De camino al trabajo o a cualquier tipo de diligencia bajo las faldas de la imponente montaña, Transmicable le ahorra casi 30 minutos de recorrido a Carmenza López, residente del barrio El Paraíso, uno de los más beneficiados de este sistema de transporte por cable.
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Cinco años atrás, cuando no existía el cable, López debía recurrir a otros medios de transporte, como el alimentador, los buses informales, o simplemente caminar, para llegar al Portal Tunal. “Realmente había mucho trancón y los buses eran peleados, por lo que tocaba esperar mucho y viajar, la mayoría de las veces, a pie”, relata Carmenza frente a un puñado de cámaras que registraron el momento exacto en el cual se convirtió en la pasajera 45 millones del cable.
La fluidez de su recorrido, que a comparación de los viajes de antaño se compara únicamente con la del viento que sopla por esas montañas periféricas, le ha permitido a ella, y a los otros 49,9 millones de usuarios, el ahorro de 3.800 horas de viaje. “En hora pico el recorrido suele durar doce minutos, mientras que en horas menos concurridas se demora, como mucho, quince a diecisiete minutos”, explica, mientras contempla con una vista privilegiada la urdimbre de casas, calles semidestapadas y senderos verdes y amarillos que le dan forma al montañoso tramo que sobrevuela rápidamente sentada en el Transmiscable.
El Paraíso y el Mirador (Ciudad Bolívar), los dos barrios más beneficiados, aglutinan junto a otras docenas de vecindarios cerca de 25.000 personas que han acercado la periferia de su entorno a la ciudad que vibra y opera en la planicie. Es por ello que Transmicable, más allá de un compendio de poleas, trenes de arrastre, cabinas y postes, ha fungido como un pulmón de transformación social en el sector, históricamente marginado, en el cual fue instalado.
Carmenza, por ejemplo, gastó seis de los trece años que lleva viviendo en el Paraíso, gran parte de su tiempo en madrugadas y desayunos a plena luz del alba, con los cuales esperaba robarle un par de minutos a su antiguo trayecto diario hasta el trabajo. Ahora, la planeación le es más favorable, y el tiempo que se ahorra lo ha podido dedicar a revisarle las tareas a sus hijas e incluso descansar unos minutos más antes de salir a ganarse a la vida en los trabajos que ejerce por temporadas.
La devolución de un recurso tan valioso y no renovable a las personas es, en efecto, una balanza de equilibrio en la ciudad de las asimetrías sociales, en donde los estratos menos favorables no solo viven más lejos de los núcleos productivos, sino que disponen de pocas opciones para moverse de extremo a extremo.
Acercar las zonas montañosas de Bogotá a la ciudad permite, además, que las estaciones y demás infraestructura sean un motor de renovación urbana en donde son construidas. A los alrededores de las gigantescas torres por las cuales atraviesa el cableado por el cual suben y bajan las cabinas, se han acrecentado actividades económicas, culturales y del cuidado que han permitido a los residentes de la zona acceder a nuevas ofertas de servicios sociales y mostrar con orgullo, a los nuevos visitantes que se acercan gracias al cable, la explosión cultural de sus vecindarios; tan compuesta de resiliencia, gastronomía popular, y chorros de pintura que estallaron y se bifurcaron en los murales y grafitis del colorido follaje de la montaña.
Por todas estas razones, Transmicable es más que un simple medio de transporte. Sí, tiene la capacidad de mover 3.600 personas en hora - sentido, y está compuesto de 163 cabinas, Su velocidad promedio es de 5.5 kilómetros por hora, lo que le permite hacer su recorrido, desde la estación Mirador del Paraíso —la más alta—, hasta el Portal Tunal. Pero, ante todo, Transmicable es un nodo de revitalización al cual aspiran otros dos sectores periféricos de la ciudad.
Cable de San Cristóbal
A pocos días para finalizar 2024, el alcalde Carlos Fernando Galán visitó las obras del que será la segunda línea de cable aéreo de Bogotá. Se trata del proyecto Transmicable en San Cristóbal, el cual conectara el portal del 20 de julio con los barrios de La Victoria y Altamira.
Desde el comienzo de las obras, en octubre de 2023, el avance total del proyecto es, a día de hoy, del 41 %. Este porcentaje no solo está por encima del itinerario previsto, sino que permitirá, de acuerdo con las cuentas de Alejandro Zambrano, gerente para Colombia de Dopplermayr, la empresa que lo construye. “Avanzamos por encima de lo que esperábamos. Ya instalamos una de las torres y hoy, 29 de enero, vamos a terminar y a entregar otras dos”, apostilla. De acuerdo con Zambrano, este ritmo de trabajo ha sido posible gracias a la colaboración de la comunidad, que está ansiosa de recibir el cable y recuperar el tiempo, al igual que sucedió con los vecinos de Ciudad Bolívar.
La compañía de origen austriaco, Doppelmayr, ha sido protagonista del desarrollo de teleféricos en la ciudad. Desde el emblemático cable de Monserrate, hasta el Transmicable de Ciudad Bolívar, la filial de esta compañía en nuestro país ha dicho presente. Hoy, después de ganar los procesos licitatorios correspondientes, están al frente de la construcción de los futuros cables de San Cristóbal y Potosí, los cuales, al igual que sus antecesores, tienen el potencial de cambiar la vida de los residentes de Bogotá para siempre.
De acuerdo con las estimaciones de la alcaldía y de la compañía a cargo del proyecto, el Transmicable estaría listo en agosto de 2026, aunque requeriría de unos meses adicionales para las respectivas pruebas, previas a su apertura al público. Su diseño, que incluye nuevas zonas de espacio público e infraestructura del cuidado, está destinado para cambiar la realidad social de la zona más montañosa de la localidad, como ya ocurrió con Ciudad Bolívar
“La gente tiene una actitud muy positiva y es algo fascinante. Independiente de si el medio de transporte es un teleférico, las conexiones de transporte generan conexiones vitales para el desarrollo las zonas marginadas. De manera que llevar transporte eficiente y en el menor costo a una comunidad que no ha tenido acceso, tiene un vuelco muy positivo hacia un desarrollo acelerado que debió tener años antes. Asimismo, el valor del terreno y de la propiedad, también aumenta”, explicó Zambrano a El Espectador.
El cable aéreo San Cristóbal tendrá una extensión de 2,8 kilómetros, 17.800 m² de nuevo espacio público y tres estaciones: la estación del portal 20 de Julio; La Victoria y Altamira. Este recorrido podrá realizarse en tan solo 10 minutos, frente a los 35 que en promedio tarda un alimentador desde el sector de Altamira hasta el Portal. Respecto a su capacidad, desde la propuesta de diseños se conoció que el cable podrá movilizar 4.000 personas hora/sentido en 144 cabinas.
De la inversión de $779.000 millones, solo $413.000 millones irán para la instalación de los rieles del cable, las estaciones y las cabinas. Los $366.000 millones restantes se utilizarán en la construcción de una red de infraestructura social que complementará la obra. En este despliegue de infraestructura se espera la construcción de dos manzanas de cuidado y la revitalización de parques como La Joyita, Bello Horizonte, y Guacamayas.
Un segundo paquete de obras de espacio público abarca la intervención de los parques La Victoria y La Gloria, y 3 circuitos viales —Cra 5A entre el portal 20 de julio, la plaza del Divino Niño y el circuito la Victoria— que facilitará la accesibilidad a la estación. Toda esta movida de construcción espera consolidar 25.000 metros cuadrados de equipamientos de espacio público que buscan darle un segundo aire urbanístico a la localidad de San Cristóbal.
Cable Potosí
Cumpliendo el cronograma de proyectos a adjudicar, el IDU licitó en diciembre de 2023 el cable aéreo de Potosí y Altos de Cazucá, un proyecto que se posicionará como el tercer cable que tenga la ciudad, compartido con el vecino municipio de Soacha. Al momento de firmar el contrato, la Unión Temporal Ciudad Aérea, de la cual también hace falta Dopplemayr se comprometió a entregar la etapa de estudios y diseños en doce meses. Esta etapa, ya estaría a punto de finalizar, según confirmó Zambrano a El Espectador.
“Esta etapa de diseño debe terminar en los próximos meses, por lo que en 2025 ya vamos a empezar la obra como tal, que también durará dos años. El escenario es prácticamente el mismo en los tres teleféricos: son zonas que no contaban, o no cuentan, con un medio de transporte eficiente de comunicación”, explicó el gerente de la compañía. En vista de lo anterior, se espera que el tercer cable de la ciudad esté listo para mediados de 2027.
La inversión de la obra es de $529.532 millones, que comprenden la realización de los estudios, diseños y construcción. Para la interventoría, la inversión es de $41.267 millones. Adicionalmente, para la adquisición de predios se estima una inversión de $155.060 millones. Para la construcción del cable se necesitan 402 predios, de los cuales se deben adquirir 390, ya que 12 son propiedad del Distrito.
La longitud del cable será de 3,3 kilómetros y contará con cuatro estaciones: Portal Sur, Tres Reyes, Santa Viviana y Potosí. Proyecta transportar a 4.000 pasajeros por hora/sentido. Son 189 cabinas en las que se podrán movilizar 10 pasajeros por cada una de ellas.
Paralelo a la construcción del cable, se desarrollará un proceso de revitalización urbana con nuevas zonas verdes, espacios con juegos infantiles, senderos. También se organizarán servicios sociales que transformarán la vida de los habitantes de este sector de la ciudad que limita con el municipio de Soacha.
En el tintero hay todavía más proyectos en perspectiva con los cuales Bogotá aspira a convertirse en la ciudad de los cables y un ejemplo de movilidad sostenible en el continente. El Plan de Ordenamiento Territorial 555, aprobado en 2021, tiene en sus lineamientos otros proyectos de teleférico. Hay dos en el centro. El primero, que estaría conectado a la futura estación de metro en la calle 26, y el otro, que sobrevolará en el costado sur, por los barrios colindantes. Sin embargo, estos dos proyectos se encuentran todavía en fase de formulación y tienen una fuerte resistencia de los vecinos de las zonas que lo rodearán. Lo anterior, dado que estos barrios, en su mayoría, ya son zonas consolidadas, con oferta de transporte pública y de infraestructura, a diferencia de Ciudad Bolívar, San Cristóbal y Potosí.
Sin importar el desarrollo de estos dos últimos proyectos, lo cierto es que los cielos bogotanos de la periferia se alistan para él sobrevuelo de cabinas impulsadas eléctricamente. Cable a cable, renovación a renovación, estos barrios se acercarán más a la ciudad y demostrarán, desde sus entrañas y las de su propia población, el porqué en la periferia también sale el sol.
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