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El paro nacional cumple 22 días, lapso que derrumbó los pronósticos de quienes esperaban que las protestas duraran un par de jornadas, como en anteriores movilizaciones. Pero la firmeza del estallido social que se vive por estos días en las calles de Bogotá y el país se explica en aspectos como la rabia contenida desde noviembre de 2019, los pocos avances sobre las peticiones de las protestas y el cada vez más férreo despliegue de la Fuerza Pública. Este último factor, atizado por la petición del Gobierno de ampliar la capacidad operacional para evitar bloqueos, avivó los ánimos en las calles, en un momento en que el llamado desde múltiples sectores es a que se alivie la tensión, para evitar que siga aumentando la cifra de muertos o heridos en el marco de las marchas.
Así se evidenció ayer en el Portal Américas, que se consolidó como el principal punto de choque entre manifestantes y policías. En la mañana, un grupo de manifestantes inició un plantón que derivó en bloqueos y afectaciones operativas para Transmilenio en la avenida de las Américas, una troncal que tiene 15 estaciones fuera de servicio. De inmediato los agentes del Esmad reaccionaron, rodeando y requisando a los jóvenes. A su vez, algunos vecinos del sector salieron en defensa de los manifestantes.
Ese fue el piloto de lo que se prevé para hoy, y para las jornadas que vienen, en varios puntos de la ciudad. A menos de que se inicie un desescalamiento de las acciones violentas que, según voces desde varios sectores, está muy lejos de ocurrir. Entre las propuestas de los manifestantes, expertos y políticos, la más repetida es el diálogo. Primero el avance de las conversaciones con el Comité Nacional del Paro, pero también ampliar la mesa a la participación de quienes están en las calles.
Hablando desde su postura como defensora de derechos humanos y, por lo tanto, como testigo de primera mano de lo que ocurre en las marchas, Isabel Fajardo, vocera de Lazos de Dignidad, considera que la decisión de reforzar el accionar de la Fuerza Pública se traduce en aumentar la criminalización y la estigmatización de la protesta. “Es preocupante ese llamado a desplegar toda la fuerza, entendiendo que no solo es Esmad, sino también militares, para contener un ejercicio de movilización”, manifiesta.
De acuerdo con Fajardo, el escenario conciliador y que buscan los manifestantes es el diálogo, pero no solo sentarse con el Comité del Paro. “También deben invitar a grupos de jóvenes, que son quienes le están dando vida a este paro. Y, a futuro, se debe pensar en transformar el ejercicio de la Policía. Se necesita una reforma policial en la que se desmonte el Esmad y se construya una Policía para la paz”.
Algo similar se escucha desde el Concejo de Bogotá, incluso desde orillas diferentes. Por ejemplo, Susana Muhamad (Colombia Humana), aseguró que una forma de ir desescalando la violencia es una concertación en los puntos críticos, en la que participen manifestantes, Fuerza Pública, Distrito y defensores de derechos humanos, para construir un plan conjunto de garantía de protección de la movilización.
“Hay que hacer un llamado a quienes se van a manifestar para que sea algo ejemplar, como ocurrió el sábado en Héroes. Algo totalmente masivo y que se tome las calles, para que le quite fuerza a la violencia”, pide Muhamad para las marchas de hoy.
También desde la oposición, pero desde otra orilla política, Jorge Colmenares (Centro Democrático) pidió que se avance en diálogos directos con los jóvenes y demás sectores que están en las calles, para así reducir la tensión entre las partes. No obstante, la solicitud la hizo al Gobierno Nacional, al afirmar que “es necesario que el Distrito tenga una interlocución respetuosa y directa con los jóvenes y con quienes están marchando, para entender sus condiciones, deseos y expectativas de la protesta”.
Pero el desescalamiento no es tan sencillo y pasa por algo más que el aspecto político. Si bien el protocolo que se ha implementado durante estas semanas ha tenido ciertos resultados, en que hay cierta progresión en el uso de la fuerza, hay muchos grupos que ya cogieron como “deporte” salir por las noches a tener choques con la Policía. Ese es el análisis que hace Néstor Rosanía, corresponsal de conflictos y director del Centro de Estudios en Seguridad y Paz, quien coincide en que desde la política la forma de desescalar la violencia es mediante los avances en las mesas de diálogo.
“Pero desde lo que he visto en la calle, según lo que he escuchado entrevistando a marchantes, es que miles no se sienten representados por el Comité del Paro. Muchos dicen que así lleguen a un acuerdo, las marchas seguirán. Por eso, el desescalamiento no será tan sencillo, porque hay tribus urbanas que esperan que sean las 6:00 p.m. para “romperse” con la Policía. Mientras no se desescale el tema y exista la lógica del paro, hay muchos grupos que seguirán limitando esto a un choque contra la Policía”, resume Rosanía.
Para concluir el tema y refiriéndose a cómo garantizar tanto el derecho a protestar como el derecho a moverse por la ciudad, Patricia Muñoz Yi, directora de la maestría en estudios políticos de la U. Javeriana, resalta que, como los ánimos sociales están bastante exaltados, una de las primeras tareas del Gobierno es precisamente llamar a la calma, conseguir canales de diálogo, pero también mejorar las formas de comunicación para bajar los ánimos.
“El llamado a la Fuerza Pública puede ser contraproducente en la medida de que se trata de controlar por la fuerza una serie de manifestaciones, unas pacíficas y otras cargadas de mucha exaltación de los jóvenes, y es algo que puede generar mayor violencia. Hay alteraciones en temas de movilidad y bloqueos, hay que buscar otras vías de consenso con los actores de las marchas”, concluye la docente.
Es claro que la protesta pasa por su momento cúspide y, por lo tanto, los ánimos de ambas partes están en lo más alto. En Bogotá Región se registran ya cuatro muertes, mucho menos que en otras ciudades, pero el objetivo es que esa cifra no aumente en las próximas semanas, para lo que es necesario empezar a buscar vías no violentas para disminuir la presión en las calles.
