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Opinión: El cambio: ¿solo lema o un gran plan?

Me viene inquietando lo que, en la coyuntura electoral, significa para las ciudadanías el término “cambio”, que usan con frecuencia los candidatos en campaña.

Alberto López de Mesa
13 de mayo de 2022 - 07:12 p. m.
El cambio como concepto político puede ser mero lema de campaña o un gran plan.  El cambio se necesita, pero en sí mismo no es un proyecto ni un sentido del devenir del país, es apenas el ímpetu. EFE/Mauricio Dueñas Castañeda
El cambio como concepto político puede ser mero lema de campaña o un gran plan. El cambio se necesita, pero en sí mismo no es un proyecto ni un sentido del devenir del país, es apenas el ímpetu. EFE/Mauricio Dueñas Castañeda
Foto: EFE - Mauricio Dueñas Castañeda

Aclaro que empecé esta columna varios días antes de que se armara el boroló con la analogía “Al cambio en primera”, que hizo en video el alcalde de Medellín, Daniel Quintero. Y la empecé, porque a mí me viene inquietando lo que, en la coyuntura electoral, significa para las ciudadanías en general el término “cambio”, que utilizan con frecuencia en sus campañas los candidatos de distintos partidos.

Más me inquietó, al oír las ponencias del grupo Arte y Cultura del Pacto Histórico, pues, pese a ser un combo de creativos de oficio, siento que allí las dinámicas organizativas, las demandas y las propuestas al programa de un posible gobierno progresista en poco se diferencian del estilo sindicalista y de la retórica setentera que ha empleado el sector cultural, que presenta sus demandas a los gobiernos de turno.

Bueno, ese es un grupo de gentes de mente abierta y, por artistas, sabrán esculpir su propio cambio. Más jodido ha de ser el montarse al bus del cambio para algunos coalicionados, con principios éticos y hasta con prácticas de vida distantes a las que busca el progresismo. Y más enredado ha de ser la definición de Cambio entre los copartidarios de los candidatos Sergio Fajardo y el ingeniero Hernández, que también ofrecen “el cambio” como lema de campaña.

Para sacarme la espinita me puse en la tarea de preguntar a personas bogotanas de diferentes oficios y estratos, ¿qué entienden por cambio? Y estas fueron algunas de las percepciones más características: Una estudiante de artes de la Universidad Nacional dijo que solo “habrá cambio cuando se acabe con la hegemonía de los que nos han gobernado durante 200 años”, y un taxista expresó “en campaña, todos dicen que son el cambio y ya en el gobierno nos clavan igual”.

Una maestra de la U. Distrital, apuntó que “el verdadero cambio sería que anularan en una isla a Álvaro Uribe, dónde no pudiera atizar más la guerra”, y un papero mayorista de Corabastos, quien se definió como conservador (al igual que su papá y su abuelo) y defensor de la fe católica, la unidad familiar, las instituciones y las tradiciones, sencillamente atinó a decir: “El cambio es dicho de comunistas”.

Por su parte, un director de teatro cree que “toda política es imperfecta, porque termina pervertida por el poder. Por eso el cambio debe ser una exigencia constante”, y para un habitante de calle, “el cambio es el negocio. Todo está hecho para que se gaste y se cambie. Así tienen a la gente engorilada, compre que compre”.

Finalmente, para una maestra de preescolar, en esta contienda electoral la única que representa un cambio verdadero es Francia Márquez. “Su presencia en estas elecciones es algo inédito. Nada más por su origen y por su raza es un cambio en la tradición electorera de este país racista, clasista y excluyente”.

El cambio, como concepto político, ha estado latente en todas las tendencias democráticas en los estados modernos, desde la revolución industrial. A Latinoamérica nos llegó del concepto del antifranquismo, de las vanguardias políticas en la transición española hacia la democracia. Verbigracia, la revista Cambio 16 se alineaba claramente en ese sentido. Más claro e influyente fue el PSOE, de Felipe González, que ganó las elecciones de 1982 con el eslogan “Por el cambio”.

A Colombia nos llegó terminado el Frente Nacional (en el que los partidos Liberal y Conservador pactaron turnarse el poder) y, mejor, desde la Constitución del 91, que instauró la participación democrática pluralista. Los partidos de izquierda (alternativos a las castas y oligarquías hegemónicas) demandan la necesidad de “cambios estructurales”, tanto en el diseño de los poderes, como de las políticas económicas y sociales. Esto, para superar las tremendas desigualdades sociales, la injusticia y, especialmente, el cáncer de la corrupción que, por tantos años sin tatequieto justiciero, ha hecho metástasis, afectando la ética de la convivencia.

Desde que existe como República, Colombia vive una historia de guerras incesantes y en este siglo se hizo evidente la existencia de sectores bélicos, económicos y políticos, que sustentan su poder y su riqueza atizando la guerra; gobernantes, magnates y legisladores, cuyas prácticas violentas, depredadoras, codiciosas se impusieron como norma en el imaginario colectivo. Por lo mismo, es necesario un cambio.

En fin, el cambio como concepto político puede ser mero lema de campaña o un gran plan. El cambio se necesita, pero en sí mismo no es un proyecto ni un sentido del devenir del país, es apenas el ímpetu. Lo que sigue y nos corresponde a todos es participar con sapiencia, con altruismo en la construcción del cambio a favor de la alegría y el buen vivir para todos.

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Fernando(46852)14 de mayo de 2022 - 01:33 a. m.
Obviamente que el cambio está representado por Sergio Fajardo, Rodolfo Hernández y Gustavo Petro, FICO Gutierrez es el continuismo de la ineptitud y el desgobierno.
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