Publicidad

Opinión: 200 gamines o 200 parceros en el fútbol

A Fico, Galán, Eder y demás alcaldes les corresponde hacerle frente a la violencia en el fútbol. Su visión sobre los jóvenes que hacen parte, y los que vendrán, de las barras del fútbol, será fundamental para seguir en un círculo vicioso o salir de él.

José David Riveros Namen
03 de octubre de 2024 - 05:37 p. m.
Entender y trabajar de la mano de los chicos y chicas que hacen parte de las barras es fundamental. Y no sólo es un tema alrededor del estadio, es un asunto que hay que llevar a sus casas, a sus barrios, a sus parches.
Entender y trabajar de la mano de los chicos y chicas que hacen parte de las barras es fundamental. Y no sólo es un tema alrededor del estadio, es un asunto que hay que llevar a sus casas, a sus barrios, a sus parches.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La falta de convivencia o, como en nuestro caso, la violencia entorno al fútbol es un problema que han vivido decenas de sociedades en el mundo y que sufren las administraciones locales. Inglaterra puede ser el país que más cátedra puede dar sobre el tema. Hace cerca de 30 años, los famosos “hooligans”, pusieron en jaque al país que inventó el fútbol. Tuvo que pasar mucha “mano dura”, pero sobre todo mucho trabajo alrededor de la cultura del que para muchos -como para mí- es el deporte más lindo del mundo.

LEA: Cuatro años de la masacre en el CAI de San Mateo, sin sentencia ni reparación

Latinoamérica, por supuesto, no ha sido ajena a este problema. Argentina ha tenido cientos de episodios de violencia en los estadios y sus alrededores. No en vano, dos equipos argentinos (Boca y River) tienen el nefasto hito de haber logrado que una final de la Copa Libertadores, el mayor torneo de clubes del continente se jugara en Europa, básicamente porque no hubo garantías de seguridad para adelantarlo en Buenos Aires.

En Colombia, la historia la estamos viviendo, tristemente, cada 8 días. Las ciudades y los gobiernos locales son los que tienen que salir a afrontar el tema. El más reciente episodio lo vivimos en el Atanasio Girardot de Medellín, en un juego Nacional - Junior. Una situación lamentable que dejó más de 20 heridos y que develó la enorme ineficiencia de la seguridad del estadio en la que, de un momento a otro, decenas de personas sacaron puñales dispuestos -como efectivamente lo hicieron- a cualquier cosa por “defender un trapo”.

Al día siguiente, el alcalde Federico Gutiérrez, muy a su estilo, madrugó a sacar el “cartel de los más buscados”, a “cerrar las fronteras” para que no haya hinchada visitante en Medellín y a lamentar que “200 gamines” dañen el espectáculo de más de 26.000 personas. La pregunta es: ¿Qué pasa después de estos anuncios? ¿Realmente cambiará algo? Me atrevo a decir que no cambiará nada. La visión que develó el alcalde es muy reduccionista para un problema social muy complejo que excede las inmediaciones de cualquier estadio.

Le puede interesar: Casa Libertad: lugar de segundas oportunidades en el corazón de Bogotá

Supongamos que la policía lograra capturar a los del “cartel de los más buscados”. ¿Qué hará la justicia con ellos? Lo más probable es que en la audiencia de legalización de captura sean dejados en libertad inmediatamente. Y ahí, llegará otro reclamo “airado” del alcalde. Si no se logra individualizar a quienes hirieron a otras personas, desde el punto de vista judicial, será muy poco lo que se logrará. Claro, si se demuestra que un individuo específico cometió estos hechos, la Fiscalía debe ser implacable y -en mi criterio- debe imputar, incluso, tentativa de homicidio.

Si esto no es así, jurídicamente, los “gamines” sólo cometieron dos contravenciones de policía. La primera, portar un arma cortopunzante que le dará para una multa de cerca de un salario mínimo. La segunda, es la violación de la Ley del Fútbol que sí le puede implicar una multa mucho mayor, pero sobre todo una prohibición de entrada a los estadios del país de, por lo menos, 10 años. Las administraciones locales pocas veces lo aplican, en tanto siempre se enreda en una discusión jurídica por parte de los inspectores de policía. Bogotá, en los últimos años, recorrió un camino que vale la pena estudiar, encargando a inspectores específicos la aplicación de esa ley, tanto en el estadio como afuera de este.

La respuesta judicial o administrativa poco o nada cambiará la realidad social y cultural que es la verdadera raíz de muchos de los problemas. ¿Qué lleva a un joven a pensar que puede herir a otro por el fútbol? ¿Cuál es el entorno familiar de esos jóvenes? ¿Cómo logramos no reproducir los comportamientos violentos en las futuras generaciones? En la respuesta a estas preguntas está la nuez del asunto.

Más información: Nuevos talentos sin escenarios: ¿se entregará la unidad deportiva El Salitre?

Bogotá ya ha pasado por ese “tono bravo” del alcalde Federico Gutiérrez y poco o nada ha logrado. En contraste, cuando llevó cabo la política de goles en paz, tanto la realizada en el año 2012, como la versión 2.0 de la administración pasada, los resultados fueron distintos. Por ejemplo, Bogotá era la única ciudad de Colombia en la que, en un clásico capitalino, podía haber hinchada de ambos equipos.

Entender y trabajar de la mano de los chicos y chicas que hacen parte de las barras es fundamental. Y no sólo es un tema alrededor del estadio, es un asunto que hay que llevar a sus casas, a sus barrios, a sus parches. Realizar ejercicios de convivencia, entender las dinámicas que hay detrás de esa apropiación sentimental por un “trapo”, conocer a la persona, a la familia, al grupo, mucho más allá del supuesto “gamín” es el camino correcto.

Las oportunidades son fundamentales, especialmente para romper los círculos de violencia. Por eso, además de Goles en Paz 2.0, Bogotá llevó a cabo el programa “Parceros” del que, por supuesto, también hacían parte jóvenes de las barras futboleras. A través de este, más de 20.000 jóvenes bogotanos, no sólo encontraron un alivio económico por unos meses, sino que lograron construir un proyecto de vida de la mano de un grupo de profesionales dedicados a acompañarlos. Luego de su paso por el programa, fueron beneficiados con becas universitarias o técnicas, con capitalizaciones para sus emprendimientos o se conectaron con un empleo. Lastimosamente la administración Galán acabó con el programa, en parte porque sólo lo entendieron como un mecanismo de transferencias y no como lo que verdaderamente era: un programa de conexión de oportunidades.

Por supuesto, la violencia hay que castigarla severamente, hay que perseguir y judicializar a quien hiere o intenta a asesinar a una persona, pero los ciclos viciosos sólo se paran cuando se llega a la raíz del problema. Medellín, Bogotá y todas las ciudades de Colombia tienen esa obligación. Necesitamos más parceros en el fútbol.

José David Riveros Namen

Por José David Riveros Namen

Abogado experto en derecho público, formulación de políticas públicas, relacionamiento político y regulación estatal. Ex secretario de gobierno de Bogotá con amplia trayectoria profesional en el sector público y conocimiento de la dinámica político-jurídica de las entidades del Estado, gerencia de proyectos de inversión y manejo de crisis.@JDRiverosjosed.riverosn@gmail.com
Conoce más

Temas recomendados:

 

José(91626)03 de octubre de 2024 - 06:00 p. m.
Excelente columna, encontrar la causa raíz y trabajar desde allí. Estigmatizarlos agudiza la situación y crea más diferencias.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar