Mauricio Cendales es el nuevo rostro de una práctica que, a pesar de lo reprochable, sigue haciendo carrera en la capital: la justicia por mano propia. No era una persona violenta y atravesaba un complejo cuadro de salud mental, al punto de que, el día de los hechos, su familia había pedido ayuda a la Policía para trasladarlo a un centro asistencial. Y, en vez de estar ese día en un hospital, a este ciudadano lo asesinó una furiosa turba de motociclistas que, luego de perseguirlo y acorralarlo, para obligarlo a responder por un accidente de tránsito, decidió atacarlo a golpes hasta quitarle la vida. Ahora la justicia busca a cada partícipe del asesinato.
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La tragedia ocurrió en la noche del martes y comenzó en la avenida 68 con Américas, donde Cendales embistió con su camioneta a varios motociclistas y se dio a la fuga. De acuerdo con la alcaldesa local de Kennedy, Karla Marín Ospina, Cendales habría conducido en aparente estado de embriaguez cuando comenzó la huida sobre la avenida de las Américas. Unidades de la Policía de Transmilenio iniciaron una persecución para detenerlo, a la que se sumaron casi 200 motociclistas, que terminó en el sector de Nueva Castilla, en la localidad de Kennedy, donde lo rodearon, lo bajaron del vehículo y lo atacaron con cascos, palos y piedras hasta dejarlo inconsciente. Aunque lo llevaron con vida a la Clínica de Occidente, minutos después se confirmó su deceso.
Videos difundidos en redes sociales muestran los momentos finales del ataque y han generado rechazo generalizado. Las autoridades confirmaron que la Policía Judicial analiza las grabaciones y los testimonios para identificar a los responsables, quienes podrían enfrentar cargos por homicidio agravado. Esta muerte evidencia un reprochable fenómeno que se repite con frecuencia en Bogotá y el cual no solo ignora el papel de las autoridades, sino que invierte los papeles: el victimario, que debía comparecer ante la justicia, termina siendo la víctima, y las víctimas se convierten en criminales. ¿Tiene justificación?
Si bien expertos en seguridad explican que detrás hay una alta percepción de impunidad y desconfianza en la justicia, tanta que siete de cada 10 bogotanos creen que los delitos no reciben sanción y tres de cada 10 estarían dispuestos a armarse para defenderse, como indica Andrés Nieto, director del Observatorio de Seguridad de la U. Central, lo cierto es que estas acciones solo aumentan el ciclo de violencia al pretender castigar un delito con otro más grave. Y por eso ameritan sanción.
Hoy las autoridades se concentran en revisar las grabaciones de seguridad de Transmilenio y de los conjuntos aledaños a dónde ocurrió el asesinato de Cendales, para identificar a los responsables y llevarlos ante un juez, donde cada uno tendría que responder como coautor de homicidio agravado, pues la ley colombiana es clara: la justicia es un monopolio del Estado y la acción de tomarla por propia mano constituye un delito.
¿Quién era la víctima?
Mauricio Cendales era padre de dos hijas y se dedicaba a la compraventa de vehículos, pero no era una persona violenta, dice su familia. Por eso pide justicia contra los que segaron su vida. Califican este crimen como un acto de barbarie justificado en una falsa versión: que él iba conduciendo bajo los efectos del alcohol. Su sobrino Francilides Rodríguez aseguró que su tío, de 39 años, enfrentaba problemas de salud mental. “Presentaba cuadros de depresión y estrés agudo, se exaltaba por nada. Hace un año estuvo hospitalizado, pero lo dieron de alta. No era agresivo físicamente, no era una persona de golpes ni agresiones. Cuando tenía sus crisis se desataba, pero con las palabras. Nunca reaccionaba con violencia física”, relató.
Ese martes la familia había solicitado apoyo a la Policía de Chapinero para trasladarlo a una clínica, pero cuando los agentes llegaron a su sitio de trabajo no lo encontraron. “Es probable que lo que pasó después haya sido producto del miedo y la confusión. Lo que pensamos, sin tener todas las pruebas, es que, en efecto, ocurrió un accidente y atropelló a alguien y al verse perseguido entró en crisis y eso exacerbó su problema de ansiedad y agresividad. Él no era una persona de armas ni de peleas. Lo único que sabemos es que lo golpearon hasta morir. Nadie merece morir así, sin tener, al menos, una oportunidad para defenderse, para hablar de lo que pasó”, agregó. Cendales entró con signos a la Clínica de Occidente a la 1:10 a.m. y a la 1:20 a.m. falleció.
El sobrino aclaró que algunas infracciones de tránsito atribuidas a su tío corresponden a vehículos que administraba en su actividad comercial. “Él recibía carros como prenda por préstamos o los vendía. Por eso aparecen comparendos en diferentes placas, que son carros que pudo haber adquirido sin corroborar si tenían comparendos. Mi tío no tenía antecedentes por violencia o por delitos graves”, señaló.
Sobre versiones que circularon en redes sociales, Rodríguez pidió respeto y prudencia: “Se dijeron muchas mentiras. Incluso se mencionó un proceso judicial por un supuesto caso de agresión sexual que fue cerrado hace años y en el que se demostró que todo era falso. Lo que pasó fue una tragedia, pero nadie merece morir así”, agregó. La familia insiste en que una muerte así no puede justificarse en ninguna circunstancia. “Pedimos justicia, pero también humanidad. Lo que le hicieron fue inhumano. Estamos estudiando el caso para tomar acciones legales. A mi tío lo asesinaron y el caso no puede quedar impune”, concluyó.
De momento, mientras el debate se mantiene alrededor de este tipo de acciones, no se tiene reporte de los lesionados en medio de este trágico episodio, en el que un ciudadano perdió la vida a manos de motociclistas que, pretendiendo reemplazar a la justicia, hoy son buscados por la justicia por haber actuado como un grupo criminal.
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