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Tusi: estudio revela que 40% de los consumidores no dimensionan su riesgo

Un estudio del psiquiatra Luis Fernando Concha, magíster en toxicología, halló que el 60 % de consumidores de tusi tienen una percepción distorsionada de los peligros de esta droga que gana terreno en Bogotá.

Juan Camilo Parra y Camilo Tovar Puentes

01 de julio de 2025 - 09:00 p. m.
El 67 % reconoció haber incurrido en conductas de alto riesgo bajo los efectos del tusi, como conducir, mantener relaciones sexuales sin protección, sufrir afectaciones físicas o mentales, e incluso participar en actos delictivos.
Foto: Archivo Unimedios
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El policonsumo de drogas, asociado al tusi, parece que se ha ido normalizando progresivamente en el mundo. Y mientras esto ocurre, en Bogotá avanzan los intentos por entender este fenómeno, que crece en consumidores, producción y adulteración, por lo que sus efectos y su composición siguen siendo un reto para las investigaciones, que buscan plantear caminos para la reducción de riesgos.

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Ejemplos de esto son los trabajos de la organización Échele Cabeza, dedicada a promover la mitigación de daños, o la reciente aproximación, de Luis Fernando Concha, médico y especialista en toxicología de la Universidad Nacional, quien adelantó un estudio titulado “Asociación entre la percepción del riesgo del consumo de ‘cocaína rosada’ y la severidad del trastorno por su uso”.

En el documento presenta una dimensión del consumo poco explorada: la percepción de los daños versus la continuidad de consumo problemático. Aunque la muestra esperada eran 300 participantes, el resultado fue muy inferior, pero valioso: solo 15 personas en rehabilitación accedieron a participar en el estudio. Según el investigador, fueron dos años recopilando datos para realizar el análisis, que marca la tendencia de cómo ven los consumidores esta sustancia.

No obstante, la tarea no fue fácil. “Hay una gran dificultad para aproximarse desde la academia a esta población. La percepción de riesgo es una medida que nos sirve para mitigar consumos extremos, pero muchas veces adelantar estos procesos es difícil con jóvenes que tienen menor tiempo en este mundo o no han terminado de asimilar el riesgo detrás de estas sustancias”.

Percepción de riesgos vs decisión de consumo

Entre los resultados del estudio sobre los patrones de consumo, se encontró que el 67 % de los entrevistados afirmó consumir tusi en discotecas; el 33,3 %, en sus casa —pedido a domicilio—, y el 26,7 % en entornos educativos. Entre las principales motivaciones estuvieron el aburrimiento (53,3 %), mejorar el estado de ánimo (40 %), socializar (40 %) y olvidar problemas (40 %).

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Llamó la atención que el 67 % reconoció haber incurrido en conductas de alto riesgo bajo los efectos del tusi como conducir, mantener relaciones sexuales sin protección, sufrir afectaciones físicas o mentales e, incluso, participar en actos delictivos. Esto, aun conociendo los riesgos asociados.

“Los resultados revelaron una alta prevalencia de casos graves de trastorno por uso de tusi (67 %) y una percepción polarizada del riesgo asociado a su consumo. Un 60 % de los participantes percibió un alto riesgo y un 40 % lo calificó como algo de bajo riesgo. Las personas más jóvenes o que tienen menor tiempo de consumo no han terminado de asimilar todo el riesgo que les puede causar la droga”, indicó el investigador.

Otro estudio, que da luces sobre las dinámicas de consumo de tusi en la ciudad, lo realizó Échele Cabeza, una de las voces más calificadas para hablar sobre el consumo y las prácticas a su alrededor. Si bien los resultados no se han publicado, El Espectador conoció varios datos.

“Desde Échele Cabeza, recientemente realizamos una encuesta que, entre sus objetivos, buscó conocer las tendencias de uso de diferentes sustancias. De las 2.674 personas que respondieron la encuesta, el 56,6 % afirmó nunca haber usado Tusi. Dentro de quienes afirmaron usarla, el 15,6 % la usa con una baja frecuencia (una a dos veces al año), mientras que el 14,1 % la usó cada dos, tres o cuatro meses.”, advierte Mauro Díaz, director del servicio de análisis de sustancias de Échele Cabeza.

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“De hecho, quienes usan Tusi, en general, desconocen la composición completa de la preparación. Sin embargo, esto no limita su uso. Más bien, se trata de una generación que está asumiendo riesgos que no solo están asociados al tusi, sino también a los contextos de uso, por ejemplo: mezclar con otras sustancias, no planear los escenarios de consumo, o no evaluar la frecuencia ni las cantidades”, añade.

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Cóctel peligroso

Es bien sabido que el tusi no es una droga que se pueda generalizar, pues es parte de un cóctel que lleva varias sustancias depresoras del sistema nervioso. Y, entre ellas, según el toxicólogo Luis Fernando Concha, destaca la ketamina, que es el principal componente identificado en las muestras analizadas por expertos. Su particularidad: es un anestésico disociativo, que actúa sobre los receptores nerviosos.

Concha, anota la paradoja: “sus efectos psicoactivos han convertido a la ketamina en una droga recreativa popular. En dosis bajas, produce efectos euforizantes y disociativos (conocidos como “k-land”), mientras que en dosis altas genera efectos inmovilizadores y alucinógenos (conocidos como “k-hole”). En el contexto del consumo ilícito, la ketamina recibe nombres como ‘K’, ‘vitamina K’, ‘super K’, ‘special K’, ‘jet’ y superacid”

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A partir de ahí, su composición es inconsistente y peligrosa. Un dato que lo demuestra fue lo que halló el Observatorio de Drogas de Colombia, en su informe de nuevas sustancias sintéticas, que realizó el año pasado. En las muestras de “tusi” analizadas han encontrado hasta ocho componentes, donde se destaca, además de la ketamina, otros compuestos como el MDMA, MDA, Metanfetamina, cafeína, entre otros más peligrosos.

“Para el año 2024 y en el marco de las actividades del Sistema de Alertas Tempranas (SAT), se detectó por primera vez la sustancia de nombre clefedrona, que corresponde a una Nueva Sustancia Psicoactiva (NSP) de la familia de las catinonas sintéticas. También se identificó la presencia de xilacina, lo que se configura como un nuevo elemento para adulterar la droga”, dice el informe.

El tusi y la nueva política pública de SPA

Recientemente, la Secretaria de Salud anunció que prepara, con la asesoría de Naciones Unidas, una nueva política pública de Sustancias Psicoactivas, que en Bogotá no se actualiza desde 2011. Teniendo en cuenta la incidencia del tusi en el espectro de consumo nacional y Distrital,  hay varios retos que la nueva política debería tener en cuenta.

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Por un lado, para abordar la problemática de las cocinas donde se prepara el cóctel, (que suelen instalarse en sitios residenciales para no levantar sospecha), las cuales, en su gran mayoría carece de los cuidados mínimos a nivel sanitario y de seguridad, “es importante que, además del enfoque de seguridad, el tema se aborde desde la salud pública, con estrategias robustas de prevención y tratamiento que vayan ligadas con un componente de financiación para fortalecer y promocionar programas de reducción de daños que realizan organizaciones sociales”, señala Daniel Rojas, psicólogo e investigador de Échele Cabeza.

En ese sentido, teniendo en cuenta el alcance del fenómeno de consumo y su incidencia, “es importante que la estrategia de reducción de daños, contemple acceso libre a información sobre la sustancia, sobre los riesgos y dinámicas asociadas, además de potenciar los análisis de dosis con tecnología de punta capaz de identificar la composición de cada muestra (máxime cuando hablamos de un cóctel de sustancias que varían según quién lo prepare), y que contemple las mutaciones del mercado y ofrezca atención integral en salud mental”, añade Rojas.

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El panorama obliga a las autoridades a seguir investigando los riesgos del tusi; promoviendo la reducción de daños asociados al consumo de esta droga, y seguir apoyando la continuidad de los trabajos de investigación, divulgación y pedagogía que realizan organizaciones sociales, para lograr constituir estrategias a largo plazo, basadas en los datos e insumos investigativos que se ofrecen desde la academia y las organizaciones, para que este no sea un problema que en el corto plazo se vuelva más difícil de enfrentar.

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Por Juan Camilo Parra

Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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