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Juanita, de quince años, siempre se presenta con el apellido de su madre, pese a que en su documento, por una vieja ley, repose primero el de su padre. Ella no se identifica con él. Sabe que existe, porque la registró y nada más. Por eso, se presenta con el apellido de su madre y ahora, con el avance de la norma, lo podrá volver oficial. Piensa cambiar el orden, para no tener que explicar por qué obvia su primer apellido.
Ella y otros niños, que ni siquiera han dado su primer paso sobre la tierra, están dejando huella. En total, se trata de los 172 niñas y niños en el país que, hasta mediados de septiembre, los habían registrado en primer lugar con el apellido materno, seguido del paterno. Ser los primeros en cobijarse con la Ley 2129, también conocida como Ley Aluna, que desde el 4 de agosto pasado permite establecer el orden de los apellidos por común acuerdo de los padres, los convierte en parte del cambio que, desde las instituciones y los movimientos sociales, surgió para brindar reconocimiento en igualdad de condiciones tanto a mujeres como a hombres.