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¿A quién le importan las ondas gravitacionales?

Esta semana se ratificó una de las predicciones que Einstein hizo en la teoría de la relatividad. Aunque es difícil entender su utilidad, numerosos ejemplos muestran cómo hallazgos similares hicieron posible la vida moderna.

Juan Diego Soler *
19 de junio de 2016 - 01:40 a. m.
La nueva señal de las ondas gravitacionales corresponde a una fusión de dos agujeros negros a 1,4 millones de años luz de distancia. Uno de ellos tiene 14 veces la masa del sol; el otro, ocho.  / LIGO
La nueva señal de las ondas gravitacionales corresponde a una fusión de dos agujeros negros a 1,4 millones de años luz de distancia. Uno de ellos tiene 14 veces la masa del sol; el otro, ocho. / LIGO

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En la primera mitad del siglo XIX, Inglaterra gozaba de los beneficios de las invenciones que habían impulsado la Revolución industrial. El vapor producido por la combustión del carbón ponía en movimiento las máquinas que cambiaron para siempre los métodos de producción industrial e impulsaban los ferrocarriles y los barcos que ampliaban las rutas comerciales. Las noches eran iluminadas por lámparas de gas y el acero se convirtió en la columna vertebral de las ciudades. Las innovaciones tecnológicas estaban cambiando la forma de vida de los humanos tan radicalmente como cuando nuestros ancestros domesticaron por primera vez plantas y animales.

Pero la electricidad era poco más que una atracción de circo. La gente llenaba las salas para ver girar agujas con magnetos o admirar las chispas que desprendía un paño al ser frotado contra un cristal sin que estos fenómenos tuvieran ninguna aplicación práctica. La sociedad funcionaba con la energía del carbón y con la fuerza del acero.

Fue en esa época cuando en la Royal Society de Londres, un asistente de laboratorio, de humilde origen y casi completamente empírico en su formación, logró por primera vez que una aguja se moviera en círculos al pasar la corriente producida por una batería hecha con una serie de placas de cobre y zinc. Este laborioso experimentalista había descubierto el principio del motor eléctrico y se encaminaba a convertirse en uno de los físicos más importantes de la historia junto a nombres de la talla de Newton y Einstein. Este hombre era Michael Faraday.

Pero Faraday no pasa a la historia por inventar el motor eléctrico, que es la base del funcionamiento de lavadoras, ventiladores, escaleras eléctricas, discos duros, máquinas y trenes que hoy en día son fundamentales para millones de fábricas, negocios y hogares. Tampoco fue suficiente que Faraday describiera por primera vez cómo el movimiento de un imán puede producir electricidad, inventando así el primer generador eléctrico. Faraday es uno de los grandes de la física porque descubrió en un experimento, y con la ayuda de una paciencia y una creatividad inigualables, que la fuerza magnética producida al pasar una corriente cambia las propiedades de la luz. Había descubierto que las fuerzas eléctricas y magnéticas están presentes en todas partes, aunque son invisibles a nuestros ojos, y su naturaleza está íntimamente relacionada con la de la luz.

Los experimentos de Faraday fueron admirados por sus contemporáneos, pero sus ideas sobre la naturaleza de los fenómenos eléctricos y magnéticos fueron incomprendidas hasta que James Clerk Maxwell las describió en la forma de las ecuaciones que hoy llevan su nombre y que predicen la existencia de ondas que se desplazan a la velocidad de la luz. Y no pasó mucho tiempo antes de que Heinrich pusiera en práctica la teoría de Maxwell y por primera vez desarrollara un experimento para producir y captar ondas de radio.

Es difícil imaginar el mundo de hoy sin la habilidad que hemos desarrollado para manipular los fenómenos del electromagnetismo.

Transmisiones de radio y televisión, telefonía celular, procesos industriales, iluminación pública, tratamientos médicos e innumerables aplicaciones que hacen posible la vida moderna comienzan con los experimentos de Faraday. Hoy vivimos en un mundo profundamente conectado en donde nuestros estándares de vida se han elevado increíblemente gracias al entendimiento de un fenómeno que en apariencia era ajeno al cauce del progreso tecnológico de su tiempo.

Al igual que para los contemporáneos de Faraday, hoy es difícil para nosotros entender el alcance del descubrimiento de las ondas gravitacionales, que el pasado miércoles se confirmaron con dos nuevos eventos presentados por los científicos de la colaboración LIGO. Tal vez la magnitud y la complejidad del experimento sobrepasan nuestra imaginación y parecen distantes de la mesa de trabajo o del laboratorio de Faraday, pero, al igual que en alguna época lo fueron la electricidad y el magnetismo, las ondas gravitacionales son una ventana al futuro que forjarán aquellos que estén dispuestos a descubrir lo que va más allá de lo que ya está escrito e imaginado. Por eso cuando uno se pregunta a quién le importan las ondas gravitacionales, hay que pensar en el futuro, y el futuro es en donde todos queremos vivir.

* Astrofísico colombiano.

Por Juan Diego Soler *

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