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Bogotá, ciudad estresada y agresiva: repuntan las riñas y las lesiones ¿por qué?

Las lesiones personales han aumentado 7 % en 2024. Dos riñas, con desenlace fatal esta semana, reflejan graves líos de convivencia. ¿Por qué ocurre esto? Expertos dan algunas pistas.

Miguel Ángel Vivas Tróchez

06 de julio de 2024 - 03:06 p. m.
El consumo de alcohol y sustancias psicoactivas son una variable de incidencia importante en las riñas y, por ende, en el delito de lesiones personales.
Foto: Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia
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Fibra por fibra, el tejido social de Bogotá evidencia un desgarre paulatino. Esta semana, un sujeto, de 33 años, mató a su compañero de apartamento, en una pelea de tragos. Dos días después, otro segó la vida de su concuñado, tras una discusión. Ambos casos muestran el panorama de delitos por convivencia y su persistencia, en la sociedad. Según el Distrito, este año las lesiones personales han aumentado 7 % en Bogotá. Y, a nivel nacional, la Policía registra un aumento del 11 %.

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La alerta no es reciente. En marzo, el alcalde, Carlos Fernando Galán, le expresó a este diario su preocupación por el repunte de estos delitos y habló de estrategias para revertir la situación. Hoy, un escalafón de hechos contrarios a la convivencia, elaborado a partir de los comparendos a la ciudadanía, muestra que la situación aún es compleja. En el segundo lugar está portar armas cortopunzantes, con 53.702 comparendos, y en el quinto las riñas violentas, con 3.472. Su combinación puede resultar fatal. Por eso, analizando los datos, es claro que falta mucho por hacer. He aquí un panorama de las grietas en la convivencia ciudadana.

Transporte: modo estrés

En un informe sobre el delito de lesiones personales en Bogotá, Medicina Legal registró que en el primer trimestre del año, al menos 1.295 episodios fueron en el transporte público, donde las riñas tienen como catalizador los empujones, disputas por sillas y el acoso. El sociólogo Jorge Amado, menciona que el poco espacio en el sistema de transporte, lleva a estos comportamientos.

“Son instintivos, propios de cuando uno se siente acorralado y vulnerado su espacio vital. Ahí, es probable que la reacción sea violenta. Si le sumamos el estrés por carga laboral; fallas en la frecuencia del transporte, y la presión por cumplir horarios en una ciudad con líos de movilidad, tenemos una olla de presión”. Esta visión la complementa María Carolina Castillo, presidente de ProBogotá, al decir que “el sistema es un reloj suizo que, si una parte falla, es probable que todo colapse. Ahí tenemos un punto importante de conflicto para revisar”.

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Fractura en los barrios

Castillo, al igual que Amado, hablan de la variable espacio, en las riñas. Pero, la experta de ProBogotá, lo aterriza también al ámbito de vivienda. “Hay un tema crucial en el sector de hábitat. Con un porcentaje tan alto de vivienda informal, donde la separación entre habitaciones no es la adecuada y las personas comparten más espacios comunes, hay más posibilidad de que existan conflictos”, explica. Si bien, en los sectores socioeconómicos bajos hay mayor vulnerabilidad, Castillo explica que no es exclusivo de los barrios menos favorecidos.

Lo que sí puede pesar en barrios de estratos 1, 2 y 3 es el componente de la educación. Amado señala que, en los estudios y la evidencia, “el espectro de agresión o la disposición a ejercerla es directamente proporcional con las oportunidades de acceso a la educación. Una persona con posibilidad de acceder a una carrera, aprender un nuevo idioma o una disciplina deportiva tiene menos posibilidades de agredir o quitarle la vida a alguien, en una disputa sencilla por convivencia”.

Bajo esta línea, el experto dice que, al existir esa brecha, la fractura social de los barrios puede ensancharse. Aunado a lo anterior, en el reporte anual de seguridad 2023, de ProBogotá, sobre las lesiones personales, indica: “estas reflejan el debilitamiento del tejido social en el país y la falta de convivencia entre comunidades, así como los desafíos de salud mental, violencia intrafamiliar y consumo problemático de sustancias psicoactivas”.

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Incubadora de intolerancia

El 2023 fue un año oscuro para la convivencia escolar, al mostrar un incremento en las riñas en los colegios oficiales y, en general, en el acoso y discriminación escolar. “Aquí tenemos una incubadora de intolerancia, porque los estudiantes son la futura ciudadanía”. Por consiguiente, una estrategia para mejorar los índices, debe dirigirse a la educación básica. De nada sirve hablar de convivencia, si no puede ser interiorizado por la población más vulnerable.

En este sentido, hay oportunidades para explorar. Ese autocontrol y el desfogue de emociones fue lo que Alejandro Reyes Lozano, gerente del equipo Código de Convivencia, de la secretaría de Seguridad, vio cuando Shin Gi Tai se postuló a una convocatoria, con su propuesta de enseñar artes marciales, para mejorar la convivencia. El funcionario resalta que la vigilancia no es el único componente al medir la seguridad.

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En cualquier caso, es menester repensar la estrategia para volver a cocer, fibra a fibra, el deteriorado tejido social. Casos aislados como los de esta semana, y el panorama desolador de las cifras, son solo la punta del iceberg de algo que podría ser peor. Después de todo, no hay nada más peligroso que una ciudadanía violenta, dispuesta atentar contra sus vecinos, por nimiedades del día a día. Esto sería, casi tan parecido, como una enfermedad autoinmune, en el que la urbe y sus habitantes se destruyen así mismos.

Continúe leyendo en la sección: Temprano desgaste de la aprobación de Carlos Fernando Galán, ¿cuál es la causa?.

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Por Miguel Ángel Vivas Tróchez

Periodista egresado de la Universidad Externado de Colombia interesado en Economía, política y coyuntura internacional.juvenalurbino97 mvivas@elespectador.com
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