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viernes, 7 de noviembre. Jorge Ariza frente a las puertas cerradas del Ministerio de Vivienda. Cerca de mil desplazados detrás, algunos dispuestos a “tomarse” un lote desocupado si esa tarde el Estado no les prestaba atención. La calle bloqueada. La policía inquieta. “Solo queremos radicar el documento”, decía Ariza sujetando una hoja con trece puntos sobre “vivienda digna para víctimas”. Antes de que la escena terminara en enfrentamiento, un coronel medió. Ariza entró solo y salió con el sello de “recibido”. La manifestación volvió a la Plaza de Bolívar. La intención de “toma” se disolvió esta vez.
Jueves, 13 de noviembre. Ariza, en el Parque de la 93, cuenta que no viene a este lugar hace cuatro años, cuando trabajaba como maestro de construcción. Tiene 45 años, nació en Ibagué y trabajó el campo como colono en Chaparral (Tolima) hasta el día en que unos hombres armados le dijeron que tenía que irse. En ese momento, además de jornalear, era de la Junta de Acción Comunal y había decidido aceptar el subsidio del programa Familias Guardabosques. “El Ejército iba una vez al mes a pagar los $800.000 mensuales que ofrecía el Gobierno, pero luego empezaron a pedirnos información, la región se militarizó y ya nadie creyó en nadie”.
Eso pasó hace ocho años. Fue en 2007 cuando llegó a Bogotá con una hija y el teléfono de una tía. A los pocos meses ya vivía en el barrio Paraíso, en la localidad de Ciudad Bolívar. Allí encontró rostros conocidos, tolimenses que también huyeron de la guerra. Por eso, cuando la plata no alcanzó para el arriendo, Ariza y cerca de 15 familias más se “tomaron” un lote y “levantaron” ranchos para vivir. A los dos años ya eran 23 familias y se reconocían como Asentamiento kilómetro 12 vía Quiba.
Con las primeras amenazas de desalojo fue necesario organizarse. Desde entonces Ariza ha reunido y entregado papeles, leído normas y asistido a cuanta reunión han hecho para acceder a un subsidio de vivienda, que ofrecen el Gobierno y el Distrito a víctimas de desplazamiento que no quieren o no pueden regresar a su tierra. En ese camino se ha convertido en la voz de otros cientos como él. Hoy es el coordinador general del Comité de Vivienda que surgió luego de varios foros de la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, y un eventual beneficiario de las viviendas de interés prioritario en lotes del Distrito ubicados en estrato seis.
“Sería muy excelente la oportunidad de una casa por aquí. Si me gano el sorteo toca que los vecinos me tengan paciencia, porque voy a llenar mi apartamento de materas, de hortalizas, de jardín”, dice Ariza y sonríe. Está parado frente a parqueaderos Tequendama, en la carrera 11 número 93A-52, al lado de restaurantes y almacenes costosos.
¿Cómo empezó el proceso de vivienda con el Distrito?
En 2012, la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas del Distrito nos preguntó a 6.600 familias cómo queríamos ser reparados y nosotros dijimos que con vivienda. El Distrito nos dijo que solo había vivienda de interés social, entonces empezamos a identificar lotes de engorde.
¿Se ha sentido discriminado en Bogotá?
Claro, cuando uno llega del campo siente que no está preparado para la ciudad. Cuando llegué a Bogotá, para mí fue duro trabajarle al rico, porque uno era empresario de su propio campo y se sostenía.
¿No le parece clasista decir “los ricos”?
Pues, es que hay prejuicios de ambas partes. Uno cree que el rico se ha sostenido con el trabajo de los pobres. Pero el proceso está en participar, en dialogar. Nuestra ciudad siempre ha estado lejos de la de ellos, y nosotros venimos del conflicto pero no somos conflictivos.
¿Cómo ve este debate ahora que hablan de paz?
Estoy impresionado y desorientado. Hay familias que hasta dicen que rechazarán esas viviendas porque no quieren llegar a un lugar que no los quiere. Yo me quiero quitar el nombre de desplazado y víctima, porque eso me ha marcado, me siento peor que cuando me despojaron la tierra.
¿Cómo va su proceso de vivienda?
El proceso legal y real no es tan claro y está demorado. El Distrito dice que nos va a dar un subsidio de $16 millones y que Fonvivienda nos daría otro, pero que hay que esperar una nueva convocatoria y un sorteo. Son viviendas de $45 a $47 millones. Nosotros ya estamos inscritos, pero hay que bregar para tener un ahorro de 5 a 7 millones, que no es fácil porque a uno se le va todo en trabajo y sostenimiento. También nos han dicho que con $2’300.000 de ahorro nos darían un préstamo sin intereses con cualquier entidad bancaria a 20 años sobre lo que falta.