Podría decirse que en Bogotá y en gran parte del país ver a alguien haciendo sus necesidades fisiológicas en el espacio público es una imagen cotidiana, y normalizada: árboles, parques, entornos escolares, separadores viales, esquinas, postes, bases de puentes, puertas y cercas son algunos de puntos en donde esta práctica más se replica. Aunque esto es algo que el Distrito busca combatir a punta de sanciones, detrás hay dos situaciones evidentes: la falta de cultura ciudadana y de baños públicos.
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En Bogotá resulta ser una obviedad decir que este problema genera afectaciones. Bien es sabido, por quienes caminan la ciudad, que hay zonas particularmente críticas, como puntos del centro o sectores aledaños a zonas de rumba o a recintos donde se realizan eventos masivos, así como ciertos parques y esquinas, entre otros entornos, que resultan afectados a nivel sanitario y de convivencia.
Según la Secretaría de Seguridad, en lo que va de 2025 han multado a 4.000 ciudadanos por orinar en el espacio público, aplicando la ley. “Los que incurran en esta falta tendrán una multa tipo 4, del Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana (CNSCC), Ley 1801 de 2016, que equivale a $759.200. Además, deberán participar en un programa comunitario o actividad pedagógica, como pintar parques, limpiar sitios históricos, recoger basuras en quebradas, entre otras”, advierte la norma.
Y si bien en cierto la situación responde a un grave problema de cultura ciudadana, que se normalizó por décadas, también vale resaltar que en la capital conseguir un baño público, en una urgencia (que es cuando generalmente la gente recurre a ese servicio), resulta improbable, ya sea por condiciones sanitarias, económicas, de accesibilidad o distancia. En otros casos, conseguir un baño prestado e incluso pagar por el servicio resulta un problema.
Así las cosas, la mala costumbre de hacer de cualquier esquina un baño y el déficit de baños públicos configuran la raíz del problema, en especial cuando la sanción no persuade. Y para comprobarlo, un ejemplo: en Leticia (Amazonas), frontera con Brasil, los colombianos orinan sin mayor reparo en cualquier sitio, pero tienen claro que no lo pueden hacer en territorio brasileño, pues allá los pueden arrestar.
“No se trata solo de la oferta de baños, sino de una cultura ciudadana de descuido y falta de sentido de pertenencia con el espacio público. Si bien el déficit de baños agrava el problema, la situación responde, evidentemente, a un tema de comportamiento ciudadano”, dice Fabio Zambrano, docente del Instituto de Estudios Urbanos y experto en sociedad e historia urbana de la Universidad Nacional de Colombia.
Baños públicos, la deuda que persiste con la ciudadanía
En Bogotá, la práctica de orinar en la calle podría tener, incluso, acerbo de carácter histórico. “Es clave recordar que Bogotá ha sido una ciudad con problemas de escasez de agua a lo largo de su historia. Lo que hoy conocemos como abasto de agua, tiene apenas algunas décadas. La gran mayoría de la población carecía de acueducto y el desaseo era general”, cuenta Zambrano. Como vemos, parece que algo de esa vieja forma de habitar la ciudad persiste. Pero, ¿cómo evitar que la calle se convierta en baño?
La pedagogía y la oferta de baños públicos son la clave. La fórmula, que puede resultar sencilla y evidente, no es tan fácil de aplicar como parece. De acuerdo con el informe de diagnóstico de baños públicos, que publicó la pasada administración, la ciudad cuenta apenas con 203 baños públicos; 107 en infraestructura dotacional (CADES, alcaldías locales o Transmilenio), y 96 en parques del IDRD o en puntos de encuentro de la entidad. De esos, 185 son gratuitos y 18 con pago.
Los baños los administran varias entidades del Distrito: IDRD (38), Subred Occidente de Salud (14%), Secretaría de Gobierno (11,8%), Subred Sur (10,8%), Alcaldías locales (9%), Idipron (7,4%), IPES (2%), y Terminal de Transportes y Fundación Gilberto Alzate Avendaño (1%). Señala la Organización Mundial de la Salud, que hay cuatro beneficios de invertir en la mejora del saneamiento: reducción de la propagación de enfermedades intestinales; promoción de la dignidad y aumento de la percepción de seguridad; reducción de la propagación de la resistencia a los antimicrobianos, y mejora del bienestar humano y el desarrollo social.
Al revisar las cifras de baños públicos por cada 100.000 habitantes en varias capitales del mundo, el déficit en Bogotá salta a la vista. En Tokio, hay 50 baños por cada 100.000 habitantes; en París, 30; en Berlín, 12,5; en Buenos Aires, 3,3, y en Bogotá, es de apenas 2,5. En ese sentido, el Distrito reconoce en el informe, que “la falta de infraestructura adecuada genera problemas de salud pública y orden urbano: falta de cultura ciudadana, exclusión y discriminación espacial; percepción negativa del espacio público, y contaminación e insalubridad”.
En ciudades como Hamburgo, en Alemania, por iniciativa de vecinos de sitios asediados por esta problemática, y ante la dificultad de frenar el problema, se aplicó pintura hidrofóbica (que hace que cualquier líquido rebote) en postes, fachadas, puertas y demás.
“Con la crisis de las basuras, el problema se percibe más grave, porque la recolección y las jornadas de aseo no funcionan como deberían. Insisto en que el centro del problema es la cultura ciudadana, pero si uno ve de cerca, muchos de los baños habilitados no prestan un buen servicio. Un ejemplo se encuentra en parques como el Simón Bolívar, donde los baños dejan mucho que desear, incluso pagando el servicio. En los terminales, otro punto en donde los baños son cruciales, el servicio también es pago”, agrega Zambrano.
Para equilibrar la balanza, durante varias administraciones se han hecho esfuerzos importantes, pero no han continuado en el mediano o en el largo plazo. En el 2019, en el marco del cumplimiento de una sentencia de acción popular, que buscaba promover el servicio de baños públicos en Bogotá, se implementaron acciones para robustecer la infraestructura y la pedagogía. Así, en 2021, se inició un plan piloto de baños públicos en Puente Aranda, Usaquén y Suba, con un costo de $500. En el primer año del piloto, 3.000 personas utilizaron los módulos públicos.
“Esos pilotos funcionaban, pero los regalaron, dos al Parque de los Novios y uno al parque de Bosa Porvenir. Actualmente, estamos haciendo baños públicos en los bajopuentes: tres bajo el puente de la 53 con NQS; otros bajo el de la calle 45 con NQS, y vamos a instalar varios más en la carrera séptima”, señala Lucía Bastidas, directora del Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio Público (Dadep).
La dificultad radica en los costos de mantenimiento. “Los baños nunca son rentables. Los que tenemos ahora en la calle 12 con carrera sexta cobran $900. Los que pensamos instalar también se van a cobrar a ese precio, pero eso no cubre el costo del mantenimiento. Ese es uno de los grandes problemas que nos impiden tener una red de baños públicos sólida”, recalca Bastidas.
En ese sentido, como sucede con el recaudo de los comparendos de quienes infringen las normas de tránsito, las multas por orinar en la calle, que son de las más caras, precisamente por la necesidad de erradicar esa problemática, podrían ayudar a mitigar esa falta de recursos. Solamente con el recaudo de los 4.000 comparendos que se han impuesto a la fecha, hay más de $3.000 millones que, al menos en parte, podrían ayudar a financiar los costos de mantenimiento de los proyectos que vienen de instalación de baños públicos.
Falta solidaridad
Por otro lado, el Código Nacional de Policía (artículo 88) establece que niños, niñas, mujeres embarazadas, personas con discapacidad y adultos mayores deben tener acceso a los baños de establecimientos comerciales y locales, sin importar que no sean clientes. Se estipula que, incluso, pueden cobrar por el servicio, sin exceder el 2% del salario mínimo diario, estipulado en $47.450; es decir, en teoría, no se podría cobrar más de $950. Sin embargo, la práctica es distinta.
“Lo único que cambia este panorama es inversión en pedagogía y en infraestructura. Se puede aprovechar el impacto económico de las multas para robustecer estos aspectos. Si hay mejores condiciones de acceso, seguramente la gente ya no preferirá orinar en la calle. Sin embargo, lo fundamental, es cambiar el chip y extender la idea de que es algo que nos afecta a todos en mayor o menor medida es importante”, advierte el profesor Zambrano.
En Bogotá, por ahora, se están empezando a instalar baños para arrancar, otro piloto de baños públicos, en el Centro Histórico. Se espera que en este semestre, antes de que finalice el año, se habiliten algunas unidades sanitarias en el edificio Murillo toro, en el Parque Santander y en la Plazoleta de Las Nieves. Entre tanto, como pasa con botar papeles en la calle, el respeto por las señales de tránsito o recoger los excrementos de las mascotas, la insistencia en lo obvio, las campañas para educar sobre lo que es evidente, son el cimiento del éxito de cualquier estrategia.
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