¿Vale la pena prescindir de perros vigilantes en los colegios oficiales?

El debate surge por una propuesta de la bancada animalista del Concejo de Bogotá que busca acabar los escenarios de “explotación animal” en la ciudad.

Kelly Rodríguez / krodriguezd@elespectador.com
17 de febrero de 2020 - 12:00 a. m.
Una eventual salida de estos perros de los colegios no asegura la jubilación del animal, pues las empresas dicen que los reubicarían.  / Secretaría Distrital de Seguridad
Una eventual salida de estos perros de los colegios no asegura la jubilación del animal, pues las empresas dicen que los reubicarían. / Secretaría Distrital de Seguridad

En los últimos días, los perros que prestan el servicio de vigilancia en Transmilenio (TM) y en colegios distritales han sido protagonistas. El debate se abrió en torno al maltrato al que estarían sometidos y al servicio que prestan. Luego de que la alcaldesa, Claudia López, afirmó que prescindirá de los perros anticolados en las estaciones, se sugirió replicar la medida en los colegios públicos, que tienen vigilancia canina.

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Si bien, la bancada animalista del Concejo, en cabeza de Andrea Padilla, anunció que los perros empezarían a salir de las instituciones de forma progresiva a partir de abril de este año, lo cierto es que la Secretaría de Educación le confirmó a El Espectador que antes de tomar una decisión, tienen que hacer un estudio juicioso para determinar si es pertinente replicar el desmonte de la estrategia en los colegios. Así que, en este momento, la propuesta no es más que un tema en estudio.

Los perros llegaron a los colegios públicos de Bogotá en abril de 2017, luego de un análisis que evaluó las condiciones de seguridad de los establecimientos. En ese momento, se consideró necesaria la implementación del “binomio canino” (guardia de seguridad y un perro antinarcótico) en 87 instituciones de todas las localidades, excepto Sumapaz. Desde entonces, no se ha realizado ninguna evaluación que defina, a ciencia cierta, si tener estos animales ha servido para evitar el ingreso de sustancias psicoactivas a los entornos escolares.

Por ello, la entidad afirmó que por ahora no prescindirá de este servicio sin antes medir el impacto en la seguridad de los colegios. Para hacerlo, se realizarán grupos focales con los centros educativos, reuniones con las instituciones responsables de la seguridad y revisarán experiencias internacionales y nacionales, en cuanto a estrategias disuasivas en materia de antinarcóticos. Hasta el momento, el plan de trabajo no tiene un cronograma definido. Ante este panorama, es imposible afirmar que el 13 de abril, cuando culmine el contrato de vigilancia, se inicie el desmonte progresivo de los perros vigilantes.

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La postura de la Secretaría es respaldada por el presidente de la Confederación Nacional de Padres de Familia, Carlos Ballesteros. “Hay que hacer una valoración real de costo-beneficio, pero creo que los perros sí han ayudado a erradicar a jíbaros y expendedores en el entorno y dentro de los colegios. Los perros espantan a los delincuentes”.

Por su parte, la concejal Andrea Padilla no ve motivo para mantener los perros en los colegios, pues cree que la seguridad debe partir de una relación de confianza con los alumnos; explorando las causas del consumo y aumentando el pie de fuerza cerca de las instituciones. “Mientras los alumnos están en recreo, entran a los salones con el perro para que huela las maletas. Hemos naturalizado una mirada delincuencial sobre los niños”.

Agrega que un canino que debe portar un bozal todo el día y descansar en una jaula no tiene calidad de vida. “Cualquiera que haya convivido con un perro sabe las necesidades de afecto y entretenimiento que tienen. Pero estos animales reciben, eventualmente, una caricia de su manejador”.

 

¿Qué pasaría con los perros?

 

Hay que aclarar que estos canes pertenecen a empresas privadas de seguridad que, ante un eventual retiro de los colegios, optarían por reubicar a estos animales en otras entidades públicas o privadas. Es decir, sacarlos de los colegios no implica su jubilación. No obstante, Padilla afirma que esto no puede frenar el impulso de ir desmontando progresivamente los escenarios de “explotación animal” en entidades distritales que no tengan alto riesgo, como es el caso de la Cinemateca, Idartes y el IDRD.

En contraste, las Empresas Colombianas de Seguridad Privada (ECOS) consideran “desafortunado que se contemple retirar a los perros que están contribuyendo en alejar a expendedores de droga de los entornos escolares”. Agregan que manejan protocolos para la prevención del maltrato animal, bajo los lineamientos de la ley colombiana, el Ministerio de Defensa y la Superintendencia de Seguridad Privada.

“Existe respeto, aprecio y admiración hacia el perro. Les brindamos planes de manejo sanitario preventivo, reentrenamientos y bienestar animal y ambiental, toda vez que el canino genera un vínculo afectivo con los manejadores, entrenadores, instructores, médicos veterinarios y empresarios”.

Se trata de un debate que debe darse en sus justas proporciones reconociendo que enfrenta, por un lado, la tendencia creciente hacia la protección y el bienestar animal y, por otro, el servicio de un animal entrenado para detectar sustancias que no pueden ser percibidas por el humano y que están amenazando la seguridad en los colegios. ¿Cuál será su rumbo? El estudio que planea la Secretaría de Educación dará la respuesta.

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Por Kelly Rodríguez / krodriguezd@elespectador.com

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