Cuando den las 10 de la mañana del próximo 1º de enero, Samuel Moreno Rojas encontrará flores en su nuevo despacho. Y diseminados por ahí, entre los rincones más escondidos, verá algunos de los detalles que su esposa, Cristina González, preparó durante los últimos 15 días para su posesión. Ella ya lo había advertido: “El toque distintivo de Samuel se verá desde el primer día de su mandato”.
El jueves pasado, pocos minutos después de que la Registraduría le entregara su credencial como el alcalde número 87 de la ciudad durante los últimos 100 años, Moreno comenzó a dejar en claro sus posiciones. Dijo que descartaba por completo la construcción de rutas de Transmilenio por la carrera 7ª y que, en su lugar, iba a estudiar cuanto antes la posibilidad de hacer el metro sobre el costado oriental.
Anunció que respetará los contratos que serán legalizados por el IDU para construir las troncales de Transmilenio de la 10ª y la 26, “pues esos eran derechos adquiridos”, y confirmó a algunos de sus colaboradores más inmediatos: el secretario de Educación, Abel Rodríguez; el jefe de Planeación, Óscar Molina; la secretaria de Cultura, Catalina Ramírez, y el director de comunicaciones, Andrés Rojas.
Con el resto de su gabinete fue ambiguo. Aclaró que uno de los secretarios de Luis Eduardo Garzón se iba a quedar, aunque no precisó si será Pedro Rodríguez, de Hacienda, o Héctor Zambrano, de Salud. Uno de sus asesores dijo que los intentos por convencer a Mónica de Greiff para que trabajara con la nueva administración habían resultado infructuosos y que pese a lo que habían difundido los medios, el personero no será Héctor Rojas Birry.
El jueves por la tarde, el secreto sobre los nuevos funcionarios de la Alcaldía era hermético. A Moreno apenas se le escapó la promesa de que las mujeres ocuparán el 50 por ciento de los cargos en su administración. A esa misma hora, en la fiesta de despedida de Garzón se decía que Moreno había premiado, ante todo, a su gente, a la que lo había apoyado y le había demostrado lealtad. Se oyeron voces críticas hacia el nuevo alcalde, pues, se aseguraba, no había estudiado a fondo los logros de los antiguos. “Llegó como con una escoba, igual que ocurre con todos, pese a sus promesas”, dijo una mujer de los mandos medios.
Minutos más tarde, Garzón se subió a una tarima en las instalaciones de Compensar, allí donde Samuel Moreno había celebrado su victoria del pasado 28 de octubre, y les agradeció a sus colaboradores por su lealtad y eficiencia. Se le notaban el cansancio y el malestar por las críticas. La tormenta en la que se convirtieron sus últimos días lo desbordaba, pues lo criticaron, por ejemplo, los universitarios, ya que había prometido cinco mil cupos gratuitos por lo menos en la Distrital, y no generó ninguno.
Lo criticaron por sus políticas de Movilidad, porque la inseguridad se trepó a las nubes, porque durante su administración se cayó el símbolo de Transmilenio, porque jugó con la cultura tributaria de los bogotanos y porque se pasó al bando de los clientelistas. Como escribía el politólogo Pedro Medellín Torres: “El que dos de cada tres kilómetros de vías exijan reparación, o que en la ciudad se viertan 2 millones 600 mil toneladas de contaminantes al año, o que la percepción de inseguridad supere el 90 por ciento, son datos suficientes para revelar cuánto se ha rezagado la infraestructura y hasta dónde se ha degradado el hábitat urbano”.
En su informe de gestión, Garzón informó que sus políticas de atención a la población desplazada habían beneficiado a más de 560 mil personas; que en convenio con la Secretaría de Salud habían afiliado a 36 mil de estos desplazados al Sistema Distrital de Salud, y asociados con la de Educación, habían logrado educar a 23 mil niños víctimas de la violencia. A nivel macro, anunció que su gobierno creó más de 43 mil cupos educativos, gracias a la construcción de 11.222 colegios. Su inversión social en educación superó el 53 por ciento de los recursos de la administración. Destacó, entre otros logros, también, que el Concejo le hubiera aprobado el impuesto de valorización, que renovará a la ciudad, aunque para entonces él ya no esté en el Palacio Liévano.
Las obras del dinero que él consiguió las tendrá que ejecutar Samuel Moreno. Le caerá encima el peso del descontento que generó el cobro por múltiples errores, pero luego se le verá sonreír mientras corta las cintas de inauguración de las distintas vías que están pactadas. Su reto, dicen los analistas, será el metro, y por lo tanto, la Movilidad de una ciudad que día a día pierde millones de posibilidades como consecuencia de los atolladeros del tránsito.
EL EJE DE MORENO
Abel Rodríguez / Secretario de Educación
Fue profesor, y presidente de Fecode durante más de 10 años. Trabajó con Luis E. Garzón en educación, y colaboró con Moreno durante la campaña que lo llevó a la Alcaldía.
Óscar Molina / Jefe de Planeación
Como director programático, fue el ideólogo principal de la campaña de Moreno, con quien trabajó como asesor en el Congreso. En la administración anterior laboró como vicecontralor.
Catalina Ramírez / Secretaria de Cultura
Psicóloga. Fue nombrada directora de la Biblioteca Nacional en reemplazo de la bibliotecóloga Lina Espitaleta en el año 2005. Antes fue gerente de Biblored con Enrique Peñalosa.
Andrés Rojas / Director de Comunicaciones
Comunicador Social de la Universidad Javeriana, trabajó como periodista en Caracol Televisión y se vinculó a la campaña de Samuel Moreno como su jefe de prensa.
Por Redacción Bogotá
