La ciudadanía, de cierta manera, se adaptó al racionamiento que la próxima semana cumplirá un año. El hecho de que sea cada nueve días, por 24 horas y sectorizado ha servido para que la restricción no se sienta como una gran carga. Sin embargo, los bogotanos extrañan la normalidad. Y es por esto por lo que el fin del racionamiento ha sido tema de conversación en las últimas semanas. El Distrito viene diciendo que hace cuentas, analiza los pronósticos del clima y el nivel de los embalses, para contemplar el fin de la restricción.
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“La decisión de suspender el racionamiento se tomará con la información que nos permita garantizar la consolidación del nuevo año hidrológico, para tener la tranquilidad de que, una vez lo levantemos, no volveremos a él”, dijeron el alcalde Carlos Fernando Galán y la gerente de la Empresa de Acueducto Natasha Avendaño. Sin embargo, tomar la decisión no es fácil.
Si bien, las lluvias se han ido intensificando; la CAR autorizó aprovechar más caudal del río Bogotá, y los embalses del sistema Chingaza (Chuza y San Rafael) frenaron su vertiginoso deterioro, lo cierto es que, más allá del afán de acabar con una medida, que salvó a la ciudad de una peor situación, los números dicen que no es momento de hacerlo.
De ahí, el llamado a la prudencia que hace poco hizo Alfred Ballesteros, director de la CAR, quien sugirió esperar hasta que los embalses logren una recuperación que permita atender la demanda. “Es conveniente esperar a que se consolide realmente la primera temporada de lluvias en abril y solo cuando los embalses estén por encima del 50% se podría revisar esta medida”.
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En especial, si el objetivo es lograr la normalización del ciclo de recarga del sistema Chingaza, para que sea de nuevo la principal fuente de abastecimiento de Bogotá y la región. Vale recordar que, hasta el año pasado, de allí se obtenía el 70 % del agua que se distribuía en la ciudad, pero por cuenta de la crisis hídrica, tuvieron que bajar su producción al 50%, hecho que se logró gracias a la estrategia de aprovechar la capacidad máxima de potabilización de la planta de Tibitoc.
Para el análisis es clave conocer el ciclo de vaciado y llenado de los embalses del sistema, que entre marzo y abril reporta sus niveles más bajos, y en agosto, los más altos, gracias a primera temporada de lluvias. Pero este proceso se ha visto alterado en los últimos años por el cambio climático, en especial, desde 2022. A la fecha, el nivel de los embalses de Chuza y San Rafael, desde mediados de febrero, se encuentra estancado entre el 39% y el 40 %, sin mayor variación.
Y aunque el Distrito, en su política de ver el “vaso medio lleno”, celebra el indicador al comparar el dato con el nivel del año pasado (16%) y lo cerca que se está de alcanzar el 45% que se reportó en 2022 y 2023 (cuando empezó a alterar el ciclo de recarga), el optimismo cambia al comparar el nivel con el que se reportó en el 2021, último año en el que el sistema alcanzó el 99% de su nivel.
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Para el 2 de abril, de hace cinco años, el sistema estaba en el 62% de llenado, nivel al que no se llega desde septiembre de 2023. Por eso, para que Chingaza retome la curva de rendimiento de hace cinco años, es necesario llenarnos de paciencia y mantener el racionamiento un tiempo más. El nivel actual no es suficiente para levantar la restricción, así el Acueducto diga que es “aceptable” de cara al período de lluvias que empieza este mes.
Pero no solo es clave extender el racionamiento; insistir en el ahorro en los hogares; poner en marcha los planes de protección de las cuencas, y mantener a tope la producción en Tibitoc (algo que el Distrito dijo, mantendrá a largo plazo), sino hacerlo justo ahora, para aprovechar al máximo las lluvias y cuadrar el déficit hídrico que dejó la variabilidad climática de los últimos años en la región.
En esto coinciden los expertos, quienes creen que antes de tomar una decisión debe existir un análisis que contemple el nivel actual, su proyección, el consumo actual y las previsiones climáticas. Además, reforzar el mensaje de ahorro ante la ciudadanía, y esperar, al menos, hasta que el sistema llegue al 60% de llenado. Todo esto, para dar un paso firme hacia la sostenibilidad hídrica.
“Levantar la medida no sería aconsejable”, sí se tiene en cuenta que hay un aumento de consumo en la ciudad y que los habitantes no han aprendido a ahorrar, dice María del Pilar García, profesora de la U Externado y experta en temas de derecho de agua. “Es clave garantizar que el suministro sea sostenible en el largo plazo. Sin datos claros, es complejo decidir”, agrega Jaime Guillermo Plazas, profesor del Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental de la U. de los Andes.
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Aunque, las autoridades ya trabajan en un plan a futuro, en el que analizan alternativas de abastecimiento, teniendo en cuenta la incertidumbre climática (cada vez más frecuente); la posibilidad de acudir al uso de aguas subterráneas; el reúso de aguas residuales tratadas; disminuir las pérdidas de agua, por robo o daños, y elaborar un protocolo para atender temporadas de sequías extremas, para tomar decisiones a tiempo, la urgencia hoy es proteger y garantizar el recurso a corto y mediano plazo.
Extender el racionamiento, sin duda, es una decisión costosa, no solo política sino económicamente, pues a las críticas que ha tenido que soportar la administración, se suma que potabilizar y distribuir un metro cúbico de agua producida en Tibitoc cuesta el doble de lo que vale Chingaza. Pero, pensando a futuro, es la mejor opción. Darle un respiro más largo a Chuza y a San Rafael es trabajar por tener de nuevo la posibilidad de acceder en unos meses a un agua más pura, como la que viene del páramo, y la del río Bogotá como segunda opción.
Que la decisión que estudia la administración sea la que más le convenga a la ciudad y sea coherente con el objetivo de recuperar la seguridad hídrica en la región. De nada valdría aprovechar el aniversario del racionamiento para anunciar una terminación de la medida, para acallar temporalmente las críticas, si al poco tiempo (como ya ocurrió) se tiene que cerrar los grifos de nuevo y decretar con mayor dureza la restricción.
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