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María Corina Machado le ha devuelto la savia vital a la sociedad venezolana. Gracias a ella, la sociedad venezolana tiene otra vez las mejillas rosadas y los ojos iluminados. Los venezolanos y las venezolanas han sentido otra vez la fuerza celeste de la fraternidad, que a golpes les habían hecho olvidar.
Ella, sin un solo golpe, sin un solo acto de violencia, sin doblegar a nadie, sin quebrantar a nadie, con la sola certidumbre de quien acoge en el fondo de sí misma la civilidad y los valores puros de lo ciudadano, de lo social, de lo comunitario, en últimas, de lo humano, ha logrado que vuelva a nacer la fraternidad. Se las habían robado, con un empellón y con un grito y con un culatazo, se las habían escondido durante muchos años. Ella, con su sonrisa y sus ojos negros, ha vuelto a traerla a la luz.
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El espíritu de la civilidad, que engendra el amor, la ternura, el respeto, la solidaridad, la posibilidad de la armonía y del juego y los abrazos, es decir, la posibilidad de la fraternidad ha vuelto a Venezuela gracias a María Corina Machado. Y ya no hay nada que Maduro o ningún tiranuelo pueda hacer. La fraternidad ha vuelto a Venezuela. Parecía que se había perdido para siempre, que se las habían escondido para siempre, pero ella la ha vuelto a traer entre los brazos para verterla, para derramarla entre sus hermanos y hermanas.
Ella lo ha conseguido. Con su trabajo de estos años, con sus manos, con su voz, con el torrente de átomos de la civilidad que ella propaga, que hace fluir por las calles, por las casas, por los barrios, por los parques, por las plazas. Aquí no hay armas, no hay estratagemas, no hay falacias. En los ojos y en el cuerpo de esta mujer hay exactamente lo que disuelve todo eso, lo que lo destierra para siempre. A partir de ahora, unos y otros, unas y otras, después de veinte años, por fin pueden volver a mirarse como los hijos e hijas de una nación dulce, maternal, cuyo porvenir es claro y es de todos.
Y no tuvo que pegar un solo grito, no tuvo que disparar un solo tiro. Es la fuerza interior de una mujer que solo ama, que solo lucha por el amor a sus conciudadanos y por preservarles la libertad. Todos, ellos y ellas, por fin pudieron reconocerse las frentes venezolanas, los pechos venezolanos, las manos y las caras venezolanas, como antes del vendaval destructor y de las mentiras.
Un régimen como el de Nicolás Maduro se funda en la brutalidad y la persecución violenta a los derechos ciudadanos. Lo que busca es precisamente destruir el tejido de la sociedad, dañar, rasgar las hebras que unen a la sociedad, a las comunidades, incluso a las familias. En esa destrucción está su posibilidad de perpetuarse.
Pero ya María Corina Machado ha creado algo indestructible: una visión decente de lo político y una sociedad que recordó que puede ser libre y volver a unirse. María Corina Machado ha recuperado para Venezuela la ilusión, la esperanza y el porvenir.
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Por Carlos Roberto Pombo Urdaneta
