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Opinión: Cachacos en la reconstrucción de Providencia

Testimonio de un constructor bogotano que participó en las obras de reconstrucción de Providencia, tras el huracán Iota.

Alberto López de Mesa
24 de agosto de 2022 - 10:15 p. m.
La estructura de acero es una de las modalidades en las que se construyen las viviendas nuevas. El avance en este aspecto es del 37 %.
La estructura de acero es una de las modalidades en las que se construyen las viviendas nuevas. El avance en este aspecto es del 37 %.
Foto: María Camila Ramírez Cañón

Con el arquitecto bogotano Rafael Forero coincidimos tres semestres en la Facultad de Arquitectura de la Universidad La Gran Colombia. Como diseñador era ortodoxo y funcionalista, en cambio, lo admirábamos porque, desde antes de graduarse, ya estaba en el negocio de la construcción, era socio de una arenera y tenía su combo de albañiles. Eso era su empresa y le salían buenos contratos.

Por casualidad nos volvimos a ver en la cafetería de los cinemas del centro comercial de la 72. Como le pregunté el porqué del notorio bronceado de su piel, me contó que estuvo año y medio en Providencia, con operarios y equipos de su constructora, contratado por la Banca de Desarrollo Territorial, Findeter, junto con otras compañías, la mayoría de Bogotá, seleccionadas para el plan gubernamental de reconstrucción de la isla devastada en 2020 por el huracán Iota.

Dado que el asunto es tema en discusión por las polémicas declaraciones del presidente Gustavo Petro, luego de la evaluación que él y la comitiva de gobierno hicieron del estado de las obras de reconstrucción de Providencia adelantadas por el gobierno de Iván Duque.

Justo es que comparta aquí el punto de vista de quien participó directamente en la construcción de las nuevas casas y en la renovación de la infraestructura de la isla devastada por el huracán.

¿Por qué contratan empresas bogotanas?

Mi empresa Cantera Ltda. puso maquinaria y operarios en la unión temporal con Marvel, una de las tres constructoras que, con la interventoría de Masterplan ingeniería y Cía Ltda, integraron el Consorcio Providencia, responsable de hacer las nuevas viviendas en el programa gubernamental Reconstrucción de las islas Providencia y Santa Catalina.

Me favorecieron dos cosas: la experiencia en Armenia, donde restauramos edificios municipales afectados por el terremoto y también que, en diciembre de 2020, por la pandemia, en las paralizadas obras en el Canal del Dique, yo tenía dos volquetas, una retroexcavadora, dos plantas eléctricas y una cuadrilla de cuarenta operarios, albañiles, plomeros, soldadores, electricistas.

Eso abarataba costos por la cercanía al puerto de Cartagena, desde donde, en barcazas de la Armada y de particulares, transportaban materiales, alimentos y operarios hasta las islas. Yo viajé en avión hasta San Andrés porque el aeropuerto El Embrujo de Providencia quedó totalmente inútil.

De mi cuadrilla un grupo se embarcó en naves del Ejército, dos días de viaje, 800 kilómetros de sufrimiento. Me protestaron. Para los otros exigí el trasporte aéreo para no arriesgarme a que desertaran.

Debió usarse la mano de obra oriunda. ¿Por qué llevaron obreros cachacos?

Cuando llegué a la isla vi escombros por todas partes, el desconsuelo de los damnificados era conmovedor. Nunca habían sufrido la fuerza devastadora de un huracán nivel 5. Meteorólogos expertos de la Florida y de Japón, explicaron que Iota fue consecuencia del cambio climático y advirtieron que vendrán más huracanes de ese nivel.

O sea, que los modos tradicionales de construcción son vulnerables a los ventarrones. Hay que usar materiales resistentes y con esa directriz el Consorcio Providencia decidió los materiales para la reconstrucción de viviendas e infraestructura, que aprobó Findeter en consenso con el gobernador del departamento, el alcalde, autoridades y líderes de la comunidad raizal.

A mí no me pareció adecuado el que nos entregaran diseños preconcebidos de los tres tipos de casas que construimos, pero doy fe de que los isleños eran los más entusiasmados con los diseños.

Yo contraté mano de obra nativa, busqué a los que nos enseñaran defensas contra el salitre, en las zapatas y en los palafitos que hicimos en acero. Pero muy poquitos tenían experiencia en mampostería, además ganaban más vendiendo comida y lavándonos la ropa que en la construcción. Mienten los raizales que vengan a decir ahora que no los tuvimos en cuenta.

¿Cuánto ganó tu empresa por sus trabajos en la reconstrucción?

Yo cobré el mínimo básico por el alquiler de las máquinas, pero ni un peso por mis servicios profesionales, que fueron muchos. De mi cuadrilla me renunciaron diez inconformes con lo que les pagaba el consorcio. Todavía no he hecho cuentas de lo que me gasté ese año y medio, pero estoy seguro de que me voy en pérdidas. Créeme, la participación en la reconstrucción para mí fue un servicio, no un negocio.

$600 millones fue el costo de cada casa

No sé de dónde salió esa cifra. Lo que entiendo es que en los precios de todo están incluidas muchas cosas, incluso la especulación de los proveedores, negociantes buitres que no faltan en las emergencias.

¿Cómo era un día tuyo allá?

Hubo varias etapas. Llevé mi retroexcavadora y mis volquetas en diciembre de 2020 para remover escombros donde la Cruz Roja, el Ejército y los de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres instalaría las carpas de albergue a damnificados. Imagínate el caos.

En las tragedias se notan las diferencias sociales. Gente pudiente se albergó en las casas de ricos que no colapsaron, en el hotel Decameron y en Deep Blue.

Se juntaban muchas cosas: las medidas preventivas por la pandemia, el hospital destruido, la escasez de agua potable y el rebusque de los que, acostumbrados a vivir del turismo y en temporada alta, con tanto foráneo, nos abordaban ofertando de todo a precios de locura.

Los alumnos llegaban desde Nicaragua y Cartagena, fue desordenada la distribución y sospecho que hubo acaparadores y corrupción.

Con la gente de la constructora Marvel montamos nuestro campamento, pero también tuvimos que colaborar tendiendo las carpas para la población y hasta repartir colchonetas.

Opino que el presidente Duque la embarró porque hacía promesas politiqueras. Dijo que en cien días reconstruiríamos todo. La gente se ilusionó y a los cuatro meses se decepcionó.

Hubo un problema muy grave con la Empresa de Servicios Públicos de Providencia y Santa Catalina, porque siempre prestó un mal servicio y en la emergencia fue peor. Entonces la alcaldía le suspendió el contrato y lo reemplazó ARC Antioquía, EPM de Medellín.

Un día hubo hasta manifestaciones. Ahí nos pusieron a montar junto a la carpa del hospital de emergencia una planta potabilizadora de agua. Trabajo jodido porque nunca habíamos hecho eso. Peor les fue a los que rehicieron la desalinizadora general, que una parte va metida a 30 metros en el mar.

Pero una cosa sí te digo. Mi gente, toda cachaca, de Bogotá y Cundinamarca, trabajando a 32 grados, les dio sopa y seco a los trabajadores costeños en todo: en eficiencia y en calidad de los trabajos.

Se me desordenaban los sábados que, como acá, es día de pago y de cerveza (risas). Además, con tragedia y todo, las mujeres no faltaban. Dos se quedaron casados con providencianas. Yo tuve mi romance con la secretaria del alcalde, bendita sea, que hizo más llevadera mi estancia en ese paraíso caótico.

¿Qué piensas de lo que dijo el presidente Petro?

Pues que alborotó el avispero porque es un político. Para mí todavía tiene el estilo de congresista, haciendo control político cómo cuando era senador. Pero ya irá madurando. Tendrá que adquirir la ecuanimidad de un estadista, de un mandatario magnánimo.

Para mí, los problemas del archipiélago vienen desde antes del huracán. A mi empresa le correspondió construir 27 casas de tres tipos, las hicimos con cariño y quedaron lindas.

Providencia con la reconstrucción va a ser mejor que antes. Lo de la inflación fue una contingencia incontrolable, ahora se deben hacer los correctivos. Los raizales son gente buena y sabrán adecuar y mejorar lo que se les dejó.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

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