“Preparamos un proyecto de USD 90 millones para restaurar áreas como Chingaza”

Bogotá fue anfitriona del Día Mundial de las Ciudades, un encuentro impulsado por ONU-Hábitat que reunió a expertos y representantes de gobiernos locales para debatir cómo enfrentar los desafíos ambientales desde lo urbano. La secretaria distrital de Ambiente, Adriana Soto, presentó las estrategias con las que la capital busca posicionarse como un referente latinoamericano en restauración ecológica, gestión del aire y soluciones climáticas innovadoras.

¿Cuál es la importancia del Día Mundial de Ciudades para Bogotá, como anfitriona, y qué oportunidades puede generar para la ciudad?

Este evento es muy importante porque aquí se están reconociendo las iniciativas de muchas ciudades, empezando por Bogotá, para lograr urbes más sostenibles y resilientes frente al cambio climático, todo por el bienestar de la gente. Recordemos que hoy en día la mayor parte de la población mundial —y Colombia no es la excepción— vive en ciudades.

¿Qué rol juegan las ciudades en estos procesos?

Las ciudades juegan un rol muy importante, no solo en términos de bienestar, sino también como centros de soluciones que contribuyen a reducir la contaminación, aumentar la biodiversidad y fortalecer la resiliencia frente al cambio climático. En síntesis, las ciudades son el centro de soluciones frente a las grandes crisis ambientales que enfrenta el planeta: la pérdida de biodiversidad y el cambio climático.

El término “resiliencia climática” se repitió mucho en los foros de este congreso ¿Cuál es la propuesta de Bogotá en este tema?

Bogotá tiene apuestas innovadoras y muy ambiciosas en tres frentes: suelos, aire y agua. En suelos, vamos a mostrar los avances en restauración de los cerros orientales, de los humedales y de las áreas estratégicas para el abastecimiento de agua de los embalses que surten a la ciudad y a otros municipios. Con la restauración de estas cuencas también se benefician los acueductos de al menos 20 municipios. Esta es una apuesta muy ambiciosa que realizamos de la mano del Fondo Verde para el Clima (GCF) de las Naciones Unidas y con recursos del 1% de inversión ambiental.

¿Y aire?

En aire, recordemos que los incendios forestales de comienzos del año pasado se vieron agravados por la presencia de especies exóticas como pinos, eucaliptos y el retamo espinoso, muy propenso al fuego. Esto convierte los cerros orientales en una “bomba de fuego” durante los periodos de sequía, y a la vez en una fuente de riesgo para las comunidades que habitan la franja de transición entre la ciudad y los cerros durante las lluvias extremas.

Por eso, la restauración de los cerros orientales —cuya meta son 1.300 hectáreas al 2027, de las cuales ya llevamos cerca de 600 en proceso— busca generar resiliencia frente a sequías, lluvias extremas e incendios. Al reducir los incendios, también mejoramos la calidad del aire, especialmente en el suroccidente, donde los vientos de oriente a occidente empeoran la contaminación en esas épocas del año.

¿Qué estrategias hay específicamente en el suroccidente?

Allí tenemos estrategias puntuales de renaturalización: siembra de bosques urbanos, jardines y huertas urbanas, especialmente en la zona de Bosa–Apogeo, donde viven unas 35.000 personas expuestas al material particulado.

Estas acciones se combinan con más ciclorrutas, más espacios peatonales, el cable aéreo y las rutas de Transmilenio. Además, impulsamos una estrategia innovadora llamada Foncarga, un fondo con recursos de las secretarías de Movilidad y Ambiente para promover el ascenso tecnológico de los vehículos de carga —de diésel o gasolina— hacia eléctricos o de bajas emisiones.

En cuanto a la Reserva Thomas van der Hammen, ¿cómo funciona el nuevo mecanismo de transferencia de derechos de construcción?

Es un mecanismo innovador que busca escalar los niveles de restauración y conservación de áreas estratégicas ambientales, como la Reserva Thomas van der Hammen. Esta reserva forestal productora fue declarada en 2011, tiene unas 1.350 hectáreas, pero en 14 años solo se han restaurado unas 50. El nuevo mecanismo permite que los propietarios —en su mayoría privados, pues más del 90% de los predios lo son— ofrezcan voluntariamente sus terrenos a la Secretaría de Ambiente para restaurarlos y conservarlos.

¿Qué reciben a cambio?

A cambio, reciben certificados de derechos de construcción, que les permiten edificar en zonas habilitadas por el POT para renovación urbana y construcción de vivienda, especialmente de interés social. Es un esquema gana–gana: la Secretaría no necesita recursos públicos para comprar los terrenos, y los propietarios obtienen una compensación viable.

Finalmente, ¿qué oportunidades de inversión o financiación está buscando el Distrito para fortalecer la restauración y otras acciones ambientales?

Hay una tendencia global a buscar soluciones financieras innovadoras que combinen recursos públicos con privados, para escalar las acciones ambientales. El tiempo de la crisis climática y de biodiversidad va en contra nuestra, por eso no podemos conformarnos con los recursos existentes.

Bogotá está apostando a estas soluciones, no solo en el marco de esta cumbre, sino también en la próxima COP de Cambio Climático, que se celebrará en Brasil. Allí presentaremos herramientas como el uso de los recursos del 1% para restaurar y conservar los cerros, humedales y cuencas críticas del abastecimiento hídrico.

¿Qué fondos internaciones se tienen en la mira?

Junto a Conservación Internacional, estamos preparando un proyecto ante el Fondo Verde para el Clima por cerca de 90 millones de dólares, enfocado en restaurar y conservar áreas estratégicas como el páramo de Chingaza, la cuenca alta y media del río Bogotá, los páramos de Guacheneque y el sistema sur donde está el páramo de Sumapaz. Cuencas restauradas y conservadas son cuencas que funcionan mejor, garantizan más y mejor agua, reducen los costos de tratamiento y son un seguro frente a las sequías.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.