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Mitos sobre los pinos y eucaliptos en los cerros orientales

Jorge Berrío, experto forestal, sostiene en este texto que el plan para ir sustituyendo pinos y eucaliptos con plantas nativas parte de un mito que ha hecho carrera sobre esas especies. Aquí su defensa técnica e histórica de los bosques de los cerros tutelares de Bogotá.

Jorge Berrío Moreno*

19 de julio de 2017 - 04:25 p. m.
Archivo El Espectador/Cristian Garavito
Foto: CRISTIAN GARAVITO/EL ESPECTADOR - CRISTIAN GARAVITO
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En su edición del 29 de abril de 2017, El Espectador trae un artículo titulado “Pinos y Eucaliptos: una amenaza para los cerros orientales”, el cual contiene una serie de afirmaciones equivocadas sobre las especies que han protegido, durante más de 60 años, los cerros tutelares de Bogotá, así como desconocimiento de algunas fases históricas de la capital de la República.

Para comenzar, las coníferas y los eucaliptos fueron plantados en la década entre el 20 y el 30, a inicios del siglo XX, en las cuencas de los ríos San Cristobal, San Francisco y Arzobispo, como medio de protección de suelos y aguas, tal como lo relata el interesante estudio de Ignacio Bustos y Luis Venegas (IICA/INDERENA, 1975, “Evolución de las plantaciones forestales en Colombia”), por lo tanto, no es cierta la afirmación del señor Francisco Cruz, en el artículo, de que estos árboles fueron plantados porque “el gobierno de turno” pensó que los cerros se verían muy bonitos si se sembraban pinos como en los bosques europeos. Dicho sea de paso, el origen del ciprés es centroamericano, lo mismo que el de la mayoría de los pinos (patula, maximinoi) que están plantados en los cerros.

Tuve oportunidad de conocer algunas fotografías aéreas de los cerros orientales de Bogotá, tomadas hacia 1932, en las cuales se nota una marcada ausencia de vegetación y la presencia de zonas erosionadas, lo cual motivó la plantación de las especies que hoy son injustamente cuestionadas. Lamentablemente, la información sobre el manejo de los bosques que se originaron es bastante fragmentaria y, en buena parte, solo queda la visión nostálgica de los que conservan gratos recuerdos de las caminatas y travesías a Monserrate y de la visión de la ciudad desde esas alturas. Algún tributo a esas remembranzas aparece en el libro del escritor Aníbal Noguera, “Colombia bajo la sombra de sus árboles” (1982).

Cuando se dice que estas especies han sido injustamente cuestionadas, se debe, principalmente, a que se han desestimado los estudios que sobre el tema ha realizado la Universidad Nacional, la Federación de Cafeteros, CONIF y las Empresas Públicas de Medellín, entre otras, en las cuales se han demostrado los beneficios ambientales de las plantaciones con estas especies. En particular se menciona a las Empresas Públicas de Medellín, una exitosa organización que, dicho coloquialmente, vive de “vender aguaceros” vía una línea eléctrica o una llave de agua y ha protegido, desde hace más de 60 años, sus embalses principales (Peñol, La Fe, Riogrande, Troneras, Piedras Blancas) con plantaciones de coníferas.

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Sobre lo anterior, me vienen a la memoria varios estudios y análisis de EPM. El primero, acerca de los efectos de la reforestación sobre los caudales de la quebrada Piedras Blancas, en el cual las plantaciones arrojan resultados positivos. Otro fue presentado por el ingeniero Jaime Trujillo en el Congreso Nacional de Cuencas Hidrográficas, auspiciado por Corpocuencas, realizado en Cali en 2005, una de cuyas conclusiones es que la empresa podría darse el lujo de regalar la madera de sus bosques, ya que la protección que han suministrado a la calidad de las aguas que abastecen sus embalses, compensa, de lejos, el costo que ha tenido el establecimiento y manejo de las plantaciones. Por demás, los que quieran conocer mejor las experiencias de EPM en manejo forestal, las cuales incluyen valiosos testimonios en recuperación de suelos, pueden consultar la Revista “Empresas Públicas de Medellín”, ( vol 16 , junio a septiembre de 2007.).

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Los que estén interesados en tener una visión mejor y más objetiva sobre los eucaliptos – de los cuales hay cerca de 600 especies – pueden consultar los trabajos del investigador de la Universidad de Piracicaba, profesor Walter de Paula Lima, entre los cuales se menciona “O reflorestamento com eucalipto e seus impactos ambientais”, estudio del cual hay varias ediciones.

Para los que tenemos no solo un recuerdo nostálgico de los bosques de los cerros, sino también algún conocimiento técnico sobre su comportamiento ecosistémico, resultan altamente tendenciosas afirmaciones como que se va a reemplazar los árboles actuales para “frenar los daños que le han causado a los recursos naturales” o que se van a plantar especies nativas “para devolverle los nutrientes al suelo, que los pinos y los eucaliptos le quitaron”.

En fin, el tema se presta para una larga discusión, en la que deberían participar verdaderos conocedores, como podría ser el profesor de hidrología forestal Guillermo Vásquez Velásquez, un estudioso desde hace largo rato, de estas materias y dado el alto costo de la propuesta del Plan de Manejo Ambiental, ésta debería someterse a un profundo análisis, ante las amplias dudas que suscita.

Para un país cuya economía agropecuaria depende, en una gran proporción, de especies introducidas como el café, el plátano, la caña, los cítricos y muchas otras y en una ciudad como Bogotá, bellamente ornamentada por varias especies introducidas y llena de necesidades básicas en vías, en educación, en empleo, en salud y en seguridad, parece un exabrupto que se haga una propuesta que cuesta 60 billones de pesos, con fundamento en apreciaciones que no tienen un soporte científico, ni datos serios en que apoyarse.

Si en realidad se hiciera científicamente una investigación, sobre los efectos ambientales y sociales de los árboles, ejecutada  con datos estadísticamente válidos, es muy probable que los que ahora denigran de las especies que componen los bosques de los cerros tutelares, se llevaran una sorpresa, la cual permitiría dimensionar y agradecer los amplios beneficios que esas áreas le han generado a la ciudad y a sus habitantes.

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* Ingeniero Forestal

Por Jorge Berrío Moreno*

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