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La Alcaldía de Bogotá inició la labor de recuperar el espacio público en las estaciones de Transmilenio, que fueron tomadas por ventas ambulantes y artistas callejeros, muy a pesar de todo el debate que un trabajo como este suele generar por las posibles afectaciones a la población vulnerable que vive de esta economía.
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Así mismo, la administración del alcalde Carlos Fernando Galán debería hacer un gran esfuerzo por recuperar el espacio público en la Carrera Séptima, entre la calle 11 y la calle 24, especialmente los fines de semana, en donde es tanto el desorden que genera la presencia de cientos de vendedores ambulantes, sumada a la de artistas callejeros, que es sencillamente imposible disfrutar de esta vía.
Esta situación fue advertida desde la administración de Samuel Moreno Rojas, quien poco o nada hizo, porque la cabeza de esta alcaldía estaba dedicada a saquear las finanzas de Bogotá. También se le dijo al siguiente alcalde, es decir al hoy presidente Gustavo Petro, pero mejor ni hablemos de estos insípidos años de parálisis bogotana.
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Por supuesto, al regresar Enrique Peñalosa al Palacio Lievano quiso retomar la misión de recuperar la carrera Séptima, y para esto se hicieron mesas de trabajo, acercamientos con los líderes de las ventas ambulantes y, como era de esperarse, también operativos, pero, por más esfuerzos que se realizaron, todo fue en vano, porque a los dos o tres días retornaba el mismo escenario, a veces con los mismos protagonistas y en otras ocasiones con nuevos.
No puedo decir que Claudia López no hizo nada al respecto, pero tampoco puedo decir que su trabajo en este aspecto fue el mejor, porque a juzgar por los resultados no hay como defenderlo.
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No se trata de perseguir a quien se rebusca el dinero valiéndose de lo que tiene a la mano para salir adelante, pero si se necesita realizar un trabajo constante en esta materia sí en verdad se quiere organizar la economía callejera en esta parte de la ciudad, de tal forma que se pueda imponer el orden y la seguridad que todos pedimos.
Para esto se requiere de un trabajo articulado entre la Secretaría de Gobierno, el IPES, la Defensoría del Espacio Público, la Secretaría de Integración Social y, por supuesto, del acompañamiento de la Policía Metropolitana de Bogotá. Claro que se debe dialogar y sé muy bien que la Alcaldía de Carlos Fernando Galán está abierta a conversar, pero, debe fijar límites y no permitir que estas conversaciones se conviertan en eternas mesas de café en donde los líderes de los vendedores ambulantes aprovechan estos espacios para dilatar la posibilidad de establecer acuerdos y no permitir fijar un final feliz.
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Solo si el Gobierno de Bogotá fija un límite podrá entonces ejercer la autoridad que le corresponde e imponer el orden como es su obligación. Reitero, no estoy pidiendo una persecución abierta a las actividades económicas que se realizan en las calles, porque detrás de cada vendedor ambulante hay una tragedia familiar que no se puede ni se debe ignorar, pero no por esto la administración pública, en este caso, la de Bogotá debe permitir que se le tome del pelo.
Me gusta lo que hace la Defensoría del Espacio Público por revitalizar los puntos negros en el espacio público de Bogotá, y esperaría que la administración en su conjunto apoye esta labor y le pongo ojo a la Carrera Séptima entre calles 11 y 24, que se supone está diseñada para el disfrute del ciudadano pero que se ha convertido en un lugar donde el rey y señor es el desorden y el caos.
