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Opinión: Sin creatividad no hay cambio

En todas las instancias gubernamentales la creatividad debería ser un valor ético, requisito contractual.

Alberto López de Mesa
06 de agosto de 2022 - 08:41 p. m.
La posesión de Petro y Francia Márquez será este domingo. /AFP Archivo
La posesión de Petro y Francia Márquez será este domingo. /AFP Archivo
Foto: AFP - JUAN BARRETO

En 1991, la amplia convocatoria y el consecuente pluralismo en la participación para la Asamblea Constituyente, que dio origen a la Constitución más avanzada de Latinoamérica, fue un aporte al desarrollo de la democracia, hecho histórico. Sin embargo, vedado y por lo mismo olvidado por la mayoría de los colombianos, sobre todo por las generaciones que en este siglo alcanzaron su mayoría de edad.

La Constitución del 91, en modo y en esencia, significó la apertura hacia el Cambio, que, si los gobiernos subsiguientes hubiesen seguido ese rumbo y acogido plenamente su guía futurista, ya estarían asentadas las bases para la Paz integral, para superar la desigualdad y para el progreso inclusivo y ambientalmente sostenible, entre otras adolescencias de la República.

Hasta ahora, en buen momento, las mayorías colombianas elegimos Ppresidente y vicepresidenta coherentes con la guía constitucional. Como lo demostraron ambos en campaña, renovando las maneras tradicionales del proselitismo, creativos ambos en los lemas y en la simbología publicitaria.

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Creativa fue Francia Márquez al rescatar en su discurso conceptos del pensamiento ancestral, creativo Petro en hacer pedagogía su oratoria, creativa Francia al fusionar asertivamente antirracismo, ambientalismo, feminismo y progresismo en una propuesta poética y alegre, creativo Petro con la ingeniosa y exitosa coalición pluralista Pacto Histórico, y podría seguir con el acuerdo nacional, el recorrido internacional y por las regiones, las comisiones de empalme, el tino en los nombramientos en ministerios y delegaciones, baste reconocer que ambos han sido ingeniosos en sus respectivas funciones.

Quiere decir: Aunque declarado por la Constitución del 91, la República de Colombia es un Estado social de derechos, democrático, pluralista, incluyente… Eso puede quedar en un rótulo de apariencia, pues se hace real en tanto los gobiernos demuestren voluntad política, ética, quizá, para consumar creativamente las guías y órdenes de la Carta Magna.

La inquietud, o mejor, la exhortación al equipo ministerial, es que se asuman como protagonistas del Cambio, esto es, que se arriesguen a trascender paradigmas de su especialización y conciban propuestas creativas para superar con haberes y saberes originales, también oriundos, los problemas, atrasos, conflictos, obstáculos, rivales y etcétera de entuertos viejos y nuevos que han de enfrentar en la construcción del Cambio hacia el progreso.

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Confío, por ejemplo, que el ministro de hacienda, José Antonio Ocampo, no se va a atollar en ingeniar equidades tributarias por temor a que no cumplan cánones de su escuela económica. Qué tal que desde el nuevo Ministerio de Justicia se valore el diseño de justicia penal restaurativa de la JEP y lo aplique en el sistema condenatorio ordinario y en la transformación del sistema carcelario, justo acto de osada creatividad. Lo mismo si el canciller Álvaro Leyva persuade al congreso norteamericano de remplazar bases militares por centros científicos para investigar la biodiversidad y desarrollar medicamentos, convenza también a los gobiernos de los países del primer mundo para que inviertan en la protección de la Amazonía, de los páramos, para que “Colombia capital mundial de la vida” pase de ser una metáfora a ser un hecho real.

Indudablemente, la policía urbana y rural tienen el acervo y la calidad para, creativamente, diseñar nuevas estrategias para neutralizar las grandes bandas del crimen organizado, para prevenir la instrumentación de jóvenes por la delincuencia común. Es la hora para lucirse como la policía con más cancha en enfrentar los más grandes capos del narcotráfico.

En todas las instancias gubernamentales la creatividad debería ser un valor ético, requisito contractual.

Qué grato sería para mí y para tantos artistas que los mandos medios en el Ministerio de Cultura y en las secretarías ingeniaran, por su cuenta, modos de superar la tramitología, que, en vez de ser obstáculo, se asumieran como servidores del sector artístico y desde sus respectivos cargos, aún modestos, aporten ideas mejores al servicio.

El Cambio es signo y deber del nuevo gobierno. Ahora sí, en la tercera década, empieza para Colombia el siglo XXI, signado por la globalización en las comunicaciones, por la inminencia del cambio climático, por la revolución feminista, por las liberalidades de género, de aficiones, de existencialismos. Por todo lo cual, el empeño por el bienestar general y un desarrollo acorde con el respeto a la biorrealidad exige la participación creativa de todos, inclusive de los sectores políticos en oposición al gobierno, porque junto a todo estamos cualificados nuestra democracia.

Enmendar el desbarajuste social, económico, cultural y no sé cuál más, es tarea jodida, de resistencia y compromiso. Pero créanme gente, sin creatividad no habrá Cambio.

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