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Lo propuso el músico y maestro. Jorge Sossa, porque como director de la Escuela musical NUEVA CULTURA se ha hecho un cultor de este género de canción. De hecho, el maestro Sossa ha participado con grupos de sus estudiantes en los encuentros latinoamericanos y caribeños de la canción infantil que se realiza cada dos años en un país diferente, y es representante por Colombia ante el Movimiento de la Canción Infantil Latinoamericana y Caribeña.
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Él mismo presenta actualmente el programa en compañía de la también música y maestra, Clara Calderón.
El formato es de radio revista en la que en cada emisión las canciones presentadas corresponden a alguno de los muchos asuntos y personajes del amplísimo cosmos de la canción infantil.
Todas las emisiones que he escuchado me han brindado un rato de deleite musical y de asombro revelador. En desorden recuerdo la presentación del último disco de Jairo Ojeda con el cantautor presente en el estudio hablando de sus 50 años de vida artística y de las motivaciones de su poética. Recuerdo también la entrevista a la maestra Olga Lucía Jiménez, cuya investigación y compilación de rondas tradicionales constituyen un documento patrimonial, además de los homenajes a las fallecidas Misi y Tita Maya.
Sorprendentes los programas dedicados a grupos folclóricos de las regiones, llanera, andina, caribeña y pacífica, cuyos cantos para la niñez me parecieron novedades pedagógicas. De otros países escuché temas vanguardistas, como los de la argentina Maria Elena Walsh, o los de los brasileños del grupo Rodapiao y también del uruguayo Julio Blum, quien, por cierto, entabló una alianza con su plataforma Radio Butía, todo lo cual demuestra la potencia artística de la canción infantil latinoamericana, en lo literario, en lo escénico, en lo lúdico, en lo fantástico y en lo pedagógico, todo como una sublimación de lo infantil: huelga de puerilidades y maniqueísmo.
La amenidad estética como el rigor investigativo nos aclara la profundidad metafórica del nombre ‘Con alma de niños’, puesto que las canciones infantiles, más que un género, para los creadores es una conciencia, una postura ante la realidad desde la inocencia como ética, donde el asombro es motivo de la existencia.
Plausible también el que radio Unal divulgue este arte, al menos en su selecta audiencia, labor que nunca asumirán los medios de comunicación comerciales y que le haría mucho bien a la formación espiritual de la niñez colombiana.
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