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"La memoria no es enemiga de la paz"

Gonzalo Sánchez G. explica el funcionamiento y significado del nuevo del nuevo Centro de Memoria Histórica del cual es director general.

Nicolás Rodríguez / Especial para El Espectador
29 de julio de 2012 - 02:00 a. m.

En términos institucionales, el Grupo de Memoria Histórica (GMH) de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) le puso fin a sus labores el 31 de diciembre de 2011. Desde su creación, en la Ley de Justicia y Paz, fueron muchos los temas que se discutieron gracias a una serie de informes realizados con el loable objetivo de acompañar a las víctimas del conflicto colombiano. Ahora, en tiempos de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, ese mismo Grupo de Memoria Histórica, al que aún le faltan algunos informes por entregar (incluido el final), le ha dado paso al Centro de Memoria Histórica (CMH). Sobre las labores y el significado de este último, así como sobre la importancia de las víctimas, nos habló Gonzalo Sánchez, su director.

Cuál es la relación del Centro de Memoria Histórica con el Grupo de Memoria Histórica de la CNRR, que realizó las investigaciones de Trujillo, El Salado, la Comuna 13, entre otras...
El CMH prolonga la línea de investigación del grupo que apunta al esclarecimiento de las dinámicas del conflicto armado, dándoles centralidad en ellas a las memorias de las víctimas. Ahora bien, la línea de investigación es sólo un componente. Adicionalmente, el centro cumple funciones en materia de archivos, iniciativas de memoria, museo y acuerdos de verdad.

La conversión del GMH en una institución estatal acerca mucho la recuperación de la memoria a una memoria oficial...
No. Lejos de pretender una memoria oficial lo que se dispuso con la ley fue que el Estado ha de ser en gran medida garante de las múltiples iniciativas de memoria de las víctimas y de la sociedad. El Estado no va a expropiar o suplantar la memoria de las comunidades. Muy por el contrario, la perspectiva de trabajo es potenciarlas y así cumplir con el deber de memoria.

¿Cómo garantizar que habrá espacio para todas las voces, incluidas las que riñan o puedan significarle problemas al Estado?
El trabajo del CMH tiene como punto de partida el enfrentamiento o el conflicto entre diferentes memorias, y es que no puede ser de otra forma... Finalmente, en las memorias se reproducen, por decirlo de algún modo, los conflictos mayores de la sociedad. En este escenario, el CMH sirve de plataforma y cuenta con autonomía para que se puedan develar todas las responsabilidades. Por más que sea una entidad estatal, tiene que dar cuenta de las fallas del Estado, en un conflicto en el que está involucrado de forma directa y no como simple espectador. Hablar de conflicto en Colombia desde el Estado supone, como mínimo, reconocer a todos los actores que participan en la confrontación.

Entonces, van a abordar problemáticas como la desaparición forzada, los falsos positivos, etc.
En efecto, las investigaciones que ha realizado y que viene realizando el CMH muestran, cuando las hay, las responsabilidades del Estado. Efectivamente, en la actualidad avanza una investigación sobre la desaparición forzada, sus magnitudes, sus autorías e impactos. Ahora bien, es importante recalcar que en el proceso de esclarecimiento, el CMH privilegia la voz y los intereses de las víctimas, y en ese sentido nuestro trabajo se realiza donde ellas estén, más allá de por quién hayan sido victimizadas. Por eso, junto al proyecto de desaparición realizamos uno sobre secuestro, modalidad delictiva asociada principalmente a las guerrillas...

Pero hay quienes pensan que este énfasis en las víctimas que usted plantea es excesivo, o que equivale a una sacralización o idealización de la palabra de las víctimas...
A mí ese juicio me parece profundamente inmoral. Después de tantos años de lucha por el reconocimiento del conflicto, tildar de “sacralización” el estatus de las víctimas porque han alcanzado conquistas mínimas, como la simple aceptación de que son sujetos de derechos especiales porque han sufrido exclusiones y atropellos fuera de lo común, es una afrenta a los muertos y a los sobrevivientes.

¿El carácter del CMH como plataforma para la expresión de múltiples voces y memorias no elude en alguna medida la toma de una posición política definida?
La opción de reconstruir memoria a partir de múltiples perspectivas y voces no significa un eclecticismo total. Hay apuestas claras que se traducen en una ponderación diferente de los testimonios, en función de articuladores básicos, como la defensa de los derechos humanos y las necesidades de profundización de la democracia, entre otras. El registro de testimonios de diferente naturaleza nos permite acercarnos a una visión más compleja de la violencia, de su lógica y dinámicas, y al mismo tiempo de su significación e impacto en diferentes niveles.

Frente a medidas mucho más concretas, como la restitución de tierras o las indemnizaciones, ¿qué importancia tiene la memoria histórica para las víctimas?
La memoria, más que viaje al pasado, es una apuesta de futuro: eso es lo que revela la demanda abrumadora de memoria en cientos de localidades... Lo que uno palpa viajando hoy por este país es una especie de fuerza subterránea que confía en que es posible ajustar cuentas con el pasado y salir de la prolongada pesadilla de la violencia. Ajustar cuentas, además de las medidas que usted menciona, es contribuir al esclarecimiento de los hechos, al reconocimiento y a la dignificación de las víctimas, tareas a las que apunta el CMH. A la luz de toda esta movilización social por la reapropiación del pasado, uno puede decir que el país se encuentra en estado de conflicto, pero también en estado de memoria.

Pero lo que suele afirmarse es lo contrario, que este país carece de memoria...
Sin duda hay diferentes ritmos sociales y regionales en los trabajos de memoria. Pero las comunidades de víctimas, aun en medio del conflicto, se apropian cada vez más de la memoria como una estrategia o herramienta de reivindicación social y política. Ahora bien, si se quiere llegar a una población más amplia, que sigue siendo apática o indiferente, es importante trabajar sobre la problemática del conflicto, su historicidad y sus manifestaciones violentas en el sistema educativo y en los medios de comunicación masiva, especialmente. Sólo así se puede romper con la banalización o la negación de la abrumadora presencia del conflicto.

Ante su propuesta no faltará quien diga que “no hay que echarle sal a las heridas”...
La memoria no es enemiga de la reconciliación o de la paz. Hay de por sí un vinculo muy estrecho entre la una y las otras... La memoria es uno de los fundamentos de la no repetición y el escenario por excelencia de la no repetición tiene un nombre, la paz. Incluso en un momento como el actual, en el cual se ha formulado un marco jurídico para la paz y desde instancias como la Fiscalía se han puesto en el debate temas como amnistías e indultos condicionados frente a graves violaciones de derechos humanos, la memoria histórica puede verse como un escenario donde se ponen en evidencia los grandes desacuerdos y responsabilidades que deben tramitarse en un eventual proceso de negociación.

Pero... ¿y si no hay gestos de paz de la contraparte?
La presión social sobre la insurgencia va a ser cada vez más grande para que clarifique posiciones. Su respuesta no puede ser simplemente el silencio o el ruido de las balas o las bombas.

En la Ley de Víctimas se menciona expresamente al museo como una de las medidas de satisfacción...
Hay exigencias y límites que les plantean los entornos sociales a los museos y casas de memoria. El Museo Nacional de la Memoria, como red, pero también como institución, tiene que representar los centenares y centenares de iniciativas sociales que surgen de las regiones. En esa dirección hemos pensado en un museo que no compita con las iniciativas locales o regionales, sino que desde su reconocimiento las complemente, las difunda y las potencie. En este sentido, de alguna manera debe ser un museo síntesis. El museo debe ser un lugar en el cual el relato o relatos sobre el conflicto no pueden estar aislados de un relato más amplio de las dinámicas de la sociedad y, en últimas, de la historia nacional. En este contexto, el museo reconoce ampliamente a las víctimas, pero no sólo está dirigido a ellas, sino que interpela a la sociedad en su conjunto.

¿Qué casos de estudio van a publicar este año?
Este año, en la Semana por la Memoria, entregaremos a la opinión pública por lo menos cinco nuevos informes: uno en perspectiva de género, sobre la masacre de El Placer en Valle del Guamuez (Putumayo), y uno más sobre la resistencia de la Guardia Indígena en el Cauca. Además presentaremos un análisis detallado de las versiones libres dadas por los paramilitares a partir de tres miradas: la primera, enfocada en las revelaciones y documentación de despojo de tierras; la segunda, centrada en una evaluación crítica sobre el escenario mismo de las versiones y la asimetría entre víctimas y victimarios, y finalmente, una tercera que tiene como eje el análisis de la Ley de Justicia y Paz en un marco de larga duración sobre la tradición jurídica de Colombia en el manejo del conflicto armado, y en particular de las fuerzas antisubversivas.

Y qué viene en el futuro...
Seguiremos desarrollando líneas de investigación estratégicas para el país, articuladas a casos específicos, pero también a problemáticas centrales, como las referidas a tierras y desplazamiento forzado, y seguiremos tratando de poner en perspectiva de larga duración los procesos de reparación colectiva. A esto se suman compromisos centrales como el informe general sobre el origen y la evolución de los grupos armados ilegales, que debe ser entregado al presidente de la República en julio del año entrante; el diseño y la administración del Museo Nacional de la Memoria; la guarda y protección de los archivos públicos y privados asociados al conflicto, y la muy compleja recepción de los acuerdos de verdad y de memoria de los alrededor de 20.000 desmovilizados que se sometieron a la Ley 1424. Esta última, por sí misma hubiera podido ser la tarea de una Comisión de la Verdad. Valga aclarar a este propósito que el Centro de Memoria Histórica recibe los testimonios, previos filtros de la Agencia Colombiana para la Reintegración y de la Fiscalía General de la Nación.

Usted es profesor emérito de la Universidad Nacional y ha recibido distinciones académicas, como la de la Asociación de Estudios Latinoamericanos, a la que suma ahora una Mención de Honor en el marco del 54º Congreso de Americanistas que se celebró en Viena. ¿Por qué con una vida académica tan consolidada pasar ahora al desempeño de una función estatal?
No lo veo incompatible con mi trayectoria. En alguna medida hay una continuidad con el “yo opino, yo investigo, yo critico” al que me he dedicado toda la vida... Creo que estamos en un momento propicio para asumir con responsabilidad compromisos de futuro muy esperanzadores. El futuro no llega, el futuro hay que construirlo.

Premio de honor por una tarea encomiable

El Congreso Internacional de Americanistas (ICA), reunido en su edición 54 el pasado 19 de julio en Viena, otorgó una mención de honor a Gonzalo Sánchez, director del Centro de Memoria Histórica de Colombia. Según Martina Kaller, la presidenta, por cumplir un “papel fundamental en la creación de una memoria histórica de las violencias y resistencias civiles en Colombia”. Sánchez es autor y editor de libros libros c omo Bandoleros, gamonales y campesinos (coautora Donny Meertens), Guerras, memoria e historia y el informe Colombia: violencia y democracia. Ha desarrollado metodologías de investigación participativas, elaborado publicaciones e iniciativas pedagógicas para construir un relato incluyente sobre el conflicto armado en el cual se reconozcan, dignifiquen y creen espacios para las  verdades y memorias de la violencia, con preferencia por las voces locales y de las víctimas que han sido suprimidas o silenciadas. El ICA dijo que “sus méritos como historiador enriquecen el conocimiento de la historia política y social de Colombia y contribuyen decididamente para esclarecer las dinámicas del conflicto armado y promover la reconciliación”.

Otros ejemplos regionales

Es difícil articular tantas iniciativas de memoria, por lo numerosas y por lo diversas, pero Gonzalo Sánchez destaca varias regionales: “Uno encuentra iniciativas tan valiosas y avanzadas como la Casa de la Memoria de Medellín o el Centro de Reconciliación de Bogotá, montadas sobre líneas que pudiéramos llamar clásicas. Otras muy innovadoras, en la concepción y en el proceso de construcción, como la propuesta de un Museo Itinerante de la Memoria en la región de los Montes de María o la propuesta embrionaria de un museo virtual de la memoria, impulsado por la Universidad Santo Tomás en Bucaramanga. A veces lo sorprenden a uno con iniciativas que tienen toda su lógica en el contexto regional del cual surgen. Un dirigente de Tumaco me dijo: queremos una casa de la memoria que no sea estática, sino que se pueda convertir en albergue de los pobladores en los períodos de inundaciones”.

Por Nicolás Rodríguez / Especial para El Espectador

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