Resolver el dilema de la expansión urbana en tiempos de cambio climático es un asunto espinoso. Construir casas implica un gran reto, en especial para ciudades como Bogotá, donde la demanda contrasta con la poca disponibilidad de terrenos y la incierta capacidad a futuro para proveer servicios públicos. Según el Distrito, para 2031 se requerirán al menos 770.000 nuevos techos, dato que si se analiza a la luz de la actual escasez de agua y las nuevas fuentes de abastecimiento, abre la pregunta: ¿a dónde debe apuntar la construcción?
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Le puede interesar: Las negligencias del pasado que le costaron a la ciudad más de $1.000 millones.
La apuesta del sector inmobiliario pasa por la eficiencia. Con este propósito, en los últimos años, las constructoras han optado por tramitar licencias EDGE, LEED, CASA Colombia y Envision, que exigen criterios de sostenibilidad, como consumir menos electricidad y agua, e incluso ser ambientalmente sostenibles. Hoy Bogotá es la ciudad con más licencias EDGE, con 110.000 unidades desarrolladas bajo este criterio, siendo un paso en la preparación al cambio climático. Y así lo muestran las cifras: se estima que estos proyectos permitirán al año un ahorro de 207.000 megavatios de energía, lo que equivale al consumo de 86.000 hogares; 11,9 millones de m3 de agua, que es lo que consume Bogotá en una semana, y la reducción de 134.000 toneladas de CO2, cifras claves para la sostenibilidad ambiental.
Alternativa ante el panorama
La ciudad atraviesa dos coyunturas en materia de servicios públicos. La sequía puso en evidencia la fragilidad del sistema de abastecimiento de agua, y en el aspecto energético, la infraestructura para traer electricidad a la capital se está quedando corta ante la creciente demanda. El panorama obliga no solo a buscar soluciones estructurales, sino a pensar en las nuevas viviendas.
Y es a lo que le apuntan las licencias EDGE, que imponen ajustes en la construcción, como demostrar una reducción mínima del 20 % en el consumo de agua, energía y materiales. Un ejemplo de esto es la Torre Estación, construida por la Constructora Capital, en el Plan de Renovación Urbana Sabana. Allí los ingenieros efectuaron algunas maniobras, como el uso eficiente de sistemas de iluminación y ventilación, y la optimización de calentadores de paso. Las luminarias, por ejemplo, son tipo led y el calentador posee una eficiencia superior al 70 %, calentando el agua en el menor tiempo posible.
El edificio cuenta con controles de iluminación y sensores en las áreas comunes, minimizando el consumo de energía. En cuanto al agua, se instalaron aireadores en las griferías del lavaplatos y las duchas, “que reducen el flujo y el desperdicio sin comprometer su funcionalidad”. Con esto el edificio ahorra un 20 % de luz, 20 % en el uso de materiales y 65 % de agua.
Aunque estos ajustes incrementan los costos, hay factores que amortizan la inversión. Angélica Ospina, directora ejecutiva del Consejo Colombiano de Construcción Sostenible, explica que “estos proyectos no solo son más eficientes, sino que generan un retorno económico más alto, gracias a la reducción de costos operativos y a la mayor atracción de inversores comprometidos con la sostenibilidad”.
Un aporte adicional, agrega Ospina, se lograría si más de estos proyectos se desarrollan en zonas de renovación, que apuntan a reducir el tiempo de desplazamiento de las personas hacia los centros de trabajo. En este caso, se tendría un impacto indirecto sobre la emisión de gases de efecto invernadero y el uso de transporte sostenible.
Por otro lado, respecto a los proyectos en zonas de desarrollo (es decir, terrenos en zonas sin consolidación urbana), Ospina apunta a que se deben impulsar proyectos con certificación LEED, en los cuales, además de la eficiencia en servicios públicos, se verifica la armonía del proyecto con su entorno.
En este sentido, una de las cruzadas inmobiliarias de desarrollo más mentadas por estos días es Lagos de Torca. El plan zonal del norte, que está compuesto por un listado amplio de planes parciales de desarrollo, ha recibido críticas y defensas por igual. Mientras que los inversionistas del proyecto defienden su plan para garantizar la conexión hídrica de los humedales Torca y Guaymaral con las obras del proyecto, los opositores dicen que el plan de manejo de humedales ha sido “mediocre” y “falto de rigurosidad”.
En medio de este debate, El Espectador conoció que ya hay proyectos, que al menos en diseños, apuntan a certificarse LEED. La cuestión, en tal caso, recaería en cuantos de estos proyectos se certificarán respecto al total de los proyectados en Lagos de Torca.
Espacio público y aguas lluvias
Pero las apuestas no solo deben centrarse en las viviendas nuevas, sino en el espacio público, como lo demuestran los ecobarrios, iniciativa distrital que desde 2014 transforma los entornos de cinco barrios vulnerables. En su instalación se contempla un proyecto construido con la comunidad, que diseña los equipamientos. Tal es el caso de La Roca, el ecobarrio en la parte alta de San Cristóbal y futura sede del segundo Transmicable de la ciudad. Antes de la llegada de un sendero, que consolidó el ecobarrio, había un baldío donde pululaban la inseguridad y el consumo de sustancias. Hoy es un mirador, con huertas y un sistema urbano de drenaje sostenible (SUDS).
Este componente consiste en una intervención a cielo abierto para que el agua lluvia no se vaya al drenaje, sino que sea absorbida y almacenada en un tanque con capacidad de 2.000 litros. Luego, gracias a la energía producida con paneles solares, se garantiza la iluminación y se activa un sistema que distribuye el agua para que la comunidad la use en actividades como el riego de huertas o de zonas verdes. La secretaria de Hábitat, Vanessa Velasco, explicó que “estas intervenciones no solo mejoran el entorno de los barrios, sino que fortalecen la gestión comunitaria del medio ambiente, modelo que será replicado en otras zonas de la ciudad”.
El uso de aguas lluvias ha sido objeto de discusión entre el Gobierno Nacional y el Distrito para implementarlo en la ciudad. Si bien la opción de que todas las viviendas posean sistemas de recolección resulta casi imposible, hay otras opciones en marcha. En primer lugar, los proyectos de vivienda privados se encuentran en camino de certificaciones super-EDGE, las cuales requieren la instalación de estos mecanismos para el aprovechamiento del recurso. Por el lado del Distrito, se contempla la entrega de ayudas para la mejora de 10.000 viviendas, cuyas acciones, además, incluirán la instalación de mecanismos para el aprovechamiento de aguas lluvias.
Impedir que Bogotá avance urbanísticamente resulta imposible, dado todo el conglomerado económico y demográfico intrínseco de la capital. Lo cierto es que ese avance ya no debe ser una antípoda de la preservación medioambiental. Con inventiva y, sobre todo, mucha planeación, la capital puede continuar su camino hacia el desarrollo mientras se viste de resiliencia contra el cambio climático.
Continúe leyendo en la sección: “Hemos identificado malas prácticas en alcaldías locales”, Gustavo Quintero.
Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.