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Enrique Peñalosa es la mente detrás de Transmilenio (TM). Si por algo se recuerda su primera administración, fue porque priorizó este sistema por encima del metro. Aunque el plan del mandatario para esta segunda alcaldía era seguir expandiendo la red, según el proyecto original, en cuatro años no construyó ni un centímetro de troncal. Y no por falta de voluntad. Los jueces frenaron TM por la carrera Séptima, justo cuando se alistaba para contratar su construcción.
Para cambiar este balance, el alcalde ahora se la juega por contratar las obras en la avenida 68, proceso que arrancó ayer con la publicación de los prepliegos de la licitación. Si el cronograma se cumple, el 30 de diciembre, a un día de dejar el Palacio Liévano, firmará el contrato para construir una troncal de 16 kilómetros (desde la autopista Sur hasta la carrera 9ª con calle 100), que tendrá 20 estaciones, ciclorrutas, pasos elevados y a desnivel, así como la ampliación del espacio público. Sin embargo, más allá de sus características, su verdadera importancia radica en que, de las tres troncales alimentadoras planeadas en el proyecto de metro elevado, esta será la más importante para garantizar el flujo de pasajeros.
Otro punto es que a lo largo de su trazado conectará con otras seis troncales (autopista Norte, Av. Suba, calle 80, calle 26, NQS y Américas), con lo que se espera que su construcción pueda desahogar estas troncales e impacte en la movilidad de más de tres millones de personas, que residen en 10 localidades de la ciudad. Por último, la troncal será importante porque una vez entre en operación se reducirán los 1.007 buses del SITP que a diario pasan por esta vía.
Así como se proyectó para la carrera Séptima, la construcción de la troncal de la 68 se dividirá en nueve tramos o contratos, con lo que se busca que la construcción se haga de forma simultánea y esté lista en menos de 70 meses, antes de que entre en operación el metro. Construir la nueva línea de TM demandará una inversión de $2,3 billones (sin contar interventoría y predios), de los cuales la nación pondrá el 60 %, según lo acordado en el compromiso de cofinanciación del metro elevado.
En parte, es esto lo que hace imposible que la nueva alcaldesa, Claudia López (así no le guste la obra) pueda echar para atrás la obra, como lo sugirió en repetidas ocasiones en campaña. Según ella, lo más conveniente sería tener tranvías o metros ligeros, pero si la licitación queda adjudicada, será tan imposible de revertir como el metro.
Quienes consideran que por la 68 no debería ir una troncal de TM, sino otro medio de transporte, se aferran a encontrar alguna anomalía en el proyecto. Por ejemplo, los concejales Manuel Sarmiento (Polo) y María Fernanda Rojas (Alianza Verde), quienes serán parte de la bancada de gobierno desde el otro año, aseguran que a la obra aún le faltan estudios.
Según Sarmiento, “no había dinero para hacer el proyecto, como lo señaló el primer estudio de factibilidad, así que le recortaron algunas cosas con tal de dejar el contrato antes de irse”. En tanto Rojas advierte que la preocupación no es solo de un sector de la ciudadanía. Revela que un memorando interno, entre funcionarios del IDU, contiene 24 preocupaciones sobre la obra. “Están apretando tiempos para adelantar la licitación. Sacar un proyecto de esta naturaleza en menos de dos meses es forzado”.
Pese a las tempranas alertas sobre la obra, esta es parte integral del proyecto metro y será muy difícil que se logre frenar, en especial teniendo en cuenta la necesidad de un sector de la ciudad como el occidente, donde han sido escasos los proyectos de movilidad.