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Febrero fue un mes caótico en Bogotá. El primer día del mes el Distrito declaró la emergencia ambiental y sanitaria en la capital ante la entrada en paro de los trabajadores de Aguas de Bogotá, quienes temían una masacre laboral ante la exclusión de la empresa distrital del nuevo esquema de aseo.
El lío era que a pesar de que la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp) había prometido que los nuevos cinco operadores de aseo recibirían a los empleados de la empresa del Distrito, no se habían dado las garantías de que esto si se cumpliría, teniendo en cuenta que la mayoría de ellos provienen de poblaciones vulnerables.
Con la llegada del paro, el Distrito entró a negociar sabiendo lo que pasaría. Aguas de Bogotá se encargaba del 52 % de la recolección de residuos en la capital por lo que se sospechaba que antes de la entrada en operación del nuevo esquema habría una crisis de las basuras. No era un secreto pues el alcalde Enrique Peñalosa lo había advertido: “se vienen días difíciles”, dijo en una rueda de prensa refiriéndose a este tema.
Por esto, el 12 de febrero, día de la entrada en operación el nuevo modelo era crucial. La ansiedad reinaba en la ciudad desde la noche anterior. Mientras que los ciudadanos esperaban una pronta solución a la crisis de las basuras, el Distrito organizaba los últimos detalles para la entrada en firme de los cinco operadores del nuevo sistema de aseo.
Ante esto no había tiempo para esperas. En gran parte de la ciudad se seguía acumulando la basura -cada hora se producen 250 toneladas de residuos en la capital- lo que ya había causado la indignación ciudadana y por consiguiente los primeros disturbios. Por ello, los primeros camiones salieron en la noche del 11 de febrero intentado recoger lo que más se pudiera en las zonas más críticas.
La madrugada del 12 se integró el grueso de los trabajadores y comenzó la prueba de fuego para recuperar la salubridad en la ciudad. Sobre la carrera 68 con calle 68, en el oriente de Bogotá se instaló temporalmente el patio-taller de Bogotá Limpia (el operador encargado de recoger la basura en Engativá y Barrios Unidos). Allí el boleo hacia las cinco de la mañana.
Con lista en mano, los coordinadores comenzaron a entregar los uniformes azules y las botas nuevas, mientras los supervisores asignaron las zonas y labores de las que se encargarían. Había muchas caras conocidas. A la espera de completar algunos de los filtros, a un costado se reunían quienes se habían cruzado trabajando en Aguas de Bogotá. Las pocas mujeres hablaban de las zonas que antes tenían a cargo para barrido, mientras que algunos de los hombres revisaban los carros que habían sido alquilados al Acueducto, pues los nuevos aún se tardarían en llegar.
A las seis de la mañana salió el primer grupo de camiones compactadores. En cada uno van tres personas, que se encargan de tres zonas de la ciudad, cada una de las cuales puede producir hasta 15 toneladas de basura, es decir que al día pueden terminar haciendo hasta tres viajes a Doña Juana. El conductor lleva los mapas, los cuales comienza a trazar para lograr terminar cada recorrido en dos horas y media; sus dos compañeros van en la parte de atrás con una escoba, una tabla y una canasta para recoger lo que se riega en el camino. Este es un trabajo de agilidad, de fuerza y sobre todo de buen estado físico.
En especial este primer día. En el compactador que iba estaban César, Luis y Jaime. Debían recoger la basura del barrio Linterama, en Engativá, donde la acumulación provocó que en un barrio aledaño bloquearan el paso de vehículos con la basura que no se había recogido. Los habitantes de la zona aseguraban que eso nunca había pasado y lo que más preocupaba era el aumento de vectores como ratas y moscas, así como el cambio de las frecuencias pues para esos días había muchas especulaciones sobre el futuro del servicio.
En la primera cuadra en cada esquina había una montaña de basura. Al paso del camión aparecían vecinos que sacaban más bolsas e historias de los últimos días. “El fin de semana pasó un camión recogiendo basura, pero no pudo llevarse ni la tercera parte”, aseguró uno de los hombres que se acercó con su bolsa.
La situación se repitió en Suba, Chapinero, Usaquén, Kennedy y Usme donde los primeros 12 días de febrero fueron críticos. Aunque la semana del 12 la situación se comenzó a normalizar, en el transcurso de los días los inconformismos persistieron en la zona 1 (correspondiente a las localidades aledañas a los cerros orientales) donde la basura seguía en las calles. De acuerdo con Promoambiental, operador encargado, las fallas se presentaron por errores en la organización, por lo que fueron sancionados, aunque el servicio se normalizó para marzo.
En la mira volvieron a estar los cinco operadores el 12 de agosto, fecha para la cual deberían estar en operación las nuevas flotas de camiones, que de acuerdo con la Uaesp se cumplió a cabalidad.
Al nuevo esquema le resta la instalación de todos los contenedores en Bogotá, en los que se espera se realice la separación de residuos y se beneficie a la población recicladora de la ciudad. El proceso comenzó en noviembre y que deberá estar lista en enero un poco antes de que se complete un año del nuevo esquema.
En febrero de 2018 hubo una nueva crisis de las basuras en Bogotá, pero además se dio un cambio en el sistema que debió hacerse hace más de diez años. Aunque ya está superado quedan tareas pendientes como el futuro de Doña Juana y consecuentemente, la necesidad de que en la ciudad haya un compromiso con el reciclaje.