50 años del alunizaje: de los sueños a la realidad

¿Cuál es la importancia de poner a un hombre en la superficie de la Luna?, preguntó un periodista. “Yo pienso que la misma importancia que aquel momento en la evolución cuando las formas de vida salieron del agua”, respondió el alemán Werner Von Braun cuando trabajaba para la Nasa.

Juan Diego Soler / Especial para El Espectador
16 de julio de 2019 - 12:00 p. m.
Von Braun con los binoculares colgando en el cuello junto a otros miembros de la Nasa.
Von Braun con los binoculares colgando en el cuello junto a otros miembros de la Nasa.

En la noche del 15 de Julio de 1969, mientras los astronautas de la misión Apollo 11 descansaban, un hombre en un traje gris con camisa blanca y corbata negra descendía de un helicóptero en el Royal Oak Country Club en Titusville, a pocos kilómetros del lugar en que el cohete Saturn V, que en pocas horas llevaría a tres hombres en dirección de la Luna, apuntaba hacia el cielo como un enorme dedo índice. Se dirigía a un salón en donde le esperaban congresistas, dirigentes políticos, generales, almirantes, industriales, celebridades y selectos miembros de la sociedad y de la prensa para dar un discurso en la celebración de la víspera del viaje más recordado del siglo XX. Aquel hombre era Werner Von Braun, la figura más célebre de la NASA en ese instante, un nombre conocido en los hogares americanos por sus historias sobre bases espaciales y expediciones a la Luna y a Marte en la revista Collier’s y en el programa de televisión de Walt Disney. (Lea: La luna en tinta de poetas y escritores)

Ya se había ganado los titulares del día cuando la noche anterior, durante la rueda de prensa que siguió a la última presentación pública de los astronautas del Apollo 11 antes del vuelo, un periodista le preguntó cuál era la importancia de poner a un hombre en la superficie de la Luna. “Yo pienso que la misma importancia que aquel momento en la evolución cuando las formas de vida salieron del agua y comenzaron a arrastrarse sobre la tierra firme”, respondió Von Braun provocando un atronador aplauso. Era un momento de júbilo para los Estados Unidos, pero quienes conocían a Von Braun no olvidaban su oscuro pasado.

En la década de 1930, la consolidación en el poder de Stalin y Hitler había roto la red de entusiastas civiles de los vuelos espaciales que extendía sus lazos entre Rusia, Alemania y Estados Unidos. En 1932, el ejército alemán había contratado a Werner Von Braun para escribir en secreto una tesis doctoral sobre los cohetes de combustible líquido. Era el comienzo de lo que se convirtió en un programa para desarrollar el arma de largo alcance que hoy conocemos como misil balístico. En 1936 el ejército y la fuerza aérea (Luftwaffe), usando la inyección de fondos del rearme impulsado por los Nazis, creó un centro secreto para el desarrollo de cohetes en la isla de Peenemünde en el mar Báltico. Bajo la dirección del entonces teniente coronel Walter Dornberger y Von Braun, el ejército contrató a cientos de ingenieros mecánicos y químicos y especialistas en giroscopios y aerodinámica que no tardaron en hacer grandes descubrimientos en sistemas de control y navegación, en el desarrollo de motores a reacción y en sistemas aerodinámicos usando lo que fue el mayor túnel de viento de su época.

En un vuelo el 3 de Octubre de 1942, uno de los cohetes desarrollados en Peenemünde alcanzó los 90 kilómetros de altitud convirtiéndose en el primer objeto en rozar el límite de la atmósfera y llegar al espacio (hoy definido como 100 km de altura). Luego de las victorias de los aliados en el Norte de África y Rusia, Adolf Hitler ordenó la producción masiva de cohetes como un arma de venganza (de ahí su nombre, V2). Para alcanzar la cantidad de personal no calificado necesario para ensamblar los cohetes se utilizaron trabajadores forzados que venían de los campos de concentración de la SS. Luego de que el bombardeo de la fuerza aérea británica obligara a evacuar Peenemünde, la operación dirigida por Dornberger y Von Braun se restableció en una mina cerca a Nordhausen (en el centro de Alemania) en donde los trabajadores forzados venían del campo de concentración de Dora en Buchenwald.  

Entre Septiembre de 1944 y el final de la Segunda Guerra, unos tres mil misiles V2 fueron lanzados contra Londres y otros objetivos en el Reino Unido, resultando en la muerte 9 mil civiles y militares y más de 12 mil trabajadores forzados y prisioneros de campos de concentración que trabajaron en su construcción. En la primavera de 1945, el Ejército Rojo (Unión Soviética) llegó a 160 kilómetros de Peenemünde. Vigilados de cerca por la SS, que tenía órdenes de ejecutarlos para evitar que cayeran en manos de los aliados, Von Braun y su equipo de casi 500 técnicos e ingenieros fueron llevados hacia el centro de Alemania y luego hacia los Alpes alemanes. Luego de dispersarse en grupos pequeños para evitar los bombardeos de los aliados, Von Braun y un grupo de ingenieros llegaron hasta Austria en donde el 2 de Mayo, se rindieron al ejército de Estados Unidos quienes no tardaron en reconocer al prisionero. Von Braun encabezaba la lista de notables científicos e ingenieros alemanes buscados por los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial. 

Von Braun fue detenido e interrogado en el castillo de Kransberg junto a otros miembros de la elite económica y científica del Tercer Reich. Allí fue reclutado por los Estados Unidos en lo que se llamó Operación Paperclip, la operación del Servicio de Inteligencia y Militar para extraer de Alemania científicos nazis especializados en cohetes, armas químicas y experimentación médica después del colapso del régimen nazi. Bien podría haber sido llevado a juicio por crímenes de guerra, pero en ese momento la Guerra Fría demandaba otras prioridades. El traslado de Von Braun a los Estados Unidos fue aprobado el 20 de Junio de 1945 y junto a parte de su equipo de Peenemünde fue transferido a un complejo del ejército en Fort Bliss, Texas para continuar su trabajo en el desarrollo del primer misil balístico de los Estados Unidos. Tenía 33 años.

La aventura de los vuelos espaciales no tenía nada que ver con la importancia que la experiencia de Von Braun y su equipo tenía para los Estados Unidos. La dinámica de la Guerra Fría hizo que las bombas atómicas se convirtieran en parte integral del sistema de defensa de los EEUU y la Unión Soviética. Para 1954, el presidente Dwight Eisenhower hizo una prioridad de su mandato el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales, con alcance de más de 5 mil kilómetros, capaces de transportar la recién ensayada bomba de hidrógeno. Parte de este plan eran los misiles que Von Braun y su equipo ayudaron a desarrollar en el Campo de Misiles de White Sands en Nuevo México y después en el Redstone Arsenal en Alabama.

Pero paradójicamente, este escalamiento en la Guerra Fría hizo que los defensores de los viajes al espacio difundieran el uso de los cohetes con fines pacíficos y percibieran como inminente el lanzamiento de un satélite para orbitar a la Tierra, o incluso la llegada del hombre al espacio. En 1955 Von Braun comenzó a trabajar junto a Walt Disney en tres películas para televisión sobre la exploración del espacio. La primera, llamada “El Hombre en el Espacio”, fue vista por más de 40 millones de televidentes en los Estados Unidos. En ella Von Braun explica su ideas para poner en órbita un satélite y una nave tripulada usando un cohete de tres etapas.

Cuando en 1957 la Unión Soviética puso en órbita el primer satélite artificial, el Sputnik 1, Von Braun y su equipo fueron escogidos para encabezar la respuesta de los Estados Unidos. La NASA abrió el Centro Marshall de vuelos espaciales en 1960 y Von Braun se convirtió en su director. Desde allí supervisó el desarrollo del cohete Saturn V, el único vehículo que hasta la fecha ha llevado humanos más allá de la órbita baja terrestre, el cohete que llevó a los humanos a la Luna.

 

Por Juan Diego Soler / Especial para El Espectador

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