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Mientras miles pasan hambre, en Bogotá se botan 1,2 millones toneladas de comida

Una de cada cuatro toneladas de alimentos se desperdician a diario en Bogotá. Combatir esta problemática requiere mayor conciencia ciudadana y una economía circular que valore el alimento como un bien esencial y no desechable.

María Angélica García Puerto

29 de septiembre de 2025 - 08:00 p. m.
En la ciudad se estima que el 34% de los alimentos se desperdician, principalmente por su aspecto.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos Zuluaga
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La comida no debería terminar en la basura. Aunque parece una frase obvia, los datos y el hambre de miles de bogotanos demuestran que muchos la pasan por alto: a Bogotá anualmente ingresan casi 4,3 millones de toneladas al año y, al menos, la cuarta parte se pierde o se desperdicia. Lo que más se desperdicia son frutas y verduras, así como raíces, tubérculos y plátanos, en menor proporción. En contraste, alrededor de 224.000 bogotanos se acuestan sin comer. Para recordar esta desigualdad cada 29 de septiembre se conmemora el día contra el desperdicio de alimentos.

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La magnitud del hambre en la capital la han estudiado el DANE y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), que en sus estudios han señalado que, si bien son menos los hogares que padecen inseguridad alimentaria (en 2024 disminuyó 1,9%), la situación sigue siendo grave: 2,8% de los hogares pasaron hambre, porque se quedaron sin alimentos o estuvieron todo un día sin comer, varias veces al año. Para completar, el 60% de los hogares se han preocupado por no tener suficientes alimentos; el 42,7% consumieron poca variedad, y el 39,2% no pudieron comer alimentos sanos o nutritivos.

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“Los hogares de bajos ingresos no desperdician el alimento, porque claramente padecen hambre y están bajo la línea de pobreza. Son los de la clase media y alta quienes, al tener muchos alimentos, los dejan deteriorar y al final los tiran a la basura”, destaca el docente Óscar Alfonso, coordinador del Observatorio HambreCero, de la Facultad de Economía de la U. Externado.

¿Por qué estamos botando comida?

En el mundo, al año, se desperdician alrededor de 1.050 millones de toneladas de alimentos al año y, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), el 60% se pierde en los hogares (631 millones), seguido por el sector de proveedores de servicios alimentarios (290 millones) y el sector de minoristas (131 millones), proporción que corresponde a lo que ocurre en Colombia.

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Conscientes de lo injusto de la situación, algunas familias en el país ya hacen parte de las acciones para reducir el desperdicio. La Encuesta Nacional de Biodiversidad y Cambio Climático de WWF encontró que el 61% afirmó cocinar solo lo que va a consumir y el 51% dijo comprar solo lo que necesita y en cantidades adecuadas.

Sin embargo, guardar lo que sobra o almacenar los alimentos de forma adecuada, para prolongar su vida útil, son medidas que solo aplica el 30% de los colombianos. De ahí que, según la Secretaría de Desarrollo Económico, el 34% de los alimentos en Bogotá se desperdician principalmente por su aspecto.

“Es importante profundizar en lo que podemos hacer en diferentes momentos. Si estoy en un restaurante, la clave es preguntar muy bien qué ingredientes tiene el plato y pedir siempre lo que sobra para consumir en casa o para compartirlo con alguien. En cambio, si estoy en casa, es importante organizar las compras dejando lo más reciente atrás y lo que lleva más tiempo almacenado adelante”, explica Camila Cammaert, coordinadora de Alimentos y Agricultura de WWF Colombia.

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En el caso de la pérdida de comida, la cadena de suministros (producción, procesamiento, distribución y almacenamiento) también tiene responsabilidad. El profesor Óscar Alfonso señala que, en la última década, mucha de la pérdida ocurre por los intermediarios. “Es un aspecto crucial que requiere de una intervención decisiva en materia de política alimentaria”.

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El docente agrega que este contexto también se explica por la variabilidad del clima como es el exceso de lluvia o calor. Así coincide el docente de nutrición y dietética de la Universidad Nacional, John Jairo Bejarano, quien señala que desperdiciar alimentos equivale también a desperdiciar agua, energía, suelo y otros recursos que son vitales para la sostenibilidad del país. “Aquí se utilizan recursos energéticos, no renovables, que obviamente impactan sobre el medio ambiente”.

Dentro de las otras hipótesis sobre el porqué se pierde tanta comida, Carolina Chica Builes, directora de Economía Rural y Abastecimiento Alimentario de la Secretaría de Desarrollo Económico, enlista seis escenarios:

  1. Deficiencias en la cadena de frío, transporte y almacenamiento (agro-productores rurales hacia centros de acopio).
  2. Rechazo de productos por presentación estéticamente “no perfecta”.
  3. Sobreproducción o producción sincronizada sin previsión de demanda.
  4. Pérdida por vencimiento o mal manejo en hogares, supermercados, restaurantes.
  5. Falta de infraestructura adecuada para aprovechar los residuos orgánicos.
  6. Desconocimiento o falta de hábitos (consumidor que compra más de lo que necesita, mal almacenamiento doméstico, etc.)

Dar de comer

Ser la primera línea de acción privada para frenar el hambre. Esa es la principal misión del Banco de Alimentos de Bogotá desde hace 21 años. Gracias a donaciones de comida y productos para el aseo y el hogar, además del rescate al año de 3.400 toneladas de frutas, verduras y hortalizas en Corabastos, y 3.200 toneladas de productos en el campo cundinamarqués, pudieron entregar 48 millones de platos de comida en 2024 y beneficiar a 1.207 organizaciones, como comedores comunitarios, jardines infantiles, internados, adultos mayores, población fármaco dependiente, entre otros.

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A pesar de las cifras alentadoras, su director, el padre Daniel Saldarriaga, señala que frente a lo que se desperdicia en la ciudad, no alcanzan a salvar ni el 1% de los alimentos que se pierden en Bogotá. “Tiene que ver con la voluntad de la gente, la cultura del desperdicio y que no somos capaces económicamente de hacer mucho más”. Por su parte, Carolina Chica Builes, directora de Economía Rural y Abastecimiento Alimentario de la Secretaría de Desarrollo Económico, sentencia que no existen datos recientes paralelos que muestren cuánto porcentaje de la pérdida total se ha evitado específicamente.

Mientras tanto, destaca estrategias como la ‘Semana de Reducción de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos’, que busca sensibilizar y formar sobre los impactos de la problemática y llamar a implementar acciones individuales y colectivas en aras de solucionarla. Así como mercados campesinos, puntos de donación de alimentos, redes de solidaridad y alianzas con academia. “También se desarrollan estudios logísticos para mejorar el almacenamiento y transporte de los alimentos. El DNP está implementado estrategias para reducir las pérdidas en el principal centro de distribución de alimentos del país, Corabastos”, agregó.

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El 2016 fue el último año en que el Departamento Nacional de Planeación (DNP) mapeó la pérdida y desperdicio de alimentos, sin que hasta ahora se hayan hecho nuevas mediciones. Con la recién aprobada Ley 474 de 2025, que busca frenar el desperdicio de alimentos, se espera también una actualización que, además, trae consigo mayor severidad a quienes desechen o desperdicien alimentos de forma injustificada.

Combatir este problema requiere de un compromiso desde todas las esferas sociales, para no olvidarnos que detrás de cada dato, hay un rostro que a pesar de estar en una metrópolis como Bogotá, prefiere saltarse una de las comidas o simplemente acostarse con el estómago vacío, mientras las calles y rellenos, sobresale los alimentos.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por María Angélica García Puerto

Cubre temas de seguridad, primera infancia, educación, movilidad, derechos humanos y género.@_amariag
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