Juan Pablo Arenas, de 22 años, y Marco Andrés Ortiz quedaron sentados en uno de los rincones de la plazoleta de la calle 85 con carrera 15, impávidos. Se sentían engañados. En un ataque de furia, Arenas corrió hacia los victimarios. Cuando Élder Viáfara Cadena, alias Blanquita, un hombre de tez morena, corpulento, se dio cuenta de que los perseguían, detuvo su marcha y enfrentó al joven. Primero le pegó un par de golpes y después, con un movimiento veloz, sacó un cuchillo de su impermeable azul y lo remató.
En el informe del perito del caso quedó registrado que el joven periodista, que trabajaba para la casa editorial Semana, había recibido varios golpes en el tórax. Arenas sólo se libró de las manos de Blanquita, conocido en la zona por su negocio de venta de droga, cuando su amigo, Ortiz, le lanzó una piedra a éste. El único testigo fue Alexánder Ortiz Arias, un hombre que se encontraba en la zona cuando ocurrió la tragedia.
En aquella madrugada del primero de enero de este años, ni los médicos ni la policía llegaron. Lo primero que hizo Ortiz cuando vio a su amigo tirado sobre el pavimento, fue salir corriendo a la Clínica del Country en busca de ayuda, pero sólo consiguió que un vigilante le dijera que no había nada que hacer, que lo mejor era que llevara a su amigo como pudiera.
La falta de control en la zona, la imprudencia y la desidia fueron al final la causa de la muerte de Juan Arenas. Su caso hizo que las autoridades distritales se dedicaran a monitorear la zona, que se restringiera la venta de bebidas alcohólicas y que se implantara un toque de queda para menores de edad. Al final, Blanquita fue condenado a 10 años de cárcel.
Por María Camila Peña
