Con la necesidad de varias aclaraciones sobre su alcance, ayer comenzaron los comparendos de $600.000 por estacionarse en el carril exclusivo para el transporte público en la carrera séptima. La medida, que solo aplica para quienes se parqueen y no para quienes hagan paradas momentáneas, revivió la discusión sobre la necesidad de intervenir un corredor que mueve cuatro millones de personas.
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Varios gobiernos han intentado plasmar su visión sobre lo que se debería hacer para mejorar la movilidad en esta vía. En el tope de esta baraja reside el Corredor Verde, la última propuesta concreta para resolver el meollo de la séptima. Sin embargo, su accidentado periplo de contratación —ningún consorcio se presentó a la licitación para construir dos de sus tres tramos— dejó su futuro en el limbo.
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La actual administración optó, en primer lugar, por desistir en la contratación de los tramos 1 y 2, los cuales abarcaban la zona sur de la séptima (entre calles 25 y 99). Además de la falta de oferentes, el gobierno de Galán los consideró inconvenientes, mientras en la Caracas se adelantan las obras del metro. No obstante, otra suerte corrió el tramo 3 del proyecto, entre las calles 99 y 200.
El no estar en una zona colindante con el metro, su importancia para otras conexiones como la futura troncal de la avenida 68 y la poca resistencia de las comunidades sirvieron para que su contratación fuera más sencilla. Hoy, con una inversión de $1,3 billones, adicional a los carriles mixtos y exclusivos para TM, tendrá 10,7 kilómetros de ciclorrutas y 163.000 m2 de espacios públicos. Y en el extremo norte, quizás el componente más relevante: el patio portal de la calle 200, eléctrico en su totalidad.
Empero las proyecciones, aún no se ha movido un solo gramo de cemento para esta obra. Tras dos años de adjudicación, el proyecto no ha pasado de la fase de preconstrucción, y aunque el IDU le comentó a El Espectador que el comienzo de las labores está previsto para el siguiente semestre, lo cierto es que los datos y factores de incidencia contrastan con el optimismo.
Adquisición predial y consorcios
Al igual que toda obra en Bogotá, la compra de predios ha sido el primer obstáculo por sortear. Inmuebles con tres o más dueños, o incluso en proceso de sucesión, hacen que esta fase implique una maraña de maniobras judiciales y económicas que demoran la solución. Para este caso, el IDU ha logrado la adquisición de 164 predios, de 270. Eso quiere decir que todavía faltan 106 títulos, cuya compra no se vaticina ágil, si se tiene en cuenta que en este proceso llevan casi cuatro años.
El inicio de la fase de restitución de fachadas, ocupaciones indebidas del espacio público y predios en proceso de incorporación por el DADEP, así como la existencia de inmuebles con situaciones jurídicas irregulares, como ocupaciones, falsas tradiciones o sucesiones no resueltas, son líos por desenredar. Sobre todo cuando una de las premisas de la actual administración es la de que ninguna obra puede comenzar hasta tener la mayoría de los predios que necesita para construirse.
Del mismo modo, otro aspecto a tener en cuenta, y que ya ha probado ser la piedra en el zapato de otras obras, es la diversidad de consorcios implicados en el proyecto. En la futura troncal de la Av. 68, por ejemplo, son varios los comentarios sobre las implicaciones que tuvo para el Distrito negociar y lidiar con cinco consorcios con ritmos de trabajo diferentes. Para este caso en particular, solo en el tramo 3 del Corredor Verde hay tres consorcios (Consorcio Vial del Norte, Consorcio THC Corredor Verde 99 y Consorcio CC-P 7MA L3) y ocho firmas constructoras involucradas.
Esta dinámica, explica el IDU, se da por la subdivisión del tramo 3 del Corredor Verde, la cual consta de tres lotes (cada uno a cargo de un consorcio), que tienen diferentes componentes de obra en su diseño (malla vial, ciclorrutas, espacio público y el patio portal). De ahí que, al menos sobre el papel, el posible retraso en uno de los lotes no debería afectar el desempeño o entrega del resto. No obstante, en una ciudad con un lastre de retrasos, cualquier cosa es posible.
Obras complementarias
Durante una intervención en expoconstrucciones, Nelson Mauricio Reina Manosalva, subdirector general de infraestructura, dijo que una de las condiciones para llevar a buen puerto las obras recae en la culminación de otros frentes colindantes, para no generar un trauma mayor en la movilidad. “Para el corredor, entendemos que sería difícil comenzar las obras si todavía no se terminan obras como las de las calles 170 y 193. Hacer esto sería contraproducente y podría colapsar a Bogotá”, comentó el funcionario.
En efecto, la obra a la cual hizo alusión Reina es la de la Av. Laureano Gómez, un proyecto con un retraso de cuatro años: fue contratada en 2017, arrancó en 2021 y tenía que estar lista en 2022. Actualmente, según el visor de proyectos del IDU, se encuentra en el 80 % de ejecución (frente al 70 % de hace un año) y su entrega se prevé para el año entrante. Este corredor es clave, pues sería la principal vía de descongestión para las obras del tramo norte del Corredor Verde, al desviar el tráfico por la 180 o la 183.
Finalmente, el tramo 3 debería estar listo cuando la troncal de la avenida 68 (con entrega prevista para 2027) entre en funcionamiento. Si de verdad se quiere aprovechar la conectividad del corredor con la troncal, es imperativo que las habiliten en paralelo, para dar una mano a la movilidad del norte y aumentar la capacidad de transporte público de 12.000 a 18.000 pasajeros/hora sentido. Por eso el IDU aclaró que hacen todo lo posible para que esta conexión esté en los tiempos requeridos.
Asimismo, el Distrito tiene otro flanco abierto en la calle 100: el plan parcial El Pedregal. En medio de un proceso de reorganización empresarial del desarrollador, el IDU ha dicho que asumirá las obras de carga urbana, que le correspondían al privado, pero sin renunciar a la compensación. Pero, allende la discusión sobre los recursos, lo cierto es que el IDU debe hacer un esfuerzo adicional para tener este nodo de conexión listo para 2027.
Quedan dos años para que el tramo norte del Corredor Verde se materialice y dé una mano para agilizar el flujo de pasajeros y vehículos en el norte de la ciudad. Aunque su construcción solo es una parte de la tan ansiada solución de movilidad para la séptima, su culminación en los tiempos deseados sería un aliciente y, sobre todo, una buena señal para la ya vilipendiada cultura de las obras públicas en Bogotá.
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