Hace varios años Bogotá fue testigo de un significativo flujo migratorio proveniente de Venezuela, especialmente desde 2018, cuando miles de venezolanos se vieron obligados a abandonar su país debido a la crisis política y humanitaria ocasionada por la dictadura de Nicolás Maduro. Hoy en día, Bogotá alberga a 615.000 migrantes venezolanos, lo que representa el 21% del total que hay en Colombia. Este fenómeno ha significado numerosos desafíos, pero también ha traído una infinidad de beneficios y oportunidades, que deben ser reconocidos y valorados.
Bogotá siempre ha sido una ciudad receptora de población y miles de familias han llegado a nuestra ciudad en busca de nuevas oportunidades; varios miles han llegado huyendo de la violencia generada por el conflicto armado, y miles de familias venezolanas se han radicado en la capital, producto de la crisis social, política y económica que viven en su país. La migración construye grandes ciudades. Nueva York, Londres, París, Barcelona, Berlín y Buenos Aires no serían lo que son sin sus procesos históricos de migración.
La llegada de los venezolanos ha traído grandes beneficios a la ciudad. En primer lugar, este flujo migratorio ha dinamizado la economía local de manera notable. El espíritu emprendedor y la resiliencia de los migrantes han dado lugar a la apertura de nuevos negocios que no solo generan empleo, sino que también aportan innovación. Según la Secretaría de Desarrollo Económico, los migrantes han creado 9.000 empresas y generado 188.000 empleos. La presencia de profesionales altamente calificados ha enriquecido el sector laboral, incrementando la competitividad de la ciudad y promoviendo una cultura de emprendimiento que nos inspira a todos.
La migración ha enriquecido el tejido social y cultural de Bogotá. La diversidad cultural aportada por los migrantes ha revitalizado la vida social de la ciudad, creando un entorno más vibrante y cosmopolita. La gastronomía venezolana ha ganado popularidad, agregando una variedad de opciones culinarias que generan empleo, ingresos y atraen a turistas.
Sin embargo, los retos que ha tenido la ciudad no han sido menores. Las dificultades que han padecido los venezolanos en Bogotá han sido muy complejas. La adaptación cultural, las barreas laborales y de acceso a servicios han sido elementos que han dificultado la integración. Las autoridades locales han tenido que hacer esfuerzos extraordinarios para proporcionar asistencia humanitaria y proveerle servicios públicos a las miles de familias vulnerables procedentes de Venezuela. No obstante, estos desafíos han servido para poner a prueba y fortalecer la capacidad de Bogotá para responder a crisis humanitarias, promoviendo una cultura de resiliencia y solidaridad.
Gracias a la migración, la alcaldía de Bogotá ha podido adecuar y mejorar sus servicios de atención. Hoy, hay 80.435 venezolanos afiliados al régimen contributivo y 115.857 al régimen subsidiado de salud. Además, 68 mil niños, niñas y jóvenes venezolanos estudian en nuestra ciudad. La integración de la comunidad venezolana ha promovido la creación de programas y políticas de inclusión social, fortaleciendo el tejido social y fomentando una mayor cohesión comunitaria.
Los esfuerzos de la administración de Bogotá no han sido en vano. En 2023, se logró reducir la pobreza multidimensional en la población migrante, pasando del 19.1% al 12%. En 2023 la alcaldía expidió la Política Pública para la Acogida, la Inclusión y Desarrollo para las y los Nuevos Bogotanos ‘Población Migrante Internacional (PMI), la cual definió 42 puntos críticos, 6 factores de riesgo, 3 objetivos específicos, 4 grandes resultados con 52 productos. Es la ruta de la inclusión social, económica y cultural.
La migración venezolana a Bogotá ha sido, sin duda, un proceso lleno de complejidades y desafíos, pero también ha revelado una gran cantidad de oportunidades para el desarrollo y el crecimiento mutuo. La integración de los migrantes ha fomentado una mayor comprensión y empatía en la sociedad bogotana, promoviendo valores de inclusión y solidaridad.
A largo plazo, la ciudad se enriquece no solo económicamente, sino también social y culturalmente, gracias a la mezcla de experiencias y conocimientos. Este fenómeno migratorio nos recuerda la importancia de la apertura y el apoyo mutuo en tiempos de crisis, y cómo, al final, los beneficios de acoger a quienes buscan una vida mejor pueden superar con creces las dificultades iniciales.
La amenaza que genera la dictadura venezolana y el fraude electoral en las elecciones presidenciales demandan una respuesta global, firme y coordinada, pero también una acción clara de parte de la alcaldía y la sociedad bogotana, la verdadera integración es vital para el bienestar de la ciudad y de los dos países. Gracias Venezuela, por ayudar a construir una mejor Bogotá.