres. Pero puedo decir que es una experiencia única. Cada hombre que llega a la Gran Logia y hace la iniciación vive una experiencia irrepetible”, expresa Rubén. Cabe aclarar que, según explican en el museo masón, para que exista una logia se necesitan mínimo siete masones. Hay logias de 30 y hasta 40 miembros, pero cuando se hace difícil establecer interlocución entre los hermanos nacen otras nuevas. En la Gran Logia de Colombia hay más de 120.
En 1849, cuenta Rafael, se fundó la Logia de Estrella del Tequendama. “Es la más antigua de este oriente”. En total hay siete “orientes” en el país. En el que está Bogotá, son 48 logias y cada una tiene un día distinto para reunirse. La de Rubén se reúne los martes. Como detalle, los nombres, algunos con números, son simbólicos y esotéricos, que intentan decir algo respecto de esa hermandad. Constructores de la Armonía 11, por ejemplo, hace referencia al “noble trabajo de la construcción” y el 11, considerado un número maestro en numerología esotérica y kármica, conecta con los misterios de la vida.
Símbolos
La fijación de esta hermandad por los símbolos, el significado del famoso compás de la entrada y su anillo son enigmas de la masonería. “El símbolo es el lenguaje más natural del ser humano. Es el lenguaje de la intuición”, dice el ecónomo, y explica que se trata de entender las cosas con el significado profundo del elemento.
“El compás significa hasta dónde quiero abrir mi conocimiento; la escuadra, que somos iguales, que el lado suyo es igual al lado mío, y la G en el medio quiere decir God, grandeza, geometría, generación, Géminis, Génesis, Gem. Ahora miren mis medias...”, El hombre muestra sus calcetines negros con calaveras blancas y añade: “Somos amigos de la muerte, porque hace parte de la vida”.
Sobre cómo llevan esta simbología a la práctica, Rubén responde que en sus reuniones por lo general hacen trabajos en los que se analizan muchos temas históricos y filosóficos, entre otros. “Abarcamos muchos tipos de pensamiento, que beneficien a la humanidad, como actividades filantrópicas. Tenemos entrega de mercados, libros, útiles escolares, actividades de asistencia social en salud. También tenemos actividades es donde ayudamos a personas de hogares geriátricos. Siempre sin ánimo de lucro”.
La “tenida blanca”
Aunque la mayoría de las reuniones masónicas son reservadas y algunos rituales solo los conocen los iniciados, en los últimos años esta cofradía ha buscado mostrar su rol en la historia colombiana. No solo a través del museo, sino también permitiendo que profanos ingresen a ceremonias como la de la logia Constructores 11. Para esta ocasión, piden no fotografiar a los asistentes, pues algunos podrían, incluso, perder su trabajo si fuesen relacionados con la organización.
Para la ceremonia, los asistentes llegan con traje negro, que simboliza la humildad, la modestia y la igualdad entre los hermanos; camisa blanca (iluminación) y el delantal o mandil, que representa el trabajo, la moralidad y la iniciación. El templo está en una recámara ubicada al fondo de la mansión. El techo asemeja un universo.
“Venerable Maestro, a las puertas del templo se encuentran los profanos que, atendiendo la especial invitación de esta respetable logia, desean asistir a la presente tenida”, es el llamado para entrar. Rubén Bueno, venerable maestro, preside la ceremonia. “La presente ceremonia es, ante todo, la mejor oportunidad para renovar nuestros compromisos y mirar hacia el futuro, con optimismo y entusiasmo”, dice.
Más adelante se entregan reconocimientos a destacados hermanos. Uno que otro exministro de Salud es condecorado, así como otros miembros de la logia que escuchan atentos sus palabras. Al final de la ceremonia, se deja en claro que ninguna puede terminar sin un “acto filantrópico”, así que se recogen aportes económicos en una bolsa, parecida a la de las limosnas de las misas católicas, pero con símbolos masones y destinado a alguna de las causas de la logia.
El nuevo gran maestro
Más tarde, un grupo de selectos maestros se reúne en una ceremonia cerrada, para debatir un tema: la elección del gran maestro de la Logia Colombiana. López, director del museo, muestra una placa ubicada a la entrada de la mansión, en la que, sobre piedra, han puesto cada uno de los nombres de los grandes maestros.
“Están allí personalidades como Jorge Valencia Jaramillo, creador de la Feria del Libro (2007 a 2011); Evaristo Obregón, uno de los rectores de la Universidad del Externado; Jorge Gaviria Liévano, vicepresidente actual de la Universidad Libre de Colombia; Adán Arriaga Andrade, Ministro de Agricultura afro y liberal durante el Bogotazo y cercano a Jorge Eliécer Gaitán, entre otros muchos otros”.
El gran maestro es nombrado por la Asamblea General de los masones. Cada logia o taller delega hasta cuatro personas, que votan por los candidatos al cargo. En este momento hay cinco candidatos. El 7 de agosto se dará a conocer el nuevo gran maestro, justo en una fecha en la que Colombia conmemora la Batalla de Boyacá, episodio clave en la independencia. Para los masones es un punto de inflexión. Con esta nueva elección se espera que el rumbo de su asociación siga abriéndose y generando el interés que ya causa entre los jóvenes.
Luego de salir del templo y atravesar el jardín, el ecónomo se despide, rumbo al debate para elegir al gran maestro. Los asistentes se dispersan y vuelven a sus vidas habituales. “La masonería sí cuenta un relato de nación, un relato que muy poco se conoce y que es importante para entender, incluso, nuestro pasado, nuestro presente y cómo vamos a ver nuestro futuro como ciudadanos”, concluye Camilo López, el director del museo, cerrando las puertas de madera de la gran mansión Kopp.
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